Cierra los ojos, acostada en la cama, espera a que su respiración agitada, se normalice. La tarde es perfecta. Solos en casa, después de tanto tiempo. «Tres meses» repite la voz dentro de sí. «Ahora, tres meses más, de nuevo» saca cuentas del tiempo que tendrá que esperar para tenerlo por completo, por un momento, ya que después tendrá que volverse a ir. Rylan entra al cuarto y se acuesta a su lado, relajado, luego de una ducha. De inmediato la besa con dulzura. También extrañaba estar en casa.
—A veces me pregunto si me tenías hartas ganas o solo se te antojaba de tanto mojar bragas.
—Bien, eso rimó —sonríe con ironía—, pero no entiendo a qué viene eso. —La abraza, ella trata de zafarse, pero al final desiste ante su fuerza—. No te vas a escapar luego de lanzar tremendo comentario, explícate.
—No —ríe avergonzada, de nuevo intenta soltarse—. Es que, por favor.
—Obvio que te tenía ganas, es obvio que te deseo y te extraño.
—Lo sé —esconde el rostro bajo su mentón—, te vi cantar perdón y la cámara enfocó a unas chicas y…
—¿Y?
—Fijo se iban a tocar esa noche.
—Alicia por favor —ríe—. Yo lo menos que voy es pensando en eso.
—¿Me lo prometes? —le acaricia.
—Me subo al escenario con sueño, medio paranoico con tanto escándalo —vuelve a reír, se siente a gusto, quiere guardar por siempre este momento—. Además, si no fuera por la adrenalina y todo eso no creo que pudiera, es como un disparo de emoción que me vuela la cabeza.
—¿Un cambio de cables? Una vez lo explicaste así.
—Algo así, como si en el escenario tuviera otro tipo de batería, que no son las mismas, pero son limitadas. ¿Sabes que hago al terminar? —La abraza con más fuerza.
—Ay, ¿qué? —lo empuja.
—Dormirme pensando en ti.
—Por supuesto, te voy a creer —le tira la almohada cuando por fin logra zafarse—. Teniendo tantas escuálidas para elegir.
—¿Escuálidas? —ríe fuerte—. ¿Pero desde cuando tan celosa?
—No soy celosa.
—Ajá —asiente—, repítelo hasta creértelo.
—Es que… —suspira, sentada en la cama, se siente como una niña caprichosa—: no te vayas por tanto tiempo. —Hace un puchero triste.
—¿Cuánto tiempo es el indicado para ti? ¿Cuánto debe durar una gira?
—Una semana, aguanto una semana sin ti, pero una sí y otra no.
—Ay amor, creo que ya es tarde para esas peticiones… —se desploma, estira las piernas y brazos al mismo tiempo—. A mí me ayudaría mucho tenerte en esos momentos, si lo miras bien, serías como ese sedante que me hace falta.
—¿Y cómo trabajo desde allá?
—No lo sé, no te pido que lo hagas.
—¿Seguro? Eso sonó como una de esas ideas al aire, “como quien no quiera la cosa” —se levanta molesta—. Mi trabajo no es menos importante que el tuyo.
—¿Quién está diciendo eso?
—Sí, por supuesto, ganas más y vas a ganar más, ahora es que realmente comenzarás a cobrar bien, pero lo que yo hago también lleva el mismo esfuerzo —alza la voz.
Rylan, se levanta asombrado, toma asiento en la cama y se queda en silencio. Pasmado e intentado decir algo apropiado, pero esta explosión repentina no se la esperaba.
—Este… —no tiene palabras.
—¿El que calla otorga, cierto? —se cruza de brazos, la molestia crece con cada segundo que pasa.
—¿De dónde sacas eso? —niega—. Es injusto y lo sabes.
—¿Qué? ¿Acaso no te puedo reclamar? ¿Qué esperabas? ¿Que deje mi trabajo para estar contigo y todo estará bien, amor?
—Alicia, yo no quise esto, y solo fui sincero, así como tú me acabas de insinuar lo mismo. —Se tapa la cara, estresado—. Dejemos esto aquí, por favor.
—Sí, así será. —Busca dentro del armario un par de prendas y se encierra en el baño dando un portazo.
«Con que era eso» los pensamientos comienzan a conectarse. Rylan no entendía por qué permanecía callada. Durante la semana no habló demasiado, cuando es ella quien tiende a dar temas para hablar, siempre con la primera palabra. Se acerca a la puerta del baño, toca mientras le habla:
—Creo que tenemos un malentendido.
—¿Cuál? —abre, ya cambiada, lista para salir.
—Yo no te estoy pidiendo nada, ni mucho menos te voy a exigir, ¿si recuerdas? Escogí esto en contra de lo que quería.
—¿Y qué querías tú?
—¿En serio? —se abstiene de responder, en su cabeza suena demasiado hiriente.
—Lo siento —de inmediato se desvanece su molestia, pasa a la tristeza en un instante—. Detesto ser la chica de Rylan…
—Bueno —exhala despreocupado—, podemos arreglarlo, haciendo nuestro matrimonio público.
—No —niega asustada—, eso será peor.
—¿Qué?
—No, ya puedo imaginarlos, quedaré como la tóxica, loca, y posesiva, no, no, para nada quiero eso.
—No entiendo —Rylan se presiona la frente—, pensé que el problema era sentirte mi chica, ¿no querías ser mi esposa?
—No, ese no es el problema —sopla, de pronto se le revuelve el estómago—. El problema es que me conozcan por ser tu pareja y no por quien soy… Yo estaba primero y no es justo.
—Alicia… —Respira profundo—. Eso es una tontería, ¿a quién le importa de dónde vienen y por qué? ¿No? —ríe aliviado.
—A mí me importa. —Se marcha, antes de salir dice—: tengo unos pendientes en la tienda.
«Tiene que haber más, por supuesto que tiene que ser otra cosa» se convence de que ella no es esta niña caprichosa que acaba de ver. Pero los recuerdos le juegan mal, justamente esa actitud es la que veía antes, cuando dudaba de su amor por él. «Solo necesita tiempo y espacio» se dice, decide confiar y no poner palabras que nadie dijo. Ella no será capaz de olvidarlo, ni mucho menos desecharlo como un deseo que ya no quiere, es lo que él prefiere pensar.
Tocar la batería es la mejor manera que tiene para drenar cada sentimiento al que no se quiere enfrentar.
Este regreso le sirvió para seguir trabajando en la pista. Le falta la voz, la ha grabado por décima vez y algo no le cuadra. Ninguno de los arreglos que hace le gusta. La última versión fue la mejor, pero todavía siente que le falta un toque, y se frustra al no saber cual es. Escucha con atención el video, otra vez. Tirado en el suelo viendo el techo de la sala. Todo está a oscuras, con varias latas de cervezas arrimadas a un lado, y la cabeza perdida en la melodía de su voz.