MARIANA DE LA NOCHE.
Capítulo 33.
Salimos del hotel, no sé quien está más loco, ella, o yo por seguirla, ¡a quién se le ocurre ir al mar a está hora!
Llegamos a la playa, lo primero que hizo fue quitarse las sandalias, empezó a caminar descalza, una sonrisa se dibujo en sus labios, se detiene justo cuando el mar empieza a tocar sus pies, yo me quede observándola, me senté en la arena, ella me mira con esa bonita sonrisa.
—¡Me encanta el mar!
—Me imagino lo fría que está el agua—sonreí.
—¡Está rica!
Se hincó y con sus manos me tiró unas gotas de agua, me levanté y me alejé, escuche sus carcajadas.
—¡No seas flojo!
Y la sonrisa que tenía en mi rostro desaparecido como espuma, llegaron unos recuerdos a mi cabeza, de una escena muy parecida a está, fue inevitable no sentir tristeza. Ella se me acerca con curiosidad, me preguntó algo que me dejo más confundido.
—¿pensaste en ella, verdad, en tu hermana?
Levanté la mirada al cielo, respiré profundo y luego la miré.
—¿Cómo sabes que pensé en ella?—respondí con otra pregunta.
—No lo sé, lo imaginé que es diferente, por la tristeza que se reflejó en tus ojos.
Me senté en la arena empecé a dibujar líneas con mis dedos.
—Tienes razón, pensé en ella, más bien la recorde, solíamos jugar con agua en el jardín de mi casa, bueno ella solía empaparme siempre que podía—sonreí con amargura—,siempre me enojaba y ella terminaba haciéndome reír.
Se sienta junto a mí.
—Si pudieras verla, ¿Qué le dirías?
Siento su mirada clavada en mí, un nudo se forma en mi garganta.
—Que me perdone por no llegar a tiempo, que un pedazo de mi vida se fue con ella.
Un par de lágrimas se escaparon de mis ojos. Ella ladea la cabeza tiene un gesto de confusión, no entiende lo que dije, hago varias respiraciones creo que es hora de compartir con alguien más, este dolor que me consume lentamente. Levanté la mirada siguiendo las pequeñas olas del mar, solté todo el aire que retenía.
—Esa noche, verónica me comentó que se iría de fiesta con su novio, una amiga de ella estaba de cumpleaños y alquilaron una discoteca para celebrar por todo lo alto, ella estaba tan feliz.
hice una pequeña pausa, cuando sentí su mano sobre la mía, como diciendo aquí estoy, de echo así se sentía, como un apoyo.
» mis padres le dieron permiso solo hasta media noche, ella sabía que tenia que respetar sus reglas, se veía tan hermosa, fue hasta mi habitación y se despidió de mi, como siempre lo hacia, con un beso y un abrazo.
Hice otra pausa porqué las lágrimas empezaban a cortar mi voz.
—Le dije; pórtate bien, ya sabes aquí tienes que estar a las doce o yo mismo voy y te traigo del pelo. Ella soltó una carcajada y me dijo; no seas tan celoso, vos siempre serás mi favorito, sonó un beso en mi mejilla, dejo un apretón en mi nariz y por ultimo me dijo; te amo hermanito, nos vemos luego.
Hundo la cabeza en las manos y me frotó la cara, no puedo respirar es como si tuviera una espina en la garganta. Siento sus manos subir y bajar por mi espalda.
—No sigas—murmuró en un pequeño hilo de voz—,si tanto te lastima no sigas.
La miré con los ojos llenos de agua, su rostro era borroso, no podía ver bien por la cantidad de lágrimas.
—Yo le regale una sonrisa y pellizque sus mejillas, sin siquiera imaginar que esa sería la ultima vez que yo la vería.
Mariana me mira y sus ojos también están llenos de lágrimas, coge mi mano y las aprieta con fuerza.
:—Luego salí con Bárbara, bailamos un rato, compartimos con algunos amigos y luego cada quien para su casa, era casi media noche cuando llegué a la casa, todos dormían, yo me quede en la sala esperando que mi hermana entrará por esa puerta, pe-pero nunca llegó.
Así como suena los cristales de un ventanal al romperse así me rompí yo. Trataba de hablar pero era tan enredado que ella no me entendía nada, puso su mano en mi pecho con fuerza, como si quisiera sostener mi corazón, porque parece que quisiera salirse, con la otra mano que le queda libre acaricia mi rostro y yo descargo mi cabeza en su hombro, lloro como un niño pequeño, siento sus brazos rodearme un pequeño murmullo que sale de sus labios como arrullándome, siento una sensación tan bonita como una paz aquí dentro.
—Tienes que sacar eso que te duele tanto, yo estoy aquí.
No sé como explicar lo que me hicieron sentir esas palabras, una calma acompañada de la brisa que acariciaba mi rostro. Me incorporo, me quite los zapatos y ahora soy yo el que empieza a caminar por la orilla dejando que el agua fría golpeé mis pies, ella me sigue, yo continuo.
