Mariana De La Noche

Capítulo 23

MARIANA DE LA NOCHE.

 

Capítulo 23.
  
Apenas le hizo todo lo que quiso se dejó caer a un lado de ella y se quedó dormido. Mariana se quedó con los ojos cerrados y dejó que sus lágrimas siguieran su recorrido para tratar de limpiar el dolor y el asco que sentía en ese momento. Se sentía sucia y denigrada. Se levantó cubriendo su cuerpo con el pedazo de vestido que le quedaba, caminó hacia el mar, el agua mojó sus pies, estaba fría, pero eso no le importó.

Se sumergió en el agua, quería limpiar la suciedad de su cuerpo, nunca antes se había sentido así. Se restregó la piel como si quisiera arrancarla por pedazos. Lloró, gritó con todas sus fuerzas tratando de arrancar el dolor que sentía en su interior y era ahí en ese momento donde las palabras de su hermano llegaban a su mente a la velocidad de la luz.

Cada palabra le hacía ver cuánta razón tenía. Sentía rabia con ella misma por no hacer caso, por no escuchar. Gritó tan fuerte como pudo, al punto de sentir dolor en su garganta. Y es que, los gritos pueden ayudar a liberar el dolor.

Se quedó unos minutos en el agua hasta que los dedos se le arrugaron, hasta que dejó de sentir los dedos de sus manos y pies. Quería que el mar la purificara o se la tragara, pero nada podía borrar el dolor que sentía. Salió del agua y caminó por la playa con la mirada perdida, ya ni lágrimas le salían, sólo pequeñas convulsiones en su cuerpo de tanto llorar. Llegó a casa del tío de Emanuel, todos dormían, algunos estaban en la sala  dormidos en los muebles y borrachos.

Entró a la habitación, fue directo al baño y cuando se miró al espejo sus lágrimas se hicieron presente nuevamente. Se llevó las manos cubriéndose la boca, el puño que le dio Emanuel le dejó el ojo morado hasta renegrido, aparte de las marcas que tenía en todo el cuerpo. Tenía mordiscos en la espalda y un montón de chupetones, le dolía caminar, hasta respirar dolía. Esa vez se le fue la mano y dejó ver su verdadera identidad, una bestia salvaje.

Se dio otra ducha restregando su cuerpo con fuerza tratando de arrancarse la suciedad que tenía encima, porque justo eso era lo que ella sentía.

Lloró y lloró, ni cuenta se dio cuando se durmió. Emanuel sintió los rayos del sol en el rostro, seguía tirado en la playa con una resaca, al parecer no recordaba lo que hizo en la madrugada. Se levantó cubriéndose el rostro ya que la luz le molestaba. Llegó a casa de su tío miró a todos lados y todos dormían. Sostenía su cabeza, sentía una laguna demasiado grande, trató de recordar, pero no tenía mucha claridad.

Entró a la habitación, cerró la puerta con mucho cuidado, sonrió al ver la cama. Mariana estaba acostada en ella, estaba tapada hasta la cabeza con una sábana, él se acercó con mucho cuidado, acarició su cuerpo por encima de la sábana. Ella se movió bruscamente descubriéndose y él al verla retrocedió aterrado.

Su espalda chocó con la pared, la miró, tenía un morado demasiado notorio en uno de sus ojos, aparte de lo hinchado que estaba, ni siquiera podía abrirlo bien. Se frotó la cabeza y ella lo miró fríamente.

—¿Qué rayos te pasó?

Mariana soltó una risilla molesta, se descubrió todo el cuerpo. Emmanuel abrió los ojos como platos al mirar todas las marcas y morados que traía.

—¡Eres un hijo de puta! —exclamó casi llorando—,¡Maldito, hijo de puta! Mil veces maldito.

Él  se sostenía la cabeza, negó, parecía no entender.

—¡Shhh! —Susurró—, mi cabeza, me duele mucho.

Mariana se levantó, se dio la vuelta y le mostró la espalda que estaba llena de mordiscos. Emmanuel la miró aterrado, ella se giró y lo miró a los ojos, puso su dedo índice en su pecho señalándolo con fuerza y le gritó.

—¡Tú me hiciste todo esto, me marcaste como un animal, me golpeaste, me violaste!

Eso último lo dijo en un pequeño hilo de voz. Emanuel empezó a negar, llorando le dijo que no era verdad, al parecer no recordaba nada. Cayó de rodillas al suelo, siguió negando con lágrimas en sus ojos.

—¡No, no, no, eso no es verdad, yo no fui, yo no pude lastimarte, yo te amo! ¡Yo nunca te lastimaría!

Mariana se hincó de rodillas para quedar a su misma altura. Le sujetó la cara con fuerza obligándolo a mirarla.

—¡Mírame! —le señaló el golpe que traía en el rostro —,¡esto me lo hiciste tú! Me obligaste a hacer cosas que yo no quería, ¿Sabes cómo se le llama a eso? ¡Violación! No se daña lo que se ama —refutó.

Su voz se quebró, se incorporó y se alejó de él. Emmanuel siguió llorando y negando. Trató de recordar, pero sus recuerdos no eran muy claros, llegaban a su mente gritos, sollozos, súplicas.

—¡No recuerdo nada! —murmuró.

—¡Que vas a recordar, estabas borracho! —Masculló entre dientes.

—¡Yo nunca te lastimaría! —negó.

—¡Pero me lastimaste! —Gritó Mariana.

Emanuel se levantó y trató de acercarse, pero ella lo impidió.

—¡No recuerdo nada! —Empezó a llorar—, algo tuviste que hacer para que yo reaccionara así. No entiendo qué pasó.

Mariana ladeó la cabeza y lo miró fijamente.

—¿De qué hablas? —frunció el ceño—, Nada justifica lo que hiciste. Me violaste, ¡maldita sea, me vio-las-te!

Volvió a gritar, mencionando lo último sílaba por sílaba, recalcando lo que le hizo. Emanuel empezó a llorar desconcertado, Mariana siguió parada mirándolo fríamente. Esa vez esas lágrimas no la conmovieron, no le producían nada, solo enojo, mucho enojo.

—¡Por Dios, cómo dices eso! —se frotó el pelo con exasperación—, como voy a abusar de ti, si eres mi novia. Seguro hicimos el amor, lo estás malinterpretando todo.

—¡Me obligaste, aún cuando yo no quería, me tomaste a la fuerza! ¡Eres una basura!

Mariana se frotó los brazos con rabia y empezó a llorar, se sentó en la cama balanceando su cuerpo hacia adelante y atrás.

Emanuel se puso de rodillas llorando, trató de tomar sus manos, pero ella se alejó de él.

—¡Baja la voz, por favor! Amor, estaba borracho y no sabía lo que hacía, no lo recuerdo.



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En el texto hay: dolor, desepcion, tristesa

Editado: 04.04.2023

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