Mariana De La Noche

Capítulo 16.

MARIANA DE LA NOCHE.

Capítulo 16.

 


—Bien, responderé por ti, esto no está nada bien. Un hombre que te marca como ganado no sabe ni lo que quiere. A una mujer no se le deja marcas en la piel, se le marca el corazón con pequeños detalles que la enamoran día a día.


Mariana pasó saliva para cortar  un nudo que se formó en su garganta.

»Tal vez para ti sea solo un juego de enamorados, pero ese tipo de marcas dan mucho que pensar. Parece un perro marcando su territorio, como diciendo; vean todos, ella es mía.


—Sé que estuvo mal —susurró—. Se lo dije, aunque empezó como un juego se pasó y no me gustó.


Retiró la toalla de su cabello y empezó a peinarlo.


»Se disculpó conmigo y prometió que no volvería a pasar.


—¡Eso espero! Cubre eso con maquillaje, donde lo vea mi madre, Virgen Santísima, nos sobra cantaleta a los dos.  


Mariana siguió peinando su cabello, Lorenzo se sentó en el borde de la cama. Ella se quedó mirándolo a través del espejo con unas ganas inmensas de llorar que ni ella podía entender, ¿Por qué?


—Quiero que recuerdes algo, siempre puedes contar conmigo y lo sabes, pase lo que pase.

 

Mariana volvió a pasar saliva, giró su cabeza para mirarlo y le lanzó un beso.


—Lo sé.


Sonrió, mientras por dentro sus lágrimas pedían a gritos salir. Esos momentos en los que quieres llorar y no entiendes la razón, eso le pasaba a ella.

—Nunca nadie puede obligarte a hacer algo que no quieras, ok.

Mariana dejó la mano a la mitad del camino y se quedó pensando, se giró recostando su cuerpo en el tocador.


—¡Digamos si…! Olvídalo.

—¿Qué ibas a decir, dime?  


—Una tontería, olvídalo.


—Dime, con toda confianza, mi…—susurró su apodo, aquel código secreto.

 

Ella sonrió, solo su hermano podía hacerla sonreír desde el corazón.


—Digamos tú con tu novia, cuando quieren probar cosas nuevas.

Sus mejillas se ruborizan, hizo un gesto de puchero, Lorenzo soltó una risita.


»Digamos que tú quieras y ella no, ¿Qué hacen?


Lorenzo se levantó y caminó hasta ella, le  sujetó la cara entre las manos y dejó un beso en su frente.


—Haber si entendí, digamos que queremos experimentar algo diferente, yo quiero y ella no está muy segura.

Asintió.

»Pues no lo hacemos, no puedo obligarla a hacer algo que a ella le incomoda. Mucho menos puedo ser egoísta por estar pensando en mi propio placer dejando el de ella a un lado. Para eso somos una pareja, debemos hablarlo y luego decidirlo, siempre que los dos estemos seguros. A una mujer no se le puede obligar a hacer algo que no quiera, igual que a nosotros. El hecho que sea tu pareja no quiere decir que tengas que hacer todo lo que el otro quiera, jamás.


Mariana sonrió y dejó un beso en la mejilla de su hermano.

—Eres un gran hombre, el mejor de todos.


Lorenzo sonrió, le devolvió el beso.

 

—¿Por qué me preguntas eso? —inquirió con el ceño fruncido.


—Por curiosidad. Soy una chismosa y todo lo quiero saber.


Mariana dejó un apretón en su nariz, sonrió para que él se relajara y siguió  peinando su cabello.

—¿Segura?


Ella soltó una risita para liberar la tensión del ambiente.


—¡Eres tan dramático! Ya no puedo preguntar nada.


—Pues espero que sea verdad  y no dejes que nunca ningún pendejo te obligue a hacer algo que no te guste, porque le parto la cara en pedazos.


Mariana trató de sonreír, ya que Lorenzo se quedó muy serio.


—¡Tóxico no, hermanito!


—¡Estoy hablando en serio! Nadie puede lastimar a mi niña.


Mariana sonrió con ternura.


—¡Que afortunada es tu novia! No me cansaré de decirlo, eres el mejor.

 

—¡Bueno, como soy el mejor, organízate  que vamos a salir!

 

¿Cómo podía negarse a la invitación de su hermano? ¿Con qué excusa iba a salir para que él no sospechara  que Emanuel se molestaba?

—¡Que pereza!

Mariana se dejó caer sobre la cama.

—Señorita ¡No quiero disculpas! Hace mucho que no salimos, además Marlon hace mucho que no venía.

Lorenzo se cruzó de brazos.

»¿Por qué no quieres ir si antes salíamos los tres? No me digas, ¿Emanuel se molesta?

Mariana se levantó de la cama y caminó hasta el baño levantando un poco la voz para que pudiera escucharla.

—¡Peliculero no, avemaría, que imaginación la tuya!

 

Soltó todo el aire que contenía, no podía negarse, pero en el fondo temía a la reacción de Emanuel. Salió del baño con la mejor sonrisa, recogió su cabello y buscó unos tenis, se los lanzó a Lorenzo mostrando sus pies con una sonrisa.


—¡Está bien, vamos!, pero ponme los zapatos, ¡esclavo!


Soltó una risita, Lorenzo negó con una sonrisa, se hincó de rodillas e hizo lo que ella le pidió. Recogió sus cosas y salió del brazo de su hermano dispuesta a disfrutar del día, sin pensar en nada. Al fin, estaba con su hermano, ¿qué tipo de problemas podría ocasionar?

 

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NARRA MATÍAS…

Cuando Ricardo llegó no podía entender nada, Bárbara seguía en una esquina llorando. Ella también parecía en otra realidad, estaba en shock. Le expliqué lo más rápido que pude lo que había pasado, le entregué  el cuchillo y le pedí que se encargara de Bárbara. De verdad esperaba que hiciera algo drástico para acabar con todo eso. Bárbara llegó muy lejos esa vez, estuvo a punto de matarme. Le dije que no pensaba poner cargos, siempre y cuando ella se mantuviera a kilómetros de mí.

 

Yo sabía que ella estaba enferma y ahí estaba el resultado, pero no más, no quería volver a saber nada de esa mujer jamás en mi vida. Le exigí a Ricardo que tomara medidas, si no quería que su hija terminara en la cárcel. Él estaba muy avergonzado por todo lo ocurrido, yo estaba tan ofuscado que le dije que con una disculpa no cambiaría  nada de lo que pasó. Mi madre estaba camino a una clínica y eso me mataba. No fue la mejor manera de hablarle, pero Bárbara estuvo a punto de matarme.



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En el texto hay: dolor, desepcion, tristesa

Editado: 04.04.2023

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