MARIANA DE LA NOCHE.
Capítulo 21.
Lucrecia se dejó caer de rodillas al suelo y empezó a llorar, Lorenzo permanecía inmóvil a un lado de la puerta con los ojos cerrados. Solo le pedía a Dios que cuidara de su hermana y le iluminara el camino. Ojalá en ese viaje ella pudiera ver las cosas de una manera diferente, solo le pedía a Dios que se la cuidara y le diera claridad.
Mariana le contó a Emanuel todo lo que pasó. Él sonrió con orgullo porque ella defendió su amor y le dio su lugar.
—Amor deja de llorar, ya verás que todo se solucionará.
—Nada volverá a ser como antes, mi madre lo dijo muy claro, si cruzaba esa puerta no volvía a entrar. Me echó de la casa, ¿Entiendes la gravedad?
—Ya te dije que conmigo nada te va a faltar. Además lo de tu madre solo es un capricho, verás que se le pasa el enojo en unos días.
—Nunca se me va a olvidar la mirada de mi hermano.
Una lágrima se hizo presente, Emanuel rodó los ojos sin quitar la mirada de la carretera.
—Tu hermano solo quiere manipularte para que hagas lo que él quiere.
Mariana lo miró.
—Él no es ese tipo de hombre, yo lo conozco perfectamente. Igual que a mi madre y sé que no es una rabieta.
—Princesita eso dices tú porque eres su hermana, pero uno no termina de conocer a las personas.
—Tienes toda la razón, uno nunca termina de conocer a la gente.
Lo miró fijamente, Emanuel se removió en el asiento y ella desvió la mirada hacia la ventana. Se quedó perdida en sus pensamientos y el silencio se hizo presente.
Dos horas después…
—¡Bueno ya! ¿Piensas chillar todo el camino?
Mariana ladeó la cabeza para mirarlo.
»No me mires así, muy triste lo que pasó con tu familia, pero ya te dije que luego lo solucionamos. Por ahora disfrutemos nuestro viaje, ¿O piensas estar con esa carota todo el camino?
Mariana volvió a mirar por la ventanilla, se limpió las lágrimas y no dijo nada. Emanuel se orilló y detuvo el auto.
—¡Princesita, no me gusta verte así! —acarició su cabello—, Disfrutemos, dejemos todo los problemas allá en Medellín sí, ya cuando regresemos les buscamos soluciones. Por ahora solo seamos tú y yo.
Ella asintió. Él acarició sus mejillas y la besó con dulzura.
—Tienes razón, hagamos que esto valga la pena —comentó ella.
Le regaló una sonrisa de boca cerrada, Emanuel la convenció, le dijo que cuando regresaran buscarían una solución. Que ahora solo eran los dos, que disfrutaran de ese momento. Ella respiró profundo tratando de disfrutar esa nueva etapa con su novio, ya que para ella era un nuevo comienzo de su relación.
8 horas después…
Después de varias paradas para descansar por fin estaban en Turbo. Mariana tenía una sonrisa en su rostro, el lugar era realmente hermoso. Lo primero que hizo al bajarse fue correr hacia la playa, se quitó los tacones y dejó que sus pies tocaran la arena, luego sintió esa brisa refrescante. El agua empezaba a mojar sus pies, miró el inmenso mar, tan azul y tan profundo como sus ojos.
Respiró profundo dejando que el aire la purificara y la brisa acariciara su rostro, que bien se sentía todo eso. Miró a su alrededor, el lugar era muy bonito más de lo que imaginaba. Sintió unas manos rodear su cintura y una respiración en su cuello.
—¿Te gusta mi vida?
El viento soplaba tan fuerte, sentía una tranquilidad en su interior, esa que tanto necesita.
—¡Es hermoso!
—Ves, no todo es malo. Valió la pena princesita, juro que no te arrepentirás.
Mariana sonrió y se quedó mirando las olas del mar, siguió cada movimiento con sus ojos. Emanuel dejó un beso en su cuello.
—¡Vamos, nos acomodamos y después regresamos! Tenemos mucho tiempo para disfrutar.
Ella asintió, le dio una última mirada al inmenso mar y siguió su camino. Llegaron hasta la casa del tío de Emanuel, para su sorpresa su tío tenía otras visitas, unos primos de Emanuel que hacía mucho no veía. Se saludaron felices por el reencuentro, Emanuel presentó a Mariana con orgullo haciendo énfasis en “ella es mía” mi novia, mi mujer.
Sin bajar la guardia, observando cada gesto y mirada de sus primos hacia Mariana y viceversa. La familia era muy amable, la saludaron y se quedaron platicando todos en la sala. Uno de los primos de Emanuel lo felicitó, lo elogió y le dijo que tenía una novia muy guapa, él tensó su mandíbula y sonrió.
Luego el tío y la esposa les enseñaron la habitación donde se iban a quedar, porque así lo pidió él. Entraron a la habitación y apenas cruzaron la puerta la agarró y la empujó recargandola en la pared. Buscó sus labios, reclamó su boca besándola con ansias, Mariana estaba un poco aturdida, correspondió su beso y sonrió.
—¿Eso qué fue? —preguntó ella con curiosidad.
—Es que hoy te ves hermosa, muero por arrancarte esa ropa y hacerte mía —mordió su oreja—,Eres mía, solo mía.
Le habló con posesión haciendo énfasis en la palabra “mía” cerró los dedos alrededor de su cuello sujetándola. Mariana lo rodeó con sus brazos y él la besó una vez más, ella trató de corresponder su beso, pero era demasiado posesivo e intenso. Le metió la lengua en la boca y le agarró el trasero con fuerza. La apretó contra su hombría presionando su cuerpo contra el suyo, un gruñido se escapó a través de los labios de Mariana. Ella estaba un poco confundida por esa manera tan repentina de querer hacerle el amor.
—Te amo tanto princesita, quiero hacerte el amor, quiero devorar tu piel, quiero hacerte mía, mía. Solo mía.
La besó con violencia, los dedos de Mariana se enredaron en su pelo mientras él la devoró, la recorrió con las manos, tiró de su blusa para sacársela por la cabeza y lanzarla al suelo.
—¡Quiero sentirte! —murmuró él con la respiración acelerada.
Mariana estaba un poco incómoda por la rapidez, lo brusco al besarla y tocarla, puso sus manos en su pecho, con la respiración acelerada susurró.
—¡Calma, amor! ¿Cuál es la prisa? Tenemos todo el tiempo del mundo.
Editado: 04.04.2023