》》》Leer en compañía《《《《
—Buenos días. —saluda como si la situación fuera de lo más normal en el mundo. Joe abre la boca, pero parece dudar en lo que quiere decir.
—Buenos días. —responde serio y luego me mira. —Discúlpame, no sabía que tenías compañía.
—No te preocupes, no pasa nada… —respondo intentando bajar un poco la tensión del ambiente, Volkan tiene su mirada dura, esa que siempre le da a Román, y Joe está avergonzado, lo conozco, y a pesar de que me conoce desde que era una niña siempre se ha mantenido al margen de mi vida.
—Solo traje un desayuno. —agrega mirándome. Asiento queriendo que esta situación termine ya.
—No te preocupes Joe…. —responde Volkan con tanta familiaridad que me desconcierta. —Puedo cocinar, no es problema. —siento su mano en mi cintura jalándome para atrás.
Joe da un asentimiento de cabeza y con la elegancia que lo caracteriza se aleja sin decir una palabra más.
Veo como se pierde por el pasillo, cuando Volkan besa mi cuello, doy un brinco al tiempo que me separo de él. Me giro para mirarlo y tiene esa sonrisa victoriosa que solo le sale cuando hace lo que se le da la gana, que es casi siempre.
—¡Te dije que esperaras adentro! —apoyo mis manos en mi cintura para darle más autoridad a lo que digo, no puede ni seguir una instrucción tan simple como esa.
Me mira por un instante. luego coge la camisa de mi pijama y me jala hacia él. Me resisto un poco pero no hay comparación, es más fuerte.
—No me iba a quedar allí sabiendo que ibas a hablar con otro hombre. —siento sus manos en mi cintura.
—¡Es Joe! Te lo dije. —trato de soltarme de su agarre. —Suéltame… —pero en lugar de hacerme caso me eleva del suelo y clava su nariz en mi cuello. ¡Dios! Tengo que ser fuerte, ya fue suficiente por hoy.
—¿Siempre hueles tan bien? —pongo mis manos en sus hombros, cierro los ojos contra mi voluntad.
Eso es lo que Volkan es para mí, una debilidad y más si estoy en sus brazos. Brazos que son peligrosos, tengo que anotar eso. Camina al interior de la habitación y yo ya no soy dueña de mí, solo estoy expuesta a su absoluta voluntad.
Me deja en la cama y mi respiración ya es un caos, mi cerebro ya no funciona bien. Abro los ojos al sentir que ya no lo tengo encima y lo veo moverse por la habitación, me apoyo en mis codos para ver mejor lo que hace.
—¿Qué haces? —finalmente pregunto al no entender por qué se mueve así por el lugar.
—No encuentro mi zapato… —mi cerebro despierta haciéndome reaccionar, me siento en la cama mirando al suelo.
—¿Ya te vas? —la pregunta escapa de mis labios antes de que pueda analizar lo que estoy diciendo y en el tono que lo estoy diciendo. Maldito cerebro traicionero. Volkan levanta la vista y me sonríe con sus ojos chiquitos.
—No, Mi Lady. —se acerca y deja un beso rápido en mis labios. —Pero Joe tiene razón, ya es hora de desayunar. —continúa con su búsqueda mientras mi corazón palpita desbocado, otra vez me dijo “Mi Lady”, sé que le dije que no me llamara así, pero cuando lo hace, es tan lindo, y más por qué ya sé porque lo dice, aunque nunca le voy a decir que me gusta que lo haga, ¡Jamás!
Mis ojos se fijan en una almohada en el suelo y logro ver parte del zapato de Volkan, me levanto y recojo la almohada y, ahí está.
—Míralo… —digo, Volkan camina hasta él y se lo pone.
—Casi que no. Ahora, vamos a alimentarte. —me jala del brazo llevándome a la salida. ¿Alimentarme a mí? quiero decir, él también debe tener hambre.
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En la cocina lo veo mirar en todos los cajones y el refrigerador, no sé lo que hace, no tengo ni idea de cocinar, por eso Joe me compra la comida los fines de semana.
Saca huevos y algo de embutidos, lo veo picar y cortar otras cosas, no digo nada, no sé mucho del tema, así que lo dejo trabajar en paz.
Solo observo, y no precisamente la preparación, mis ojos están recorriendo su tonificado y musculoso cuerpo.
Los músculos de sus brazos se hinchan aun cargando una cuchara, tiene pectorales gigantescos, hasta parece que tiene más pechos que yo, y… no quisiera aceptarlo, pero… ¡Que culoté que tiene! es puro músculo, se ve desde aquí, no quisiera ser de esas mujeres que les gustan los hombres así, y bueno, en mi defensa, no sabía que me gustaban hasta que vi ese trasero.
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Volkan se sienta en la barra junto a mí, miro mi plato y la verdad se ve bastante bien, tengo huevos, tajadas de pan tostado, fruta y un tazón con un poco de caldo, el caldo lo trajo Joe.
Sin esperar Volkan empieza devorar su comida, digo devorar por qué come como si hubiera estado en un desierto, y lo entiendo, mantener ese cuerpo requiere de mucha comida.
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Estoy terminando mi té y veo a Volkan mirándome, no, que digo mirándome, parece que está analizándome o ¿Estudiándome? Bajo el pocillo algo incómoda por su mirada.