Mar de Sales

Por uno pagan todos

Ríe internamente al ver a la gatita perseguir las hojas secas movidas por el viento. Esta es la última salida hasta nuevo aviso, hasta dentro de tres meses que pueda volver. Extrañaba este lugar, el menos favorito de muchos pero apreciado por Rylan. En el cementerio no hay ruido, no encontrarás mucha gente, a menos que sea uno de esos días, donde sobran los llantos y los gritos desgarradores. En este momento, cuando sopla una ligera brisa en medio del silencio, cierra los ojos y respira profundo para disfrutar mejor el hecho de estar vivo. Conectar con la naturaleza siempre fue algo importante para él, lo relaja, le trae la calma y a la vez le recuerda lo pequeño e insignificante que se lucen sus problemas al compararlos con la inmensidad del mundo.

—Auch —se queja, Papu ha saltado a morderle la mano—. Estás feliz… —le sigue el juego, dejándose morder y rasguñar el brazo entero.

«¿Qué voy a escribir ahora?» se pregunta. Pierde su mirada en los pasos rápidos de su mascota. Le saca una nueva sonrisa al verla revolcarse entre las hojas. «Lo más importante, ¿qué voy a hacer con Alicia?» de inmediato acompaña el pensamiento con un rostro de preocupación. No quiere irse sin antes llegar a un acuerdo. Está consciente de lo que ella sufre en soledad, y que sigue presente el sabor amargo que dejó su último arranque de depresión. Todavía se cuestiona muchas cosas, no son pensamientos que desaparezcan de un día para otro, pero también es cierto que en estos momentos se encuentra en paz consigo mismo. Reconoce que la rutina es la mejor forma de lidiar con sus constantes cuestionamientos, su mente se pierde con facilidad entre ensayos, eventos, hasta los momentos de estrés y de agobio aportan un escape, como también las cámaras, las grabaciones, sesiones de firma de autógrafos, entrevistas. Solo recordar el itinerario le da dolor de cabeza.

Regresa a la casa justo cuando cae la lluvia. Alicia no ha llegado aún, por lo que aprovecha para inventar en la cocina y recibirla con una sorpresa, sabe que a ella le fascinan, a diferencia de él. Por curioso que parezca, le sale mejor la repostería, al menos controla un par de recetas que no son difíciles. En un tazón echa cuatro cucharadas de mantequilla, media taza de azúcar y una taza y media de harina. Con agilidad revuelve todo hasta conseguir una masa. Mete en el horno su galleta tamaño pastel.

Hoy es su último día, mañana le toca partir en la tarde. Tiene todo listo, el equipaje, las ideas, las notas guardadas, esas que va coleccionando para acumular detalles, por si le sirven para alguna canción. Pero todo puede cambiar en un instante, gracias a una propuesta que le ronda en la cabeza. Esta experiencia le ayudó a recuperar estabilidad emocional y mental, se ve capaz de comenzar de nuevo, mucho mejor que cuando llegó a este sitio.

—Llegué —Alicia avisa al entrar—. No veas como se abarrotan las diligencias.

—Tú tranquila, yo nervioso —la recibe con una amplia sonrisa.

—¿A qué huele? —observa el horno, para confirmar sus sospechas—. Oh, ¿pero hace cuanto que el señor no tocaba la cocina? —bromea.

—Te tengo una propuesta.

—¿Si? —deja su bolso sobre el mesón, y las llaves del auto en su lugar. Se le acerca en busca de un abrazo—. ¿Cómo quieres pasar tus últimos momentos conmigo? —susurra achicopalada.

—Que dramática, ni que no nos fuéramos a ver más —respira su aroma—. ¿Qué tal si dejo todo?

—¿A qué te refieres? —le mira el rostro con extrañeza.

—Me quedo contigo, vuelvo a trabajar por mi cuenta y dejo la banda —propone, sin dejar de sonreír.

—No, ¿estás loco? —se aleja—, ¿y que luego me culpen a mí? —niega, molesta—. Ya eres muy famoso como para desaparecer, ya no hay vuelta atrás.

—Es drástico pero no imposible.

—No…

—Es similar a cuando llegué, ¿te acuerdas? Esta vez no dejaré que me afecte, creo que tenías razón, si no me hubiera encerrado no habría escalado de esta manera.

—No, Rylan, ahora es diferente. —Suspira agotada—. Es que precisamente por eso te dije que no puedes vivir alejado de las redes. No estás consciente de cuánta gente te conoce y habla de ti, y no solo aquí, ya no es un rumor de pueblo ni mucho menos de ciudad. ¿Crees que una gira internacional se la dan a cualquiera? —Niega incrédula—. ¿Se te funden las neuronas por no dormir?

—Tienes un buen punto —comenta pensativo—... pero es algo que va a pasar.

—No y no. —Toma de regreso su bolso—. Cada quien sigue en lo suyo…

—¿Segura? ¿Me prometes que nuestra relación no va a cambiar?

Suena el horno, ya la galleta está lista.

—No me gusta prometer… —ella sigue envuelta en la duda.

«Pero has prometido muchas cosas» Rylan prefiere guardarse el pensamiento, y no decir nada más. Todavía queda la noche.

—¿Qué película quieres ver? —Abre el horno—, podemos ver algo interesante mientras pellizcamos esto.

—Elige tú, yo por hoy no quiero pensar más —exhala antes de entrar a la habitación.

Un escalofrío le recorre, puede que sea una bajada de tensión. No lo sabe, solo reconoce que está demasiado cansada, tanto como para no elegir, después de todo a ella le encanta seleccionar las películas. Quizás tres semanas no ha sido el tiempo suficiente para meditar y llegar a un acuerdo. Niega para esfumar los pensamientos. «No tiene por qué existir un problema, no lo hay» se convence. Es como dice: «cada quien en lo suyo», no le debe buscar mayor significado a esas palabras.

En la noche Rylan hizo el esfuerzo por dormir, para aprovechar la mañana junto a su esposa. La acompaña en la cocina en silencio, observándola de espaldas, moviéndose de un lado a otro, concentrada en preparar el desayuno. Quiere grabar en su memoria cada partícula de ella, la danza de su largo y liso cabello que lo hipnotiza, que lo lleva a detallar cada vez más abajo. Suspira al estar consciente de la falta que le hará.

—Estaba pensando que podríamos tomar un par de días de vacaciones —Rylan taladra los dedos en el mesón—, que tal si te tomas un vuelo y llegas conmigo, ya que tu cumpleaños será en medio de este viaje…




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