Marianeta, en tiempos de redes sociales

Capítulo I  “El principio del fin”

Dicen que toda historia debe comenzar por el principio, sin embargo, por lo rebelde y terco que soy, iniciaré por el final.

Fue un 26 de enero de 2019, cuando Marianeta se armó de valor, llena de emociones y pensamientos confusos, tomó su celular y buscó el número de Ignatius, entre todos aquellos contactos que vivían en esa tecnología que la mantiene cerca de la realidad.

  • ¿Cómo estás?

Después de algunas horas en silencio, recibió un largo audio, donde lo único que ella logró rescatar fue cuando le dijo “Mariana”

Reventándole la cara contra una historia que ella se había hecho en la cabeza días atrás, -“Wow, Mariana, sí que están pasando cosas”-, respondió al mensaje con dedos poco ágiles y la mente nublada.

A las cinco de la mañana del día siguiente, horario muy preciso para él, cuando ella se encontraba dormida, le envió una cantidad de mensajes, donde él le explicaba cada cosa, pero con un halo de no querer contar toda la verdad.

Marianeta leyó cada mensaje con ojos inquisitivos, su corazón palpitaba, algo no estaba bien, había cierto engaño en cada palabra, o más que engaño, algo que decir que no estaba dicho. Marianeta respondió con un “Pues fue un placer conocerte, diría la Dúrcal”, ella siempre encontraba la canción adecuada para expresar sus emociones, a lo que él le dijo: - “Sabes que estás muy loca…”-

Ante tal afirmación, Marianeta espetó: -“Lo sé, sin embargo; no sé por qué lo dices ahora”-

-No he entendido una sola palabra de lo que has dicho Mariana-

Ahí estaba otra vez, Mariana, Mariana, le retumbaba en los oídos su propio nombre, él no le decía Marianeta, sus telarañas mentales comenzaban a tomar fuerza y sin pensarlo mucho le respondió:

-Me estoy despidiendo, así de sencillo-

Y lo que Ignatius le respondió, provocó en ella un ruido ensordecedor, algo le estalló en mil pedazos por dentro cuando leyó esas nueve palabras, que indicaban el fin del principio.

-Pues si esa es tu decisión, poco puedo hacer yo- le respondió.

Lo que escuchó dentro de ella fue ese golpazo que parte el alma, se sintió usada una vez más, Ignatius solamente la buscaba cuando estaba solo o sin un plan mejor, o al menos, eso es lo que ella sentía y otros le habían dicho en diversas ocasiones: “te usa, es lo único que él hace”.

Otra vez sus ojos se llenaban de agua y su rostro se convirtió en una mueca triste y dejaba de brillar. Se repetía una y otra vez lo tonta que era, que había esperado demasiado de él. Se preguntaba nuevamente qué había hecho mal, por qué se había entregado a él, por qué había creído en esos te quieros que parecían tan sinceros.

-¡¡¡Genial!!!, ¡¡¡Cuídate!!!- alcanzó a contestar, nuevamente con la esperanza de una respuesta.

 

***

Pero comencemos, ahora sí, por el principio. ¿Quién es Marianeta?, pues hoy día, a todos nos resulta un misterio, ya que detrás de su sonrisa, al menos yo, sé que algo oculta, aunque no estoy muy seguro de qué es lo que puede ocultar, si en verdad es un corazón roto o un ego herido en lo más profundo o es que está llena de frustraciones y de sueños rotos.

Marianeta es una mujer que siempre ha tenido por misión, impuesta por ella misma, valga la aclaración, el querer entender qué es lo que ocurre en la cabeza de los hombres, entiéndase por hombres, al género masculino, no a la humanidad per se.

Creció en un mundo color de rosa, donde pocas cosas le faltaron, no es de familia millonaria y aunque pudo serlo, no fue así, su familia gastó la fortuna y terminaron siendo parte de la tan odiada clase media.

Ella se considera alguien tan común físicamente, si no fuera por su casi metro ochenta de estatura, cosa que considera su mayor defecto, en una sociedad donde los hombres gustan de las mujeres de estatura baja.

Yo creo que sale del promedio mexicano por sus características, digamos un tanto europeas, pues es rubia, de ojos verdes, delgada, para decir verdad, es bonita, de esas mujeres que poco necesita para verse bien; pero con un complejo de patito feo arraigado hasta lo más profundo de su ser, con el cual, batalla diariamente para sacarlo de su cabeza o al menos aparentar que no existe.

Marianeta poco se quiere, lo que ve en el espejo, ese reflejo infame, le recuerda que no es lo perfecta que debe de ser, así que cada vez que se mira al espejo, se fija solamente en el rollito instalado en la barriga, la celulitis, la estría y todo aquello que ella considera la hace mucho más fea, que al promedio de la población, razones suficientes para creer que un hombre jamás se fijará en ella.

Sin embargo, a pesar de todo, cada mañana al verse en el espejo respira profundo y busca ponerse su mejor sonrisa y se prepara para hacer su mejor papel, demostrar al mundo lo feliz que es con su vida y que nada le preocupa más que tener un buen trabajo y nada más.

No ha sido una mujer con mil amantes, pues su condición moral, no se lo permite. A pesar de que lo ha intentado en múltiples ocasiones, siempre termina por rendirse y seguir creyendo que encontrará a su príncipe azul.




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