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7. Profesionales

Mila

Primer día. Jueves. Tengo que estar a las tres.

—Sí, mamá, ya salgo para el hotel—le digo al móvil.

Abro el candado de mi bici en el parking del Instituto.

—¿Ya estás mejor? —pregunta—. Me quedé preocupada esta mañana.

Sé que se preocupa, casi siempre hablo con ella y es probable que le cuente pero hoy no podía. Contarle lo hace más importante y no quiero que lo sea.

—Ya estoy bien —le digo para tranquilizarla— luego hablamos, no te preocupes. Sabes que eres mi paño de lágrimas favorito.

Sonríe. Siempre lo hace con mis chistes malos.

—Está bien, mi vida, regresa temprano.

—Ok, mamá, te quiero.

Cuelgo. Escucharla siempre me alivia el alma.

Guardo el teléfono.

Estoy por subirme a la bici cuando escucho a lo lejos:

—¡Mila, espera!

Lena corre hacia mí, agitada.

—No te he visto hoy… —me dice mientras toma aire otra vez— me quedé preocupada anoche. ¿Cómo estás?

Debí responderle los mensajes, pero no tenía ganas de recibir consuelo aunque la intención fuera buena.

—Estoy mejor —le digo—. No bien, pero tranquila.

—Me alegra verte tranqui —me dice— ¿Vas para el hotel ahora?

—Sí, justo salía.

—¿Estás lista para verlo?

Estoy lista. Casi ocho horas de preparación anoche. Qué decirle, cómo saludarlo, cómo comportarme.

Las teclas de mi laptop sufrieron bastante. El código que escribí probablemente no funciona. Pero la rabia salió de alguna forma.

La decepción... Esa no se va tan fácil.

—Sí, estoy lista —le digo—. Soy profesional.

Se ríe.

—Oki. Nos vemos luego, entonces.

Nos despedimos. Subo a mi bici. Quince minutos bajo el sol.

Genial.

No puedo llegar tarde en mi primer día.Ya va a estar incómodo. Mejor llegar a tiempo.

* * *

Kai

Miro mi móvil: faltan cinco para las tres.

Cada tarde de mi vida en esta terraza y hoy no sé cómo sentarme.

Mila está a punto de llegar.

Abro mi laptop. Busco las referencias de sitios web para el proyecto. Tengo todo listo.

El proyecto, al menos. Yo... eso es otra historia.

Hacía mucho que no salía de mis casillas. Ella tiene ese poder. Para bien y para mal.

Cada palabra que le dije se sintió bien. Hasta que vi su cara.

Era lo que quería. ¿No?

Entonces por qué me duele el estómago.

Las tres. Ahí está Mila.

Estaciona su bici al lado de la entrada de servicio.

Vino en bici. Con este sol.

Mechones pegados en la frente y una gota de sudor corre por su cuello. No puedo dejar de mirar. Esto va a ser difícil.

Camina hacia la mesa donde estoy sentado.

Me levanto.

—Hola —le extiendo la mano.

Mira mi mano, veo ojeras. Yo también tengo. Le toma unos segundos responder.

—Hola —me clava los ojos, toma mi mano, la suelta rápido.

Me duele el cuerpo.

Bajo la mirada.

—Siéntate donde prefieras —le digo.

Hay dos sillas en la mesa. Y un sofá a un lado. Estoy en el sofá.

Se sienta frente a mí en la silla más lejana. Saca su laptop.

—¿Quieres algo de tomar o de comer? —le ofrezco.

—No, gracias.

Sé que al menos necesita agua.

—Voy a por agua, ya regreso. —le digo.

Voy hasta la cafetería que está apenas a unos pasos.

Ella abre su laptop. Se recoge el pelo en una coleta. Se pone sus lentes. Es la primera vez que la veo con ellos.

Regreso con dos vasos de agua. Le pongo uno a su derecha en la mesa.

Ni siquiera lo mira.

Ni un "gracias".

Nada.

Su amabilidad era irritante… Su indiferencia es peor.

* * *

Mila

No puedo mirarlo sin que note que no dormí anoche. Un vaso de agua no borra las palabras de ayer, dolió demasiado.

—Entonces, la idea es hacer un sitio web —le digo mirando a mi laptop—. ¿Has pensado qué información van a incluir, además de la transmisión de las cámaras?

Está en el sofá al frente, sé que me mira fijo. Me está quemando más que el sol en la bici.

—En realidad, el hotel ya tiene un sitio web. Este sería un sitio nuevo dedicado a experiencias y la transmisión de las cámaras —responde— pero queremos que se vea igual que el sitio del hotel por temas de marca. Ya sabes.

Parece que lo tiene claro. Eso va a disminuir las horas de trabajo con él.

—Ok, ¿cuáles son las experiencias que quieren incluir? —pregunto.

—Excursiones en kayak y jet ski, paseos en bote y puntos de freediving.

—Perfecto —tomo notas.

Conversamos por un rato sobre las páginas que tendrá el sitio, la tecnología que utiliza el sitio actual, los datos que necesitamos en las reservas y los sistemas que debo integrar.

Mientras hablamos, armo un Miro (Home, Cámaras live, Reservas, Experiencias), defino componentes y dibujo el flujo de reserva en tres pasos.

Su voz es la misma de siempre: grave, segura. Como si anoche no hubiera pasado.

Me concentro en la pantalla, en las ideas, en cualquier cosa que no sea él.

—Tengo bastante por ahora —le digo—. ¿Me das unos minutos para organizar todo?

—Claro, lo que necesites.

Diseñar y programar me hace olvidar todo. Somos solo mi laptop y yo. Estoy tan centrada que no sé qué está haciendo él.

Media hora después, termino de organizar el mapa del sitio.

—Ya está listo ¿Podemos revisarlo?

Esas sombras negras en sus ojos lo delatan. No pudo dormir tampoco. Tan incoherente.

—Dale, vamos a revisarlo —se sienta en la silla a mi lado.

La mueve más cerca.

Aléjate.

Huele igual. A sal y algo más que no puedo identificar, algo que es solo él.

Se inclina en la mesa con los brazos cruzados.

Incómodo.

Yo también.

—Bien —digo, mirando la pantalla— Te muestro el mapa.

Le explico la navegación y flujos. Noto que hay cosas que no entiende, me detengo para explicar mejor.




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