Mila
Qué gusto estar en casa. Parezco de cincuenta años, pero acurrucarme en mi cama por la noche es de los mejores momentos del día.
Apenas llevo dos días de clases pero no puedo distraerme.
Abro la laptop.
Email: vacío.
LinkedIn: igual.
La cuenta bancaria no miente: $847.
Necesito dinero para visitar Stanford.
Scroll. Scroll. Scroll.
"Senior Developer - Miami"
"Full Stack Engineer - Fort Lauderdale"
"Software Architect - Miami Beach"
Todos en Miami, todos a tiempo completo. Más de una hora de manejo cada día. Ni loca.
¿Qué tonta fui pensando que en este pueblito alguien buscaría programadores?
Y entonces.
“Junior Software Engineer – Driftwood.”
Abro la descripción.
“Duración: 6 meses, medio tiempo. Buscamos programador full stack con conocimientos de procesamiento de video e inteligencia artificial.”
No me lo creo: es perfecto.
Sigo leyendo.
“...trabajo presencial dos días a la semana. Empresa: Hotel Ocean Breeze Resort”
Me quedo mirando la pantalla. El nombre brilla y mi corazón se hunde.
El hotel de los Mercer. Por supuesto que el trabajo perfecto está en el hotel de ese imbécil.
Cierro la laptop de golpe. Me dejo caer sobre la cama.
—Acá tienes tu ropa limpia —entra mamá con el bulto en la mano—. No la dejes una semana en la silla, ¿sí?
La deja en la esquina y me mira.
—¿Qué te pasa?
—Nada, estaba buscando trabajo.
—¿Y? ¿Encontraste algo?
—Sí, pero no voy a aplicar.
—¿Por qué no?
—Es… complicado.
Me mira como si ya lo supiera.
—¿Puedes contarme?
—Es en el hotel de la familia de Kai. Buscan un programador para un proyecto.
—¿Y? —dice con calma.
—¿Y? Mamá, ese chico no me soporta. No puedo trabajar ahí.
—¿Pero lo viste? A lo mejor solo fue un malentendido.
—Como sea, el punto es que no puedo —le dejo claro.
Suspira
—¿O no quieres darle la satisfacción de pensar que necesitas algo de él?
Directo en la llaga, mi madre tiene esa costumbre. Me quedo callada.
—Mila, ese proyecto es perfecto para ti. Está cerca de casa, te da experiencia y sería un punto fuerte si haces la entrevista de Stanford. No dejes que un chico arruine tus oportunidades.
Tiene razón. Como siempre.
—Y si Kai tiene algún problema —agrega— que lo maneje él. Tú no hiciste nada malo.
Me muerdo el labio porque sí hice y ambos lo sabemos.
—Ok. Voy a aplicar.
Abro la laptop cuando mi madre sale.
Click en “Easy Apply”.
Hecho.
Ojalá no me arrepienta… y si lo veo, seré profesional, puedo hacerlo.
Creo.
***
Kai
—Cuando terminemos, me tiro al agua —dice Manu, secándose la frente—. Este calor no es normal.
Estamos bajo la caseta del muelle, en la sombra. El sol pica demasiado.
—¿Quieres ver los equipos o qué? —le pregunto.
—Sí, ya me tienes intrigado, tanto hablar de ese proyecto.
Le muestro las cámaras sumergibles, los trípodes reforzados, las boyas con transmisores.
—Es para un livestream submarino —le explico—. Queremos transmitir desde el arrecife hacia la web.
Si funciona, podría servir para conservación marina. Y por primera vez, sería un proyecto mío.
—Wow, eso es increíble.
—Lo será cuando encontremos un programador —suspiro—. Necesitamos alguien que entienda de video, IA, optimización…
—Suena complicado.
—Lo es.
Manu se sienta a mi lado.
—¿Ya encontraron a alguien?
—No, mi madre está entrevistando.
—¿Y ya hablaste con ellos sobre la UM?
—No les he dicho.
No sé si voy a conseguir la beca.
Y si no la consigo...
No voy a discutir por gusto.
—El hotel puede esperar —dice Manu.
—No estoy seguro de eso. —respondo y cambio el tema rápido— ¿Y tú, seguro con lo del viaje?
—Sí, con Carlos. Ya tenemos todo planeado —se nota su emoción— Un año fotografiando el mundo.
—Qué bueno —le digo dándole una palmada.
Al menos a alguien le funciona lo de estar en pareja.
—Y tú, Don Juan, ¿algún mensaje misterioso últimamente? —bromea.
—Basta Manu.
—Solo digo… la viste en clase tres días seguidos.
—No ha cambiado nada.
—¿Seguro?
—Segurísimo.
Me mira en silencio y sé que no me cree.
—Y entonces —se ríe—, ¿vamos al agua o qué?
Nos tiramos al agua. Flotar me quita problemas.
Desde el fin de semana no logro flotar.
***
Mila
Ring. Ring.
¿Qué suena?¿Apaguen esa alarma, por favor?
Uff, es mi móvil en la mesilla.
¿Quién llama tan temprano?
—Hola, ¿hablo con Mila Ortega? —una voz femenina al otro lado.
—Sí, soy yo.
—Soy Teresa Mercer, del Hotel Ocean Breeze. Llamo por tu aplicación al puesto de Junior Software Engineer.
Me siento de golpe. No me lo creo.
—Sí, claro.
—Queríamos entrevistarte. ¿Cuándo podrías venir?
—¿El lunes por la tarde?
—Perfecto, a las cuatro. Nos vemos entonces.
Cuelgo. Me quedo mirando el teléfono.
Lunes.
Entrevista.
Teresa.
Hotel Ocean Breeze.
Grito en la almohada. No sé si de emoción o de pánico. Probablemente ambas.
—¿Estás bien? —grita mi mamá desde la cocina.
—¡Sí! —respondo— ¡Tengo entrevista!
—¡Sabía que aplicarías!
Salto de la cama. Esto se puso serio.
Kai no trabaja ahí. Es el hotel de su familia, pero él tiene sus cosas, sus jet skis, su ego.
¿Qué tan probable es que me lo cruce?
Abro Instagram. Su perfil está lleno de fotos del mar, del muelle, de Manu y Arlo. Ninguna en el hotel.
Perfecto.
Editado: 26.11.2025