Mariana De La Noche

Capítulo 29

MARIANA DE LA NOCHE.

Capítulo 29.

La miré fijamente;

—Vuelvo y digo lo mismo, con todo respeto, déjame decirte que vos eres una tormenta hermosa. Si todas las tormentas son así, bienvenidas sean.

La tomé de la mano y me la llevé a los labios. Ella me regaló una hermosa sonrisa, sin filtros, solo ella, tan natural. Su mirada se encontró con la mía.

—Te digo que puedo ser bruja y dices que soy la más hermosa, ahora te digo que soy una tormenta y dices lo mismo, o sea te digo que soy el mismo infierno y a vos no te importa. Aún sabiendo que yo puedo ser solo oscuridad.

—Qué te digo, el color negro también es hermoso —Sonreí.

Sonrió con sus ojos cristalizados.

—Vos, eres luz —me miró.

—Bueno, la luz ilumina la oscuridad, ¿verdad? —Sonreí otra vez.

—¡O la oscuridad apaga la luz! —susurró

—No le temo a la oscuridad, me gusta —solté una risita.

Pasó rozándome, su brazo tocó el mío y mi cuerpo  se estremeció.

—No hay quien te gane, ¿verdad? —inquirió.

—¡No sabía que estábamos apostando! —Sonreí.

Me miró  entrecerrando los ojos y yo volví a sonreír.

»No importa si eres luz u oscuridad, calma o tormenta, cielo o infierno, yo soy experto para meterme en problemas. Es más, ya tengo maestría en el tema, hasta una doctorado tengo.

Sonreí. Ella negó  y seguimos caminando. Luego de unos minutos salimos a la carretera destapada que llevaba a la vereda. Luego de unos minutos más empezamos a ver las casas.

—¿Cómo pueden vivir tan lejos? —comentó mientras observaba el lugar.

—Sus casas son muy humildes, solo tienen lo necesario, pero se ve que son muy felices. Me imagino que lo poco que tienen les da la felicidad.

—Hay quienes son felices con tan poco, ¡qué bonito! Mientras otros lo tienen todo y aún así sus corazones están tan vacíos.

Bajó la mirada. Cambié el tema para evitar que esa tristeza se volviera  apoderar otra vez de ella. Llegamos directo hasta el lugar donde estaba la carpa que adecuaron para nosotros cuando llegamos.

—Esto lo adecuaron para nosotros cuando llegamos, tiene colchonetas y mantas.

Bajé el cierre y miré adentro con la esperanza de encontrar rastro de mis amigos, pero no.

»Iré a hablar con el líder de la vereda.

Dejé la mochila dentro de la carpa.

—¿Puedo esperarte aquí? —inquirió— Estoy cansada, quisiera descansar.

—Claro que sí, te buscaré algo para comer, en la mochila hay agua.

Se sentó en la colchoneta.

—Gracias.

Busqué una camiseta limpia para cambiarme la que traía, me quité la que tenía puesta  y sentí que ella me miró. Nuestras miradas se cruzaron, de verdad quería saber qué había en su mirada cuando se quedaba así. Cuando me miraba de esa manera que no podía entender, hasta el punto de ponerme nervioso. Me puse una camiseta gris y salí de la carpa.

Me acerqué a la casa del líder comunitario de este lugar, quien me saludó muy amable. Su esposa me ofreció algo de tomar; una limonada deliciosa. Él le pidió que preparara algo para almorzar, ella asintió y se retiró.

Le pregunté a él por mis compañeros.

—Ellos pasaron muy temprano en la mañana por aquí —respondió.

—¿No dijeron nada? —pregunté.

—Yo los vi y me parecio raro, porque usted no venía con ellos, pero ni tiempo me dio de preguntarles nada porque siguieron de largo.

—¿O sea que no entraron? —pregunté con un gesto de confusión.

—No joven, yo los vi pasar porque a esa hora les estaba dando de comer a mis gallinas.

Me quedé en silencio pensando qué pudo pasar, no entendía nada.

—¿Está todo bien joven Matías? —inquirió.

—Es que no entiendo qué pasó. Ellos no suelen dejar las cosas a medias, no entiendo.

—Seguro se les presentó un inconveniente.

—¿Pero qué? Si donde estábamos no entra la señal del celular, ni aquí entra.

—No se preocupe joven, ya luego hablará con ellos.

Empecé a organizar unos documentos que debía entregarle para dar por finalizado mi trabajo. Organizamos algunas cosas pendientes, la señora me dijo que el almuerzo estaba listo, le dije que me lo llevaría a la carpa donde me estaba quedando. Ella muy amablemente me lo empacó en un porta comida. No quise hablar de Mariana, no quería que empezaran a hacer preguntas y la hicieran incomodar.

Entré a la carpa sin hacer ruido, tal vez estaba dormida y no quería despertarla. Dejé la comida a un lado y la vi acostada, como imaginé estaba dormida. Me hinqué de rodillas y me quedé mirándola como idiotizado. Se veía muy hermosa así, bueno, más hermosa de lo que era. Ella se movió y abrió los ojos de repente, di un pequeño brinco, ella se sentó abruptamente, caí sentado de espaldas. Los dos nos habíamos asustado al mismo tiempo…

Se llevó las manos al pecho y me miró, luego soltamos una risita por lo sucedido.

—No quise asustarte —Hablamos al tiempo.

Otra vez sonreímos.

—No quería despertarte así, discúlpame —comenté.

Se pasó la mano por el cabello como peinándose con sus dedos.

—Tampoco quise asustarte, es solo que me sentí observada y no me gusta —respondió.

Sus ojos se oscurecieron, pero esa vez no era por las lágrimas, fue como si hubiera recordado algo que  la hacía enojar.

—Discúlpame por eso —Murmuré.

Estaba por incorporarme cuando ella tomó mi mano;

—No te disculpes por eso Matías —sonrió de lado, sus ojos volvieron   hacerse tan claros, me miró  como siempre lo hacía—, yo sé que tú nunca vas a mirarme como lo hacía él.

Me quedé mirándola con curiosidad. Confieso que quise preguntarle tantas cosas, pero no quería que se pusiera mal otra vez. Por eso me incorporé, fui por la comida y me senté frente a ella.

—Bueno, vamos a almorzar.

Me miró, miró la comida y soltó.

—No tengo hambre.

Estaba muy delgada, me imagino que llevaba días sin comer.

—¿Aún no confías en mí? —Pregunté.

Ella ladeó la cabeza y me miró. Llevé un bocado a mi boca;



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En el texto hay: dolor, desepcion, tristesa

Editado: 04.04.2023

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