Mar en versión beta

16. Antes de volver a verte

Mila

—Ya aterrizó el vuelo, mamá, te dije que el tráfico a las cuatro es horrible.

—No te preocupes, en lo que se bajan es media hora más.

Estacionamos cerca de la puerta veinte y corro hasta la zona de arribos. La pierna me tiembla sola, como si el cuerpo supiera que viene algo que cambiará el aire.

Desde la pelea con Kai ayer, lo único que me calma es pensar en la llegada de Hugo.

Sale con su maleta llena de stickers de código, cascos y abrigo. Trae Phoenix encima, ese aire de desierto que no encaja con el mar. Claramente nunca ha pisado la Florida.

Doy brincos en el lugar hasta que está cerca y me lanzo hacia él. Me abraza fuerte, siempre lo hace. Pero hoy si lo necesitaba.

—¡Mila! Sí qué tenías ganas de verme —conmigo todavía amarrada a su cuello.

—No te imaginas.

—Dios, te extrañé.

Por fin lo suelto, saluda mi madre y salimos a por el auto.

De camino a Driftwood me cuenta como va todo por Phoenix, como le fue el viaje y sobre la señora que no paraba de roncar a su lado. Estar con él es fácil, fresco, calma como en el ojo de un huracán. No quiero salir de ahí. Ojalá pudiera quedarme en esta versión tranquila de mí.

—Entonces, cuéntame, ¿Cómo es estar de vuelta en Driftwood?

—Diferente a como esperaba. Complicado.

—Ah, ¿Kai sigue haciéndose el duro?

Mi madre nos observa por el espejo y sonríe.

—Tengo que tener unas palabritas con él, a ver si despierta el muchacho.

—Ni se te ocurra —lo acuso con el dedo.

Vibra mi móvil. Lo reviso.

Se me enfría el cuerpo. No sé si quiero leer. Siento el estómago retorcerse antes de abrirlo.

—Es un email de Stanford.

—¡Ábrelo!

Gritan a la vez.

Me quedo mirando el correo hasta que las letras se nublan. No sé si es por la pantalla o por mí.

—¿Qué dice? —mi madre ansiosa.

—No me aceptaron.

Hugo me quita el móvil.

—Pesimista, solo te difirieron. Es normal, es un proceso muy selectivo.

—¿Eso que significa? —pregunta mi madre.

—Que no me aceptan ni me rechazan en la primera ronda. Tendré que esperar a abril para una respuesta final.

—Hey, mírame, no le des vueltas —me anima mi madre— ¿qué te digo siempre?

Repetimos las dos.

“Si no está en tu control, desconecta”

—Tú te has esforzado todos estos años y eres brillante mi amor. Ellos lo van a ver también aunque tome más tiempo. —mami siempre tiene frases para todo.

Si me hubieran aceptado, todo sería más fácil. Una salida clara. Un punto final bonito para esto que duele. Pero pensar en quedarme aquí, ahora que sé que Kai es demasiado cobarde. Que prefiere esconderse a aceptar que lo nuestro nunca terminó.

Pensar en estar aquí sin él se siente vacío.

***

Kai

DJ confirmado. Árbol armado. Bebidas listas. Fuegos artificiales también. Todo en orden. Menos yo.

Mañana solo tendré que prender las luces y celebrar. Espero que venga para tener un motivo. Pero ella tiene mil razones para no venir.

—Te esforzaste con esta fiesta —comenta mi padre y se sienta al otro lado de la mesa— Podríamos dejar esas luces permanentes en la terraza.

—Anja.

—Kai.

Sabe que no le estoy prestando atención.

—¿Cómo va lo de las universidades? ¿Te queda poco tiempo no?

—Sí, tengo tiempo hasta enero.

No quiero decirles de la UM, biología marina no es lo que esperan. Pero es lo que quiero.

—¿Y?¿Alguna preferencia?

—No papá, no he tenido tiempo de pensar en eso.

—No lo dejes para luego, es tu futuro.

Golpeo el bolígrafo contra la mesa. El clic suena más fuerte de lo que debería.

—Ok, boss.

Ese futuro no tiene espacio en mi cabeza ahora. Ya hierve con otra cosa.

—¿Mila no vino hoy?

—No papá —respondo con voz cansada.

—Me cae bien esa chica, le pone pasión a lo que hace. La gente así llega lejos.

Genial, otro que la admira. No me tienes que decir.

—Sí, seguro las universidades se pelean por ella.

Mi padre se va y yo sigo con mi lista.

Miro el móvil. Patético. Como si esperara un milagro que yo mismo arruiné.

Pienso en escribirle. Borro la idea antes de teclear.

¿Qué podría decir ahora, después de mentir con tanto silencio?

***

Mila

Hugo toca la puerta de mi habitación.

—¿Puedo pasar?

—Sí, claro.

Se tira en la cama girado hacia mí. Yo, medio doblada en mi cojín de siempre, a punto de perder la columna.

—Ahora sí, habla. ¿Qué pasó con Kai?

Le cuento todo. El primer día en el mar, las sesiones hasta tarde, el susto en el bote, el desfile, la piedra, el casi-beso. Y el error. Su error.

Hugo escucha sin interrumpir.

Cuando termino silba.

—Wow. Ese chico es un desastre.

Me sale una media sonrisa sin ganas.

—Ni me lo digas.

—Pero tú no te quedas atrás.

—¿Qué?

—Mila, volviste a enamorarte de él.

—No, solo me confunde.

Hugo tuerce la boca, no sé cree nada.

—No me mientas. Te conozco desde hace dos años. Nunca te había escuchado hablar así de alguien.

Me tiro en la cama a su lado.

—Ok. Tal vez siento algo. Pero eso no importa, él dejó claro que no quiere nada conmigo.

—No. —Hace una pausa, me busca la mirada. —Él dejó claro que tiene miedo. Hay diferencia.

—Es lo mismo.

Estiro los brazos y miro al techo.

—No lo es —Mira al techo también—¿Sabes qué veo? Dos cobardes que dejan que el miedo los controle.

—Yo no tengo miedo. —Pero la voz no me sale tan firme como quería.

—Claro, por eso huyes en vez de aclarar las cosas. —Me mira de reojo. —Vamos, Mila, no finjas.

Callo porque es verdad.

—Mañana hay una fiesta en el hotel, ¿no? Tu mamá me contó.

—Sí, mañana. Pero ni loca pongo un pie en esa fiesta.

—Sí que vamos, quiero conocer al único chico que puede descontrolar a Mila.




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