Mariana De La Noche

Capítulo 38

MARIANA DE LA NOCHE.

Capítulo 38.

Solo sentí cuando mi espalda chocó fuertemente con la parte delantera del auto, todo fue tan rápido que no pude reaccionar. Me agarró con fuerza de la chaqueta, los ojos se le oscurecieron y yo no entendía nada.

—¿Dónde está Mariana? —exclamó furioso—¿Qué broma de mal gusto es esta?

Parecía una fiera, yo seguía sin entender nada, mi gesto lo decía todo, él reaccionó y me soltó. Se frotó el pelo y empezó a caminar de un lado a otro, me organicé la chaqueta y miré al interior del auto y no había nadie. ¡Rayos! Mi cara se descompuso y él me miró, ahora era yo el que no entendía nada.

—No entiendo —Murmuré —,yo la dejé aquí, hace un momento estaba aquí, no sé adonde pudo ir. Estaba nerviosa por la reacción de ustedes, no entiendo nada.

—¡Yo tampoco entiendo esta chimbada!  Usted va a tener que explicarme.

Gritó furioso.

Entendía su molestia, en su lugar estaría igual, pero no sabía  qué había pasado. ¿A dónde pudo irse? ¿Por qué huyó?

—No tengo problema con eso —respondí.

—¿Eres amigo de Emmanuel? —indagó—¿Él te envió?

Mi gesto era de molestia, no pude evitarlo.

—¡Qué! ¡Por supuesto que no, yo no conozco ese hijo de puta!

Ahora él me miró confundido, tal vez por como lo llamé, pero me ganó el enojo. Cómo podía pensar que era amigo de esa basura.

—¡Entonces no entiendo nada! Llegas aquí, me decís que conoces a mi hermana, que viene contigo y aquí no hay nada.

Señaló el auto, sus ojos se cristalizaron y su voz se puso ronca.

»Llevamos casi 20 días sin saber nada de ella, sin podernos comunicar. Ella no responde llamadas, no se reporta, mi madre no duerme y yo siento que me falta una parte del cuerpo. Dime, ¿crees que es fácil? Llegas a decir que está contigo. Eso es como jugar con nuestros sentimientos. ¿Puede entender mi angustia? No, no lo creo.

Por supuesto que podía entender perfectamente su agonía, su angustia, todo lo que sentía, elevé una ceja.

—Claro que puedo entender lo que siente, incluso el dolor, la angustia y la desesperación, lo entiendo perfectamente porque yo lo viví. Eso es algo que no se le desea a nadie.

Cerré la puerta del auto, él se quedó mirándome confundido.

—:Yo no quiero burlarme de nadie, no es una broma y tampoco soy amigo del tipo ese. Es más, no lo conozco en persona, conozco lo que Mariana me contó de él.

Se dobló sobre sí mismo apoyando sus manos en las rodillas, respiró profundo tres veces luego se incorporó.

—No entiendo nada —Musitó con un nudo en la garganta—,¿Por qué Mariana estaba en la selva? ¿Por qué no me llamó? Y si estaba con usted ¿Por qué se fue?

—Desde que la conocí ella es un misterio —sonreí como bobo, Lorenzo me miró perplejo—, no sé porqué se fue. Lo único que sé, es de su miedo al rechazo de ustedes, ella me dijo que la mamá estaba enojada con ella y la echó de la casa, por eso temía  volver.  Déjeme contarle cómo fue que la conocí.

—Mi madre se molestó mucho ese día, pero nunca le negaría la entrada a la casa, por favor quiero entender muchas cosas.

Justo cuando iba a empezar a contarle todo, escuchamos que alguien lo llamó, él me miró, soltó un suspiro.

—Es mi madre.  Lo mejor será decirle la verdad, la pobre está sufriendo mucho. No quiero mentirle, acompáñeme.

Yo solo lo seguí, la señora estaba parada en la acera cruzada de brazos. Lo primero que hizo fue regañar a su hijo, por lo visto aún no se percataba de mi presencia.

—Avemaría por Dios Lorenzo, que manía la tuya de dejar la puerta abierta, ¿quieres que se entre un ladrón? ¿Por qué eres tan descabezado ome?

Ella seguía regañandolo, sonreí con nostalgia, recordé a mi madre. Lorenzo le habló captando su atención, me señaló con la mirada, ella se cubrió la boca.

—¡Qué vergüenza por Dios bendito con este muchacho!

—No se preocupe doña Lucrecia.

Lorenzo me miró, por obvias razones yo sabía su nombre, me lo dijo Mariana.

—¿Vos sos amigo de Lorenzo? Eh, Lorenzo no seas maleducado hazlo pasar.

Él le pasó la mano por la espalda, dejando un beso en su cabeza.

—Madre él es Matías, Matías mi madre.

Dice señalándome a ambos con la mano, ella muy amablemente tendió su mano y yo la estreché. Ahora entendía a quien Mariana le heredó la belleza, era una señora muy guapa.

—Entra muchacho, adelante, estás en tu casa.

Se hizo a un lado y me señaló la sala, Lorenzo la tomó de la mano y agregó:

—Nosotros no somos amigos madre —ella parecía no entender nada—.Él está aquí porque trae noticias de Mariana.

En ese momento toda su cara se transformó. Lo miró y luego me miró, al instante sus ojos se habían llenado de agua, se llevó las manos al pecho y preguntó en un hilo de voz.

—¿Le pasó algo a mi muchacha? ¿Está bien? ¿Dónde está? ¿Quién es usted? ¿Eres policía?

Se me partió el corazón al ver su angustia, era como volver atrás y ver otra vez lo que yo pasé. Era exactamente vivir lo mismo desde otra perspectiva. Lorenzo trató de explicarle, me hicieron entrar, crucé la puerta, era una casa muy bonita. Lo primero que vi fue una fotografía de Mariana en una mesita, tenía un uniforme de colegio, hermosa.

Llegamos hasta la sala, la señora me hizo tantas preguntas al tiempo que no lograba entender, Lorenzo trató de calmarla, ella no dejaba de mover sus manos. Sabía  que iba a ser  peor cuando les dijera como la encontré, aunque no sabía si era correcto que yo hablara de eso, al fin ese tema solo le correspondía a Mariana. Y si ella huyó, eso me confirmaba mi teoría, ella lo asesinó en defensa propia por eso tenía miedo que la culparan. Tenía miedo de ir a prisión, por eso pensé bien antes de hablar, Mariana era  quien debía contarles todo lo que vivió. Mientras yo organizaba mis ideas la señora seguía hablando.

Un par de lágrimas se le escaparon, me contó que desde ese día que ella salió de la casa no habían tenido sosiego. Estuvieron una semana tratando de localizarla, pero no pudieron, el celular los mandaba a buzón. Trataron de llamar a Emmanuel, pero sonaba igual, lo primero que pensaron fue que ella estaba molesta y quería castigarlos.



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En el texto hay: dolor, desepcion, tristesa

Editado: 04.04.2023

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