Escucha los pasos ir y venir de un lado a otro en la habitación. Los diseños terminados están expuestos en fila , sobre maniquíes, delante de ella. Trajes negros, algunos de imitación de cuero, otros de latex. Figuras definidas, que juegan sobre la fina línea de la sensualidad, de mostrar poco pero suficiente. Ahora que los observa, ya listos, le resulta diferente a lo que esperaba. Se siente distinta, se siente rara.
—Esto no eres tú —dice al fin la señora de lentes que caminaba de un extremo a otro, observando minuciosa cada diseño—. Es hasta asqueroso.
—Mamá, por favor —Alicia se desanima, no esperaba tanta crueldad disfrazada de sinceridad.
—Ni se te ocurra publicar esa línea, arruinará por completo tu público. —Se para frente a su hija, le acaricia el rostro con ternura—. Mi cielo, ¿dónde quedó tu esencia? Esta ropa de zorra solo es un alocado intento de llamar la atención, por favor, no tienes que responderle a nadie, ni mucho menos necesitas rebajarte al nivel de otros.
—Lo sé. —Los diseños se tornan tristes al lado de esas palabras.
—Te dije, que si te dejabas llevar por Ana, te iba a manipular. —Se sirve una taza de té—. Y mira lo que pasó, las dos se pusieron a jugar a la banda de rock, esto no más que un resultado patético, un sabotaje a ti misma y a tu marca. —Presta atención a la figura inmóvil de su hija, la observa desde atrás—. De seguro a él le encanta, ¿no es así? Cariño…
—No —interrumpe—, a él tampoco le gustaron.
—No me malinterpretes, en cuanto a calidad de diseño y confección están perfectos, solo que no eres esto —señala el último traje, el más atrevido—: una puta en busca de miradas.
—Mamá, ese no es el tema.
—Sea lo que sea, se nota demasiado tu intención, y no —sopla el té, a la vez que toma asiento—, no necesitas mostrarle a nadie que sigues siendo auténtica. Esto —vuelve a señalar, esta vez toda la colección—, es precisamente decir lo contrario.
Alicia suspira con tristeza. Sabía que tanto esfuerzo no sería de provecho. Tuvo que luchar contra sí misma, y todos se lo decían, pero tenía que hacerlo.
—Ahora me conocen como la novia de Mar de Sales, mamá. —Se sirve una taza—. Volví a publicar mis historias de siempre y ahora resulta que nadie sabe quién soy… —toma asiento—. Detesto que me acusen de colarme en la fama de otros.
—Tonterías, si fuiste tú quien los impulsó a donde están ahora. —Cruza las piernas, molesta, y bate su cabello al aire—. Te lo dije, que ese muchacho es problemático, solo tienes que darte cuenta de cómo tenía a la pobre de Olivia, manipulada. Y te lo hará a ti, ya vendrás llorando, pero siempre fuiste de esas que necesita estrellarse para aprender.
—Mamá, por favor, ya hemos hablado de eso. Que yo fui la que le insistió, y yo me casé porque quise.
—Esa es la magia de la manipulación, cariño, que no te das cuenta de nada y juras que todo es por decisión propia.
—Qué Rylan no es así, ¿cuándo le vas a dar aunque sea una oportunidad?
—Me hierve la sangre que te vean la cara de tonta. —La observa con suma preocupación—. Eso de ponerte en la portada, ¿qué te ha dejado? ¿No han sepultado más tu nombre?, como si ahora todo lo que has construido se lo debes a esa banda. Además de las niñatas que vienen buscando mercancía de esos aprovechados.
—Son solo cosas que se han dado sin querer…
—Por supuesto, dejaste tu carrera a un lado por él, y de pronto hasta le consigues los contactos para triunfar, ¿y tú?, te quedas acá, intentando retomar lo que te fue quitado, ¿por qué tendría que costarte tanto si no fuera el caso?
—Rylan no hizo esto a propósito… —duda, todavía le cuesta decir que le ha perdonado el hecho de irse de casa aquella vez, ahora está justificado, pero la soledad es la misma.
—Ay, mi cielo, ¿qué hice para que fueras tan ciega? Te juro que si hubiera sabido las secuelas que dejaría ese holgazán, lo habría echado de casa mucho antes.
—¿Cómo así? ¿No se supone que se fue por otra mujer?
—Sí, porque yo lo retenía —suspira—, tenía la tonta creencia de mi madre, de mantener un hogar unido cueste lo que cueste.
—¿Y con este otro las cosas no parecen salir bien? Ya que has vuelto a la casa, cuando se supone que es mía —le lanza una mirada amenazante pero divertida.
—Todavía sigo aprendiendo, mi niña. Los hombres son un caso perdido, por eso te dije, que todo lo tienes que hacer tú, no esperes por ese príncipe azul, eso no existe.
—Ah no, yo si tengo a mi príncipe azul —ríe satisfecha—, y lo extraño un montón.
—Por supuesto, ya veremos qué piensas de él después.
—¡Mamá!, pero deséame el bien, no puedo con tus malas vibras —ríe, sabe que es una discusión que nunca va a ganarle.
Antes de cerrar, en la noche, recoge cada traje. Es un hecho que está línea no saldrá a la venta, ni mucho menos verá la luz. No tiene nada preparado para unirse al próximo festival de verano. No quiere gastar sus horas y sus días junto a su esposo en cuestiones de trabajo.
—A menos que… —murmura pensativa, desliza su dedo sobre la brillante tela. «Si le sale otra gira» las palabras quedan colgadas en su mente.
Otro tiempo a solas podría ser provechoso para retomar los viejos diseños y continuar con ellos. Pero no sabe si podrá aguantar otra temporada sin escucharlo, recibiendo pocos mensajes, y sumergida en ese silencio abrumador que le espera en casa.
Al principio era fácil, el tiempo volaba con rapidez mientras trabajaba arduamente en recuperar su lista de tareas. Volvió a grabarse haciendo los tutoriales pendientes, comentó y dió su opinión sobre desfiles pasados, de los que muchos de sus seguidores esperaban con ansias su reacción. Pero a medida que avanzaban los días, las palabras se enfriaban de manera gradual, así como crecía el vacío en casa. Las rutinas pasaron a ser solo eso, las películas ya no le hacían sentir nada nuevo. Las horas de la tarde pasaban con absurda lentitud mientras observaba la puerta. Sin querer, se encontró enfrentando su mayor temor: estar sola.