Mariana De La Noche

Capítulo 39

MARIANA DE LA NOCHE

Capítulo 39

Esa sensación de vacío se quedó conmigo, esa sensación de tristeza, todas esas cosas las tenía alborotadas como un remolino donde todo se revolvía y nada tenía sentido.

En la mañana pedí hacer una llamada, no me podían negar ese derecho. Decidí marcarle a Rafael, un pitido, dos, tres, cuatro, cinco…

Eran las ocho de la mañana, no podía creer que no respondiera. Lo intenté una vez más, hasta que con su voz adormilada respondió.

—Hola…

—Rafael, con Matías.

—¿Matías? —repitió para confirmar—, ¿Dónde estás? ¿Por qué me hablas de un teléfono fijo?

—Es un cuento muy largo, pero para resumirlo estoy detenido.

Escuché un grito, por eso retiré el teléfono de mi oreja. Empezó a hacerme un montón de preguntas, lo que menos tenía era tiempo de responderlas.

—¿Ahora qué hiciste? —soltó una risita—,¿En qué problema te metiste? Vos no sales de una para estar en otra.

—Me están acusando de la desaparición de una persona, pero, bueno yo necesito preguntarles algo.

—¡Ay marica! Eso es grave, no entiendo nada. ¿Dónde estás? ¿Necesitas un abogado? ¿Por qué te acusan de eso?

El policía empezó a hacerme señas, el tiempo se me acabó.

—No necesito nada, solo quiero saber algo ¿Cuándo ustedes me dejaron solo en la selva se cruzaron con una mujer?

Silencio… ni la respiración la escuchaba.

—¿Rafael, sigues ahí? ¡Parcero!

Al parecer la llamada se colgó, no sabía hasta dónde  había escuchado. El policía me indicó que mi tiempo había terminado. O sea quede igual o peor que antes, no entendía nada. No pude hablar con Rafael, eso hubiese sido de gran ayuda.

Aunque tenía la tranquilidad de saber que mi paso por ese lugar era transitorio, no me podían retener por mucho tiempo sin tener suficientes pruebas y sin antes hacer una investigación previa.

Me regresaron a la celda, metí las manos a mis bolsillos y toqué la medalla, recordé lo que ella me pidió, nada perdía con intentarlo. Llamé a uno de los guardias y luego llegó un policía, le solicité hablar con Lorenzo, solo con él lo haría. Dejé muy claro eso, le dije que era muy importante.

Ahora solo me quedaba esperar el tiempo en ese lugar. Los minutos corrían, se hacían horas y las horas eternas.

Luego, no tenía idea cuánto tiempo había pasado, llegó un policía abrió la celda con el ceño fruncido me dijo:

—¡Acompáñeme!

Salí sin protestar, me llevaron a una sala y ahí esperaba Lorenzo. De inmediato me fulminó con la mirada, el policía salió dejándonos solos.

Se levantó al verme.

—¿Qué es lo que quiere? Se le removió la conciencia y decidió hablar.

Sostuve su mirada retadora, no sabía ni por dónde empezar.

—Yo no tengo nada que ocultar, espero que podamos hablar como lo hacen las personas civilizadas.

Arrastró una silla para sentarse.

—¡Lo escucho! —comentó  cruzándose de brazos.

Respiré profundamente, eso sería muy difícil para él, lo sabía. Metí mi mano derecha en mi bolsillo y saqué la medalla. La puse en la mesa, sus ojos se abrieron tanto que parecía que iban a salirse de su lugar.

Arrastré una silla y me senté, él seguía mirando la medalla desconcertado. Con su mano temblorosa la tomó, la miró. Luego me miró con los ojos cristalizados, su asombro era tan grande porque él la noche anterior estuvo  presente cuando me despojaron de toda mis cosas, no había manera que yo pudiera obtenerla.

—¿De-De dónde la sacaste? —preguntó perplejo.  

—Mariana estuvo aquí anoche y me la entregó.

Parpadeó sorprendido, se frotó el pelo.

—¿De qué habla? Es imposible —refutó—,ella nunca se quita esta medalla…

Lo interrumpí.

—Lo sé, esa medalla es muy especial para ella porque se la regaló usted cuando cumplió 15 años.

Abrió más sus ojos y un par de lágrimas salieron de ellos, me miró como tratando de entender. Se levantó y empezó a negar. Me levanté y lo miré.

—:Lo sé, porque ella me lo dijo, como el significado que tiene  ese copo de nieve. Desde ese día nunca se la ha quitado, hasta anoche.

Se había quedado inmóvil como si sus pies se pegaran del piso, su pecho subía  y baja  rápidamente. Estaba desconcertado, muy confundido, no lograba  articular palabras, solo me miró como tratando de asimilar lo que decía.

—También me sorprendió mucho cuando ella se la quitó, mucho más después de saber lo importante que es para ella. Pero me dijo que era una prueba para que pudieras creer en mí, ella fue quién me pidió que te localizara y te contara toda la verdad.

Ladeó la cabeza para mirarme.

—¿Cu-cuál verdad? —su voz salió en un pequeño hilo de voz que se cortaba por su respiración.

Se me removió todo, como cuando te lastimas y luego te escarbas la herida. Mis ojos se cristalizaron, él me siguió mirando con un gesto de confusión.

—¡No entiendo nada, no entiendo! —exclamó subiendo el tono—,¿Qué rayos pasa?

—Yo omití muchos detalles porque pensé que era ella quien debía contarles todo, pero anoche ella misma me suplicó que hablara contigo y te contara cómo pasaron las cosas.

Se fue encima de mí como una fiera, me tomó de la camisa estrellando mi cuerpo contra la pared con fuerza. Cerré los ojos al sentir el golpe, no hice el más mínimo intento de defenderme.

—¡Miente! —me gritó—, ¿De dónde sacó esa información? ¿De dónde sacó esto?—puso la medalla cerca de mis ojos —,¿Dónde está mi hermana?

Su voz se hizo más ronca, empezó a cortarse, yo traté de conservar la calma, solo murmuré.

—Parcero,  créame que entiendo perfectamente lo que siente. Yo un día lo viví, es como morir en vida y no hay nada que te quite esa fea sensación.

Frunció más el ceño y me sacudió con más fuerza, ese pobre hombre estaba a punto de un colapso nervioso.

»Es normal que te sientas así —añadí—, al fin de cuentas se trata de tu “before anything else”

Me soltó rápidamente, abrió más sus ojos que ahora estaban llenos de agua. Empezó a retroceder, bajó la mirada, su corazón latía tan rápido que yo podía escucharlo. Di pasos hacia él y seguí hablando.



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En el texto hay: dolor, desepcion, tristesa

Editado: 04.04.2023

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