Elú tardó un mes en conseguir lo mínimo que buscaba para ofrecer a la banda. Llega al ensayo como había acordado, y deslumbra a todos con una gran noticia: les ha conseguido su primera gira nacional, si aceptan firmar con ella. Todavía sigue en el proceso de oficializar el nuevo sello discográfico, dispuesta a apostarlo todo por Mar de Sales. No solo porque necesita de la ayuda de profesionales como Santiago y Manuel, también necesita de la banda que está dando tanto de qué hablar, y que ya comienza a sonar en lugares a los que ni imaginaba que podía llegar.
—Tienes que comenzar a delegar tareas —dice Manuel, menea su vaso vacío, pensativo.
La cocina está en silencio, acaban de terminar el ensayo. Todos se han ido, excepto este amigo que se ha quedado un rato a conversar.
—¿Tú crees que se pueda confiar en ellos?
—De algún modo tienen que aprender, además, si firmamos con Elú, ella se va a encargar de todo lo gordo.
—Por eso, yo tendría tiempo para lo demás.
—Creo que te hace falta relajarte.
—¿Quedarme solo en esta casa? —Santiago suspira y estira los brazos, apoyado del mesón—, no sé para qué quise un lugar tan grande.
—Para las fiestas y los porros —ríe, recuerda bien cuando adquirió este apartamento—. Tenías una mentalidad distinta.
—Al ritmo que vamos, es probable que logremos dar conciertos fuera, ¿qué necesitamos? —cambia el tema, no le apetece recordar.
—¿Qué nos escuchen lo suficiente? —ríe de nuevo—, pareces entusiasmado.
—Estoy pensando en convencer a mis padres de vender la casa de la playa, con ese dinero llegamos a donde sea y montamos nuestro propio espectáculo. —Aplaude para espabilar ideas nuevas—. No es mala, ¿por qué no ir nosotros en persona y mostrar nuestra música? A la antigua.
—¿Sí sabes que esa casa no se venderá de un día para otro?
—No, pero cuando se venda, pago el préstamo que puedo pedir.
—¿Otro? por favor —se cruza de brazos—. Quédate quieto, confía en ella, tengo la certeza de que sabe lo que hace. Lamentablemente para ti, hay cosas que solo se construyen con tiempo.
—Necesito acción, necesito movimiento. —Bufa estresado, se masajea el rostro—. Este último mes ha sido lento, no es el ritmo qué deberíamos mantener, y no me conformo con algo nacional.
—Por ahora me parece bien, hay varios estados en la lista que tienen lugares que me gustaría visitar, y fíjate que nunca he ido. —Manuel observa la ventana, ya es de noche—. Apenas estamos comenzando el año y tenemos buen ritmo, deja de ser azarado.
—Demasiado lento.
—No —niega con certeza—, tú tienes una vida vacía, creo que todos estamos agotados de estos últimos eventos. Me haces extrañar las noches de cine en familia, y mira que no me gustaban —ríe.
—Dudo que a Sam le guste ver películas contigo. —Santiago revisa su celular, por ansiedad, no tiene nada nuevo.
—Hablando de ella —se fija en su reloj—, me está esperando en casa de su amiga.
—Por eso te quedaste, ¿para hacer tiempo? Y yo pensé que te importaba.
Manuel se limita a sonreír y se despide con un gesto de mano. Santiago suspira junto al sonido del ascensor. Otra vez se encuentra solo en casa, la rutina de cada noche. Esta vez no siente cansancio. El ajetreo del ejercicio, ensayos y reuniones, se han vuelto rutinarios, por lo que ya no bastan para drenar sus energías, ni agotarlo.
Entra en el estudio, busca la pista en la que está trabajando. Todavía le faltan instrumentos por agregar, y sobre todo la voz, la cual quiere dejar para el final, con la excusa de seguir escuchándola a ella. Reproduce el video, se coloca los auriculares. Hoy se va alternar entre el piano y los arreglos faltantes de guitarra. Aún no comprende por qué quiso versionar esta canción. Sin embargo, es una meta que le hace ilusión, es como si estuviera convencido de que ella lo va a escuchar, y no solo eso, desea que ella quiera escucharlo.
Mientras recorre las teclas, se le ocurre la idea de agregar ornamentos. En su cabeza se escucha bien la mezcla pasiva agresiva de instrumentos. Sonríe divertido con las demás ideas que le vienen, este es el momento en donde más disfruta de la música, cuando hace lo que Hamel llama «magia».
Alicia revisa las noticias, levanta el celular con los brazos estirados al aire, sonriente y atenta a la pantalla. Esta vez encuentra muchos comentarios positivos. Cuando Rylan entra al cuarto le muestra, pero este la ignora como de costumbre y sigue de largo, directo al armario.
—A la gente parece encantarle que en los conciertos las canciones suenen diferente a las grabaciones. —Revisa de nuevo, para cerciorarse—. Sí se escuchan diferentes, ¿qué es lo que hacen?
—En los ensayos siempre inventamos arreglos, para crear dinamismo. —Termina de vestirse—. En el escenario fluimos según la vibra —mira el techo, algo confuso—. No sé cómo explicarte, a veces dan ganas de gritar, otras de cantar suave…
—Entonces —ella frunce el ceño, confundida—, ¿por cada canción tienen, por decir, tres versiones?
Rylan alza los hombros, parece que ella lo dedujo bastante bien.
—¿No es cansado? Digo, son diecisiete canciones, si cada una tiene tres versiones…
—No, en realidad no cambia tanto… creo —duda—. Lo que sí es que no consigo como resolver la ansiedad que me da. —Se masajea el cuello, donde la tensión del estrés se le acumula.
—Ah, ¿la de antes de los conciertos? —deja el celular en la cama—. ¿Le has comentado a la doctora?
—No quiero pastillas. Ni remedio naturales, no quiero tener ningún ritual.
—¿Y no dormir nada antes de los conciertos no es un ritual? —ríe al abrazarlo—. No es sano que hagas los eventos sin dormir.
—Es que no sé manejar esa ansiedad.
—¿Puede ser por el cambio de horario? —piensa mientras pasea la vista por la costura del cuello de él—. ¿O te pasaba antes? Es que desde que intentas dormir de noche te he visto más cansado.
—Tengo qué, los próximos viajes tendré que estar despierto durante el día, ojalá pudiera hacer que todos se adapten a mí —sonríe, le encanta verla concentrada—. ¿Y tú? ¿Qué harás quedándote sola aquí?