Mar en versión beta

11. Alguien más

Mila

Caminamos por el pasillo de servicio del hotel, y Kai va tan rápido que casi tropiezo con la alfombra.

He recorrido tantas veces cada parte del hotel, pero nunca me canso del olor a sal y la brisa permanente que entra por el final del pasillo.

—Kai afloja el paso que si se me cae la laptop tendré que prostituir mi código en Fiver—le digo con la laptop en la mano.

—¿Para qué la traes abierta? Es ganas de correr riesgo. —Aligera el paso y me espera.

—Estoy compilando, toma su tiempo.

—Ok, acá está todo. —Se detiene frente a una puerta: “Almacén”.

Entra, se ve todo oscuro. Genial, justo lo que quería: un capítulo de terror a las tres de la tarde.

—¿Me ayudas o qué? —grita desde adentro.

—Mmm, espera, ya terminó esto, ahora voy.

Cierro la laptop y la guardo en mi mochila. Entro y ya Kai había encendido una pequeña luz amarilla que cuelga del techo. Camino hasta donde está él, sentado en el piso con dos cajas.

—¿Qué pensabas que te iba a atacar un pulpo gigante acá adentro? —se ríe.

—Mira quién amaneció chistoso hoy. Hace dos semanas no te reías tanto.

Se ríe un poco más.

—Es que alguien estuvo molestando a los manatíes y me puse de mal humor —dice mientras revisa cámaras y trípodes.

Recuerdo y sonrío.

—Listo, ya tengo lo necesario para probar la transmisión —me dice y estira la mano.

Dudo por unos segundos. Sujeto su mano y lo halo hacia arriba, como si tuviera la fuerza realmente para levantarlo.Se levanta de un tirón y quedamos muy cerca; antes sus labios habrían quedado alineados a los míos, pero ahora mis ojos están apenas a la altura de su cuello.

Por Dios, cómo ha crecido.

La vena en su cuello va a millón.

Miro hacia arriba, está enfocado en mí.

Nuestras manos aún no se sueltan, están enredadas, suaves, contando segundos.

Siento su respiración y me obliga a dar un paso.

Me estiro, estoy de puntillas.

—No sabía que los pulpos ahora venían en forma de chico guapo.

Se le escapa una sonrisa.

—Cuidado, podría atacarte.

Sonrío. Me acerco a su oído. Le surruro:

—Cuidado los pulpos no saben soltar.

Suelta mi mano.

Damos un paso atrás.

Sé que el aire debe oler a polvo y sal. Pero sigo sintiendo su olor.

—¿Vamos a … a la playa a probar la cámara? —dice con voz suave.

Aprieta la mano por un instante. Yo junto las mías y se siente cálido.

—Claro, te ayudo con esto. —me agacho y tomo la cámara y el trípode.

Él recoge lo demás y caminamos hasta la playa. Se escucha cada paso, hasta que el sonido leve de las olas sobresale.

Era más fácil cuando me ignoraba; ahora que podría ser real, no puedo escapar.

***

Kai

Nos sentamos cerca de la orilla, alejados del muelle. Mi mano derecha aún cosquillea.

Monto la cámara en el trípode y la conecto a la boya. Mila vuelve al código y no levanta la vista.

Mejor así.

—Todo conectado, ¿lista para la prueba?

—¿Tengo que hacer algo? —pregunta.

—Te aviso cuando esté activa la cámara para que verifiques que está transmitiendo.

—¿Cuál sería la URL?

—Te la escribo. ¿Me dejas?

Asiente. Me acerco, giro un poco la laptop que tiene sobre sus piernas. Tecleo la URL.

—Ahora está vacía, cuando te diga refresca la página.

—Listo boss. —suelta una sonrisa.

Camino en la playa hasta que el agua me llega a poco más de la cintura. Me sumerjo y coloco el trípode en el fondo. La boya se mantiene estable.

Hago señas a Mila con la mano para que pruebe. Se concentra por unos segundos. Sonríe, vuelve a mirarme y levanta el pulgar.

—¡Yay! —grito y levanto los brazos.

Mila aplaude desde la orilla. Vuelvo a sentarme con ella.

—Incluso en la orilla es hermoso Kai.

—Imagina cuando instalemos en los puntos finales.

Pasamos un rato viendo a los pequeños peces.

—Kai yo…

Me concentro en ella.

—Cuando llegué fui injusta contigo, pretendí que todo seguía igual que al irme.

—Todo ok.

—Solo tenía ganas de verte.

Se me cierra el estómago.

—Yo fui un idiota, así que estamos a mano.

—Quiero que nos llevemos bien, ¿puede ser?

Ya no me queda de otra.

—Claro, pero no más ataques de pulpo o no respondo.

Sonríe y entrecierra los ojos. Volvemos a mirar la transmisión por un rato.

Mila se va y me quedo en la orilla.

Sé que si entro al agua, esta vez podré volver a flotar.

***

Mila

Scroll, scroll, scroll.

Una línea de código tras otra, pero mi mente sigue bajo luz amarilla del almacén.

No puedo programar así.

Abro la url de la cámara y apago todo excepto la luz de la mesilla. Me recuesto de lado en la cama y miro la transmisión. Totalmente relajada, casi dormida.

Me levanto de un brinco con el sonido de FaceTime.

—¡Hola! —respondo emocionada

Es Hugo.

—Hey Mil, ¿qué haces con la luz apagada y en la cama, viendo pelis raras?

Me sonrojo.

—Ughh, tan tonto, estaba viendo la transmisión de la cámara que instalamos hoy. Te paso la URL.

—No sabía que ver el fondo del mar te impresiona tanto —se ríe.

Giro el teléfono, le muestro la imagen azul en pantalla.

—Entonces, ¿cuántas líneas de código has tirado esta semana?

—Ya perdí la cuenta. Estoy motivada en estos días.

—Estoy seguro que lo que te motiva no se escribe con HTML —dice con sarcasmo—. ¿Kai se llama?

—Es solo mi jefe, Hugo.

—Mentirosa —se ríe—. Solo tu jefe con su historia, no hay forma.

Tan directo él.

—En serio, solo eso.

—Anja, voy a fingir que te creo —continúa— Sabes, tengo vacaciones en Navidad…

—¿Y?

—¿Y si voy a visitarte? Hace años que no veo una playa. Y bueno, para verte a ti también.

Tenerlo aquí sería genial.

—¿En serio vendrías?

—Claro. Puedo ir del veintitrés al veinticinco. Si tu mamá no tiene problema…




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