Mar de Sales

Agendas ocupadas

Alicia se pasea por la cocina del bar, revisa que toda la comida esté lista para servir, pasa con libertad por la cocina. Ni siquiera Carolina le gusta estar ahí, ella espera en la mesa junto a Elena.

—Calma —pide Carolina—, comienzas a inquietarme con esa impaciencia —le sonríe con amabilidad.

—Lo sé —Alicia toma asiento. Junta las manos bajo la mesa, presionando cada dedo—. ¿Ya deberían estar por llegar?

—Son dos horas de viaje —Elena revisa la hora—, en cualquier momento se aparecen.

—Buenas noches —otra chica se acerca a saludar, Carolina, emocionada por la sorpresa, se levanta para recibirla con un abrazo—, Caro, no sabía que estarías aquí.

—Yo tampoco sabía que tú vendrías —le acomoda el cabello—, a que se debe esta sorpresa.

Elú saluda a las otras dos con una sonrisa nerviosa, antes de responder:

—Santiago me citó, las vi desde allá y pasé a saludar.

—¿Volvieron? —Carolina sonríe con picardía.

—No, solo quiero hablar de negocios con él.

—¿Te ha invitado indirectamente al cumpleaños de Rylan? —Carolina disfruta de las caras sorprendidas de las tres. Alicia y Elena no tienen la menor idea de qué ocurre.

—Bienvenida —responde por fin la anfitriona—, tampoco somos muchos, hay espacio de sobra —le invita a tomar asiento.

—¿Y qué negocios tienes con Santiago? —pregunta Elena—, si es referente a la banda, podemos saber.

—Disculpa pero no puedo decirles nada, todavía no hemos concretado algo.

—Eso que importa —Carolina sigue disfrutando del ambiente incómodo—, es probable que sea solo una excusa.

—No, para nada —Elú aparta la mirada para disimular—. Esa historia se acabó.

—Si tú lo dices. —Carolina le hace señas al mesero—. Puedes comenzar a servir las bebidas, gracias. —Se quita el moño, deja suelto su cabello amarillo con mechas marrones—. Así que Hernán resultó ser el idiota que siempre se dijo que era.

—Sí, parece que los rumores eran ciertos —confirma avergonzada—. Yo quise darle un voto de confianza.

—Ay cariño, quedaste en una encrucijada, bueno, sabemos quien te dejó en esa posición. —Agradece con amabilidad cuando le entregan la botella de vino—. Ahora sí, comencemos la fiesta. —Levanta la copa en dirección a la entrada, desde donde ellas están, se mira a la banda que llega.

A los seis se les nota el cansancio en el rostro. Saludan y se quejan del vino, exigen a los meseros que les traigan cerveza, a excepción de Santiago y Manuel, que prefieren un whisky.

—¿Y tú? ¿Qué va a querer el cumpleañero? —pregunta Santiago, se siente al lado de Elú.

—Agua —responde sin mirarle, tiene la vista puesta en su esposa.

—Por favor —ríe—, tráiganle un refresco a la niña.

Los demás sonríen fugaces, de inmediato se pierden entre los platos de comida que sirven en la mesa. Rylan aprovecha el momento para susurrarle a su amada:

—De todos modos me hiciste una sorpresa.

—Te avisaron, no fue cien por cien.

—Te lo dejaré pasar, porque es algo íntimo, no es para nada lo que esperaba.

—Tampoco tenemos una gran lista de amigos —sonríe—, ¿si recuerdas lo alejados que estamos del mundo social? Creo que al final me contagiaste.

—¿De qué? —se aguanta la risa, le besa el hombro para disimular—. Yo no te obligué a dejar de escribir y responder mensajes, solo me usas como excusa.

—Por supuesto…

—¿Elú cierto? —Omar levanta la voz, llama la atención de todos en la mesa—. Un gusto, soy Omar. La otra vez no pudimos presentarnos, fue todo muy atravesado.

—Un gusto —sonríe nerviosa.

—Yo soy Andrés —se apresura—, cualquier cosa, puedes contar conmigo.

Santiago suspira con pesadez, revira los ojos, frustrado al hablar:

—Ya, a nadie le importa, ella no vino aquí a verles la cara de mongólicos a ustedes.

—Sí, de seguro, por lo menos no tengo la misma capacidad mental de un canguro, como otros, que no saben hacer nada más que dar patadas en los huevos…

—Ya —Manuel le muestra la palma abierta a Omar—, creo que no estamos en el lugar correcto para nuestras charlas cotidianas.

—¿Así son en el estudio? —Elena los mira con fascinación—, me encantaría ver una de esas charlas.

—Ago, por favor —Elú le toca el brazo—, que descortés.

—No me pidas que me comporte delante de estos seres especiales. No sabes del retraso que sufren.

—¿Y si mejor comemos? —Uno mastica.

—¿Qué tal la entrevista? —Pregunta Carolina. Revuelve su plato, antes de dar su primer bocado.

Disfrutan de la comida, entre comentarios y anécdotas de la entrevista. Algunos expresan su emoción, otros se muestran indiferentes. Santiago, al recordar la manera descarada con que intentaron sacarle información, pasa de hablar del tema. Le molesta que los medios se presten para el chisme y los rumores. Es algo natural, y no es que no comprenda cómo son estos casos, solo que no puede evitar la rabieta que siente cada vez que lo experimenta. Está al tanto de todas las historias inventadas: su salida de la disquera fue porque no le dejaban tener la banda, la relación de Elú y Hernán tiene mucho misterio donde él está envuelto. Teorías sobre rivalidades, infidelidades y traiciones, es lo que sobra. Y el hecho de que el primer álbum de la banda sea publicado sin apoyo de ninguna disquera, es leña para el fuego de las habladurías.

Al terminar la comida, Omar, Andrés y Uno protagonizan las charlas. Comentan sobre lo que han vivido en el escenario en los últimos conciertos, para poner al día a Elena.

—¿Podemos hablar en privado? —Elú le susurra a Santiago, este asiente y se levanta, ofreciéndole la mano, se retiran juntos a la oficina.

Alicia los observa con sospecha, mientras le susurra a su pareja:

—¿Crees que esos dos están juntos?

—¿Nos debería importar?

—Pero, tu hermana…

—No la metas a ella en esto, no tiene nada que ver.

En la oficina, Santiago cierra la puerta. Rodea el escritorio, toma asiento delante de la computadora, se cruza de brazos, le indica a su acompañante que escoja una silla, delante de él.




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