Mariana De La Noche

Capítulo 35

MARIANA DE LA NOCHE.

Capítulo 35.

Luego de unos minutos regresó a la orilla y se sentó junto a mí. Yo estaba abrazando mis rodillas, el frío se sentía mucho más, me frotaba los brazos para darme calor.

—¿Cómo te sientes? —Indagué.

Ella empezó a escurrir su cabello.

—Mejor, más libre, se siente bien liberarse.

—Que bueno —Sonreí.

—¿Tienes frío?  —inquirió con una pequeña sonrisa.

Me estremecí.

—Un poco, ¿tú no?

—Demasiado, cada vez se siente más.

Fijó la mirada al frente, yo me quedé mirándola, tenía tantas dudas, no pude aguantarme.

—¿Mariana, puedo preguntarte algo? —pregunté.

Giró la cabeza, asintió y me miró.

—¿Dónde está Emmanuel, qué pasó con él?

Su gesto se descompuso, frunció el ceño y volvió a mirar al mar. No debí preguntar eso, me levanté,  miré mi reloj eran las cinco de la mañana. ¿En qué momento pasó tanto tiempo?

»Es hora de regresar al hotel, debo dormir un poco antes de salir, el viaje es largo.

Extendí mi mano para ayudarla a levantar, empezamos a caminar en silencio de regreso al hotel.

—Espero que esté pudriéndose en el infierno —Soltó.

No quise preguntar nada más, mis sospechas cada día crecían más. Algo más había pasado, por eso sus actitudes, pero ella no era culpable, solo se quería defender. Llegamos al hotel, me fui directo al baño, me cambié la ropa mojada. Me puse una sudadera y me quedé sin camisa, tomé una toalla y empecé a secar mi pelo. Luego Mariana entró al baño y se cambió la ropa, se puso el otro vestido que le había traído. Me acomodé en el mueble, cerré los ojos para tratar de dormir.

—Matías…

Escuché un susurro.  Abrí mis ojos y la miré, me regaló una risilla nerviosa.

—Verás, es que tengo mucho frío —respiró profundo—, tal vez a vos te parezca un poco loco.

La miré con un gestó de confusión, seguía sin entender nada.

—¿Podrías dormir conmigo?

Abrí mis ojos, la miré y ella tenía el mismo gesto, nada había cambiado. Creo que yo me puse más nervioso.

—Además, dormir en ese mueble debe ser muy incómodo, no es justo que pases incomodidades por mi culpa.

—Por mí no te preocupes, no pasa nada. ¿Estás segura?

Se subió a la cama y se acomodó. Sonrió...

—Matías, aunque hace poco te conozco yo confío mucho en ti. Desnudé mi alma y mi corazón contigo —soltó una risita—,bueno y el cuerpo también.

Sonreí, tomé mi sábana y me acomodé a su lado, me perdí por unos segundos en esos ojos.

—Descansa.

Murmuré, mis párpados empezaron a ponerse pesados. Antes de cerrar mis ojos vi sus ojos hermosos una vez más, una pequeña sonrisa y un pequeño susurro apenas audible.

—Gracias por tanto Matías.

Sentí un beso en la frente, a esas alturas no sabía si era  realidad o lo soñé.

Cuatro horas después…

Empecé a parpadear para despertar poco a poco, veía la luz entrar por la ventana. Busqué mi celular y encendí la pantalla, eran  las nueve de la mañana. ¿Cómo pude dormir tanto?

Miré otra vez hacia la ventana, Mariana estaba sentada en un banco con la mirada perdida. Me levanté, di tres pasos y ella regresó a la realidad, me miró.

—¿Lista para volver con tu familia? —le pregunté con una sonrisa.

Asintió y volvió a mirar por la ventana.

—¿Hace mucho estás despierta? —Indagué para romper ese silencio.

—Hace unos minutos, como aún dormías no te quise despertar.

Empezó a jugar con la medalla que traía en el cuello, respiró profundo y luego soltó todo el aire.

—Al fin llegó el día de volver a casa.

Empecé a buscar mi ropa para ducharme.

—Así es, hoy podrás abrazar a tu hermano.

Le di una última mirada antes de entrar al baño, pero ella seguía de espaldas. Antes de cerrar la puerta escuché.

—¡Matías! ¿Vos me visitarás algún día?

Solté una risita.

—Por supuesto, pues si vos me lo permites.

Me regaló una sonrisa y volvió a mirar por la ventana.

—Las veces que quieras —respondió.

Me duché, luego me vestí. Elegí una camiseta verde militar, un pantalon negro y zapatos del mismo color. Salí del baño y empecé a empacar todo, Mariana empezó a organizarse. Salió con su cabello peinado, una trenza en la parte de encima y el resto suelto. El vestido blanco que resaltaba su pequeña figura, bajaba hasta sus tobillos, se puso las sandalias y me dijo que estaba lista. Ese día en sus ojos veía algunas cosas que me confundían, era una mezcla de alegría y nostalgia.

Salimos del hotel, fuimos hasta el estacionamiento, ahí tenía mi auto. Subí mis cosas y luego le abrí la puerta, miré el reloj eran las 10:00 am. Haciendo algunas paradas para descansar, dependiendo del tráfico al entrar a la ciudad  estaríamos tipo siete u ocho de la noche.

Me puse  mi cinturón de seguridad, ella hizo lo mismo. La noté nerviosa, tomé su mano y dejé un apretón en ella.

—¿Lista? —inquirí.

Apretó mi mano, estaba fría.

—Tengo nervios —susurró.

—Puedo sentirlo, estás helada. Tranquila, verás que te recibirán con los brazos abiertos.

Frunció los labios en una pequeña sonrisa, sus ojos se llenaron de agua.

—Espero que no sigan molestos conmigo.

—Se pondrán felices, estoy seguro. Sobretodo tu hermano —Sonreí.

Me regaló una sonrisa forzada y empezó a mirar por la ventana. Encendí el auto y emprendimos nuestro camino.

Le dio una última mirada al mar, antes de salir del pueblo, susurró.

—Hasta nunca.

Seguía con la mirada perdida, encendí la radio y puse algo de música, justo suena una canción que me gustaba mucho. Por alguna causa ese día me gustaba más, empecé a tararear mientras sonaba.

Hoy le pido a mis sueños, que te quiten la ropa

Que conviertan en besos

Todos mis intentos de morderte la boca

Y aunque entiendo que tú

Tú siempre tienes la última palabra en esto del amor

Y hoy le pido a tu ángel de la guarda, que comparta



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En el texto hay: dolor, desepcion, tristesa

Editado: 04.04.2023

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