Kai
Tercera vez que apago la alarma. El cuerpo duele como si hubiera corrido un maratón. Falta de oxígeno y Mila llorando no deberían compartir espacio en mi cabeza.
—Kai, vas tarde ya —mi madre toca con fuerza la puerta de mi cuarto.
—Ya bajo —sigo bajo el edredón.
Me visto sin ganas y bajo a desayunar.
Ando lento. Lo nota hasta mi madre, que ya tiene el café en la mano como si fuera un cronómetro. En mi casa nadie entiende el concepto de descanso.
—¿Pudieron instalar la cámara ayer? —pregunta mi madre.
—Sí, quedó lista.
Si le cuento el resto, me pone escolta con salvavidas.
—Perfecto, entonces puedo confirmar lo de la feria.
—¿Feria? —acabo de enterarme.
—Si, quiero presentar el proyecto en la feria del sábado —dice—. Solo la idea y mostrar la transmisión para darlo a conocer.
—Ah, qué bien.
—Dile a Mila que me envíe la última actualización.
—Ok, le digo. Me voy, que no llego.
En el auto le escribo a Mila entre semáforos. Ella lo tiene todo listo, así que ni me preocupo.
Destino: Instituto. Examen de Física.
***
Mila
Dos horas, eso fue lo que dormí, en ese tiempo no me da ni para un sueño. El cuerpo pide descanso, pero la cabeza sigue repitiendo su voz.
“Es más fácil fingir…”
No puedo sacarla de mi cabeza. No puedo permitir que se arriesgue, porque se va a repetir. Y otra vez, me tendré que ir.
Al menos las notas que repasé con Kai me van a salvar hoy.
Llego temprano.
Me vibra el móvil; es Kai:
“Kai: Noticia. Mi madre va a presentar el proyecto en la feria del pueblo mañana. ¿Está todo ok?”
“Yo: Todo ok.”
Bloqueo el móvil.
Abro el sitio para verificar la transmisión. Todo en orden. Para ser un MVP está bastante bien la verdad.
Listo, no tengo de qué preocuparme. Sigo con el examen.
***
Después del día que tuve, agradezco que ya sean más de las once y quedarme mirando el techo. Un minuto. Solo eso.
El examen salió bien, creo. Pero mi mente sigue en el bote, arrodillada a su lado, pidiéndole al mar que me lo devolviera. Me pasé de dramática, lo sé. No podía pensar menos iba a poder fingir.
El móvil vibra otra vez. Por favor, no más.
Miro la pantalla.
Kai. Primera vez que llama.
—Sí
—Mila, tenemos un problema. —dice alterado.
Me siento en la cama a esperar la bomba.
—¿Qué pasó?
—La transmisión se cayó.
—¿Cómo que se cayó?
—No sé que pasa, pero no puedo acceder al sitio.
Corro al escritorio. Abro el código. Siento frío en las manos.
—Kai... creo que alguien entró al sistema.
—¿Qué?
—O peor, dejé una puerta abierta. —Los dedos me tiemblan sobre el teclado.— No puede ser... Esto es mi culpa.
—No importa de quién es la culpa. ¿Puedes arreglarlo?
—No sé. Es... es malo, Kai.
—Voy para tu casa. —cuelga.
Reviso línea por línea.
No entiendo qué fallé.
¿Lo arruiné anoche?
***
Kai
Diez minutos y ya estoy en su casa, pensé que era más lejos.
Toco el timbre.
Clara abre la puerta.
—Hola, busco a Mila.
—Mamá, déjalo pasar —grita Mila desde adentro.
—Entra, está en su habitación —me indica el pasillo.
Primera vez que veo su espacio.
Cama destendida, escritorio con vista al patio y un cojín enorme tirado en el piso. Apuesto a que programa más ahí que en el escritorio. Todo desordenado, pero con lógica. Como ella.
Frente a la lámpara hay una roca en forma de corazón. La reconozco; no sabía que todavía la tenía.
Trago saliva y miro hacia otro lado.
—Siéntate —me señala la esquina de la cama—. No puedo encontrar la vulnerabilidad.
—Respira. Lo vamos a arreglar.
—Kai, si no arreglamos esto, tu proyecto… tu madre mañana… —no alza la vista de la pantalla.
Agarro el reposabrazos de la silla, la separo del escritorio y la giro hacia mí.
—Hey, mírame —le digo despacio—. Si alguien puede arreglar esto, eres tú.
—Pero no sé en qué me equivoqué —murmura, mirando al suelo.
Le tomo la mano. Me mira.
—No sé de código, pero sé de frustración. Empecemos desde cero. ¿Cuándo fue la última vez que funcionó?
Se le aflojan los hombros. Hablamos de los últimos cambios. Revisamos el código, la configuración del dominio, variables de entorno, claves. Trabajamos juntos por horas.
—¡Aquí está! —dice de golpe—. No fue un hack. Fue cómo guardé las credenciales de la base de datos. Se borraron al reiniciar el contenedor.
—¿Puedes arreglarlo?
—Dame cinco minutos.
Teclea.
La transmisión vuelve. El océano aparece en la pantalla.
Los dos exhalamos.
—Lo siento. Debí haber sido más cuidadosa —verifica que todo corra.
—Lo arreglaste. Eso es lo que importa —digo, bajando la voz—. Y… gracias por no rendirte.
—No me iba a rendir. Esto es importante —se gira hacia mí.
—Es nuestro proyecto —le digo, mirándola fijo.
Nos miramos en silencio unos segundos.
Tocan la puerta.
—Mila, ya es la una de la mañana —dice Clara—. Kai, ¿te quedas o…?
Me pongo de pie de inmediato.
Mila se ríe bajito. Yo también.
—Ya me voy. Gracias, señora.
—Nos vemos el lunes —dice ella, sin levantarse.
Asiento y salgo.
No veo nada camino al auto.
Enciendo el motor.
El pecho apretado. Ya no puedo sostenerlo más.
***
Mila
El corazón me va a mil, y no es por resolver un problemón.
Es por Kai.
Estoy convencida.
Mañana le preguntaré a Clara desde cuándo se acuesta después de las once. Qué puntería la suya… justo hoy.
Él puede seguir fingiendo, pero esas manos ya no engañan a nadie.
Mi Kai sigue ahí.
Editado: 05.12.2025