—Mire el reloj eran las 12; 10, pensé; se retardo, espero que mis padres no se den cuenta, me quede en la sala esperando pero nada, no quise marcarle para no ser un hermano tan posesivo y cansón, me imagine que la fiesta estaba buena por eso se le pasó el tiempo, los minutos empezaron a pasar y nada, me senté a esperarla y como a las dos de la mañana decidí llamarla pero me mandaba a buzón, yo pensé, mis padres estarán furiosos, le jalare las orejas a esa niña.
Me detengo y cierro los ojos por un instante, me concentro en el sonido del mar.
»Justo a las tres de la mañana suena mi teléfono y pensé; ¡qué bonita a la hora de aparecer!, miré la pantalla era una de sus amigas, te juro que sentí un frío y una sensación de miedo, cuando respondí solo escuchaba sollozos no entendía nada, ella hablaba tan rápido que sus palabras no eran claras, yo le dije que se calmara y tratara de respirar y ella me dice; Matías, rápido tienes que venir, Verónica estaba discutiendo con Efraín y él la sacó arrastras de la fiesta y se la llevo, no sabemos donde está, por lo que me dijeron él parecía loco.
Se me acelera la respiración, siento una respiración pausada pero no es la mía, Mariana tiene los labios fruncidos, en sus ojos puedo ver angustia.
—¿Y luego?—me anima a continuar.
Paso saliva, como cuando se pasa un trago muy amargo, traté de tomar las fuerzas que necesitaba para recordar esa noche otra vez, solté todo el aire que retenía y empecé a contarle todo lo que pasó.
Lo primero que hice fue preguntarle porqué dejaron que se la llevara, ella me explico que ella no estaba cuando empezaron a discutir por lo que estaba entretenida, cuando fue a buscarla noto que mi hermana no estaba, empezó a preguntar por ella ahí fue que le dijeron que los vieron discutir, y él la sacó casi arrastras de ese lugar, ellos salieron a buscarla por los alrededores pero no la encontraron, yo en ese momento sentí que mi mundo dejo de correr.
Busqué las llaves de mi auto y salí lo más rápido que pude, sentía retumbar mi corazón tan fuerte que me aturdía, llegué y sus amigas me esperaban afuera de la discoteca, uno de los chicos me dijo que Efraín se había molestado porque ellos estaban bailando, además ellos ya venían teniendo algunos problemas antes, empezaron a discutir y mi hermana le dijo que él no era su dueño, luego se alejaron y él no supo más. Empecé a marcarle como un loco pero me mandaba a buzón, sentía una angustia tan grande que sentía la sangre correr por mis venas, tan espesa que dolía.
Nos repartimos en grupos y empezamos a buscar por todos los alrededores, nos alejamos mucho como cuatro cuadras, cuando pensaba devolverme escuche unos alborotos una calle más adelante, corrí lo más rápido que pude y justo en un callejón vi un montón de gente reunida que comentaban cosas, ahí sentí que todo dejo de moverse, fue como si le pusieran pausa, sentía mi respiración tan acelerada que me dolía hasta la garganta.
Los chicos que estaban conmigo trataban de detenerme como si presintieran lo mismo que yo, me abrí espacio entre el tumulto, y en el fondo del callejón observo la figura de una mujer tirada en el piso, nunca antes sentí tanto miedo en la vida, sentí como si alguien me aplastara el corazón, ellos repetían alterados «Vámonos Matías, no es ella» Yo empecé acercarme, cada paso era más pesado y doloroso, como si pisara espinas, entonces vi su ropa y algo dentro de mi estallo, un grito que me desgarro el alma, salió de lo más profundo de mi garganta, me deje caer de rodillas sin importar si me lastimaba y la cogí en mis brazos, estaba irreconocible, toda llena de sangre, de pies a cabezas, su rostro estaba tan hinchado que no se reconocía, ni sus bellos ojitos se le veían, la moví, la toqué, le hablé, grité como un loco pidiendo ayuda, sentía las miradas de pesar sobre mí.
Su cuerpo aún estaba tibio, pero su corazón había dejado de latir, traté de tomarla en mis brazos pero me los sostenían con fuerza, me decían «Ya está muerta, Matías, es tarde, no puedes moverla» y yo acariciaba su rostro o lo que había quedado de el, le suplicaba que abriera los ojos, pero no me respondía, empecé a gritar como un desquiciado al punto de sentir que la garganta se me desgarraba, descargaba golpes tan fuertes en el cemento hasta romperme los dedos, no había dolor más grande que el que sentía en ese momento, me sujetaban con fuerza para evitar que me lastimara yo gritaba y pataleaba, hasta que perdí la fuerzas, entonces la conciencia llego a mí, mi hermana estaba muerta, ya no se escuchaban mis gritos, deje de luchar, todos me hablaban y yo solo miraba su cuerpo sin vida.
Editado: 04.04.2023