MARIANA DE LA NOCHE.
Capítulo 6.
Él seguía gritando, su respiración era acelerada, ella seguía petrificada sin entender qué estaba pasando. La cogió de los brazos y la sacudió con fuerza haciéndola chillar de dolor. Mariana lo empujó, sentía que su corazón saltaría de su pecho, él resoplaba como un toro y sus ojos estaban oscuros.
—¡Me lastimas! Si no respondí fue porque me quedé sin batería.
Su voz se empezó a quebrar, es que ese no parecía el hombre del que se enamoró. Buscó el celular y se lo enseñó, una lágrima rodó por su mejilla.
»José sólo es un compañero de la universidad que se ofreció a traerme. Si demoré fue porque él fue hasta el centro a recoger unas cosas, no estaba haciendo nada malo. ¿Qué-querías, que me viniera sola? Sin celular, sin manera de avisar si me pasaba algo.
Su voz se quebró, el nudo que tenía en la garganta no la dejó hablar más. Se limpió las lágrimas y pasó por su lado dispuesta a entrar a la casa, pero Emanuel la tomó de la mano deteniéndola, Mariana reaccionó molesta, alejó la mano bruscamente.
:—¿Quieres lastimarme más?
Le señaló las marcas de los brazos. El lobo poco a poco se fue transformando en cordero. Una lágrima rodó por su mejilla, cómo si le doliera. Mariana quiso seguir de largo cuando escuchó un golpe, Emanuel descargaba puños sobre la pared lastimándose hasta el punto que los nudillos le sangraron. Mariana salió corriendo y lo cogió de las manos impidiendo que siguiera lastimándose.
—¡Estás loco, estás sangrando!
Desesperadamente empezó a buscar en su bolso un pañuelo para limpiarle la sangre. Emanuel empezó a llorar, en solo cuestión de segundos pasó de victimario a víctima.
—¡Déjame! —Trató de alejarse.
»Yo no te merezco, mira como te lastime —una y otra lágrima rodaron por sus mejillas—. Soy un estúpido, lo mejor es que te alejes de mí.
Mariana seguía llorando tratando de entender todo lo que pasó, se acercó y puso el pañuelo en las heridas. A pesar de lo que había pasado minutos atrás, a ella le dolía ver al hombre que amaba lastimado.
—No-no digas tonterías —susurró ella con tristeza.
Sus manos estaban frías y temblorosas, él las sujetó y dejó un beso en ellas.
—Ves, me tienes miedo, vas a coger miedo por lo que pasó, es que soy tan imbécil. Me dejé llevar por los celos, por eso actué así.
Le colocó las manos a ambos lados de la cabeza y la miró con los ojos llenos de lágrimas, deslizó su frente sobre la de ella y susurró con la voz quebrada.
—Te amo tanto Mariana, que me da miedo perderte, que llegue alguien mejor que yo y te arranque de mis brazos. No imagino la vida sin ti, ¿me crees que te amo? No quise lastimarte. ¡Perdóname! ¿verdad que me crees que te amo?
Ella solo asintió, una vez más él logró poner todo a su favor justificando sus actos.
»¿Dime amor, me perdonas?
Mariana se alejó lo suficiente para mirarlo a los ojos.
—La manera en la que reaccionaste no me gustó, es más no está bien, porque yo no estaba haciendo nada malo. Espero que algo así no vuelva a repetirse nunca más.
Emanuel levantó su mano en señal de promesa.
—Primero me muero antes de volver a lastimar a mi princesita.
La abrazó, besó sus brazos y su frente.
»Tu madre y mi cuñado me odiarán, no dejarán que sigas conmigo, mira las marcas que te deje.
Las marcas eran demasiado evidentes, lo más seguro al día siguiente le aparecerían los moretones. Mariana respiró profundo.
—Por esta vez no les diré nada. Ya miraré como tapar esto.
Miró las marcas y exhaló con tristeza, él acarició las marcas con la yema de sus dedos.
—Gracias amor, esto no volverá a suceder. Además es normal que las parejas tengan malos entendidos. No necesariamente hay que estarle contando todo a la familia, la relación es de dos.
Retiró un mechón de su cabello y dejó un beso en su frente.
»Todas las parejas tienen problemas, pequeños disgustos, eso no quiere decir que tengamos que estar contando lo que nos pasa, es nuestra privacidad. ¿Verdad princesita?
Mariana se quedó mirándolo, estaba confundida y tenía tantas cosas en la cabeza que no sabía si él tenía la razón. Sólo asintió, él acarició su rostro con una sonrisa.
—Esto no volverá a pasar, lo prometo, pero debes prometerme que no andarás en autos con otros tipos. No quiero perderte, te quiero solo para mí.
Mariana abrió sus ojos y elevó una ceja.
—¡Parece que no me conoces! ¿estás dudando de mí?
Emanuel pasa la mano por su cabello acariciándolo con mucha devoción.
—No, estás malinterpretando todo princesita. Yo confió en ti, pero en esos tipos no.
Dejó un beso en sus labios.
»No quiero que mi novia ande con otro, sólo te quiero para mí. Ponte en mi lugar por un momento, ¿Cómo reaccionarías tú?
Mariana estaba confundida y algo desilusionada por todo lo que pasó. Para ella ya era suficiente, no quiso responder y seguir con el tema, menos después del caos de hace minutos atrás. Le dijo que estaba cansada y se despidió, él le recordó una vez más que los problemas de pareja no se contaban. Le dijo que al día siguiente él la recogería en la universidad.
Mariana se cubrió los brazos con un suéter y subió directo a su habitación, menos mal no se cruzó con su hermano o su mamá. Cerró la puerta, descargó la mochila en su cama y se fue directo al baño. Se quitó el suéter y acarició las marcas de sus brazos con la yema de sus dedos. Se preguntó, si de verdad eso era su culpa por subirse al coche de otro hombre. Ella pensaba que tenía parte de culpa y estaba segura que algo así no volvería a pasar, ya que Emanuel era el amor de su vida. Estaba segura que él se arrepintió de corazón y algo así no se repetiría nunca.
Editado: 04.04.2023