Algunas personas nunca llegan a vivir el amor verdadero. Era una de ellas hasta que conocí a la mujer más bella que ha pisado la faz de la tierra, puede parecer exagerado, pero entiéndanme, estoy enamorado hasta los huesos de una menuda mujer, mala carosa, algo arrogante y grosera.
Todo empezó hace unos años cuando mi vida estaba enfocada en mí, en verme bien y tener muchos likes en mis redes sociales.
Un día normal en mi rutina, solo varió una cosa, tenía planes en la tarde y no podía faltar al gimnasio, así que decidí llegar un poco más temprano para no quitarle tiempo a mi entrenamiento. Acababa de llegar cuando la vi en un rincón, con sus enormes audífonos, estaba súper concentrada en su entrenamiento, no miraba a nadie, casi no se daba descanso entre las repeticiones y su rostro pasaba por todos los tonos posibles; en un momento estaba roja, después pálida, luego algo azul.
Sonrió al recordar esa primera vista.
A pesar de llevar ropa holgada de notaba que era disciplinada y sabía lo que hacía, así que concluí que debía tener unas lindas curvas.
Cuando note que terminaba con su entrenamiento me hice cerca de la salida, era mi táctica, siempre me ponía a la vista de la chica que quería para que ella me viera y fuera la que diera el primer paso, ¿Qué puedo decir? estaba seguro de mi atractivo físico, y si le sumamos mi carisma, era el típico prototipo de hombre irresistible para todas las mujeres.
Recosté mi espalda en el marco de la puerta, me crucé de brazos, apoyé una pierna doblándola ligeramente y esperé a que mi presa mordiera el anzuelo, tenía la vista fija en otro lugar, siempre ellas tenían que hacer el primer contacto visual. Vi su pequeña cabeza pasar frente a mi sin siquiera detenerse, miré su espalda y después como se subía a una enorme camioneta, no tardo ni dos minutos cuando ya estaba saliendo del estacionamiento. La confusión me inundó estaba a la vista y mis bises estaban en todo su esplendor, ¿Qué había salido mal?
Al día siguiente llegue un poco antes, quería verla cuando sus ojos se posarán en este semental. Estaba en el mismo lugar del día anterior y decidí llamar su atención haciendo sentadillas, levanté mucho peso, también ejercite mi bíceps justo detrás de ella, me veía claramente por el reflejo, pero su vista nunca se fijó en mí. Frustrado vi cómo se iba, otro día sin ser visto por la menuda mujer. Algo desconcertado pregunte en la recepción.
Me acerqué a Cristian, quien era el recepcionista en turno, no me supo dar mayor información, incluso le costó recordarla, solo me dijo que nunca saludaba y siempre entrenaba en el mismo lugar, y que solo hablaba con los entrenadores.
En ese momento salía a veces con una entrenadora, no sé si era una señal del cielo, pero aproveché esa cercanía con ella y averigüé algo de la misteriosa chica. Marlady, un nombre interesante para una chica interesante. Lleno de determinación al día siguiente me acerque, “si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña.”
Me acerqué a ella con una excusa tan estúpida que de verdad ahora mismo me avergüenzo.
Estaba concentrada en sus cosas, me miró como si fuera un bollo de mierda tirado en un asqueroso callejón. No voy a mentir, me bajo un poco de nota, pero no dejé que eso cambiara mis intenciones y me quedé, tanto, que se acostumbró a mí, no me hablaba, pero al menos ya no me miraba mal, su actitud removió todo en mí, yo, el hombre que había tenido a cuanta mujer había querido, sin siquiera mover un dedo, pero ella, era tan diferente, tan desafiante, tan independiente del mundo que la rodeaba qué no notaba mi coqueteo qué era muy evidente y hasta descarado.
Un buen día hizo lo que nunca imagine, me abrazo, voy a saltarme los detalles de la situación que llevo a ese momento, pero les puedo decir que fue como subir al cielo y tocarlo, me apretó ligeramente a su pequeño cuerpo, sus manos estaban sobre mi piel, tan suaves y delicadas, se sentían muy tiernas. Quería quedarme pegado a ella, pero ya la conocía y sabía que si lo hacía la alejaría de nuevo, entonces con la mayor pena del mundo me alejé.
Minutos después comprobé que funcionó, ya que fue ella la que me buscó y me inventé una excusa súper estúpida para atarla a mi lado. En este punto mi estrategia había cambiado, ella era diferente necesitaba usar otros medios, explorar mis capacidades para llegar a mi fin, que, claramente era que saliera conmigo y funcionó, aceptó y empecé a tener acceso total a ella.
Con artimañas un poco dudosas la convencí de ser mi novia falsa, en ese momento su rostro se cayó a sus pies de la sorpresa, no sé qué pasaba por su cabeza, pero algo estaba claro, la idea de salir conmigo le aterraba, y yo que pensaba que era del tipo de todas las mujeres. Ella me demostró que no era del suyo y eso fue como una patada en la entrepierna para mi ego. Así que por primera vez en mi vida tuve que aprender a cortejar a una mujer, lo había visto en mis amigos, pero nunca me había tenido que esforzar tanto por una chica, y más por una que me recordaba cada vez que podía que no era real nuestra relación. Con el paso del tiempo empecé a conocer a la verdadera mujer que se escondía detrás de esa cara seria y frases bruscas que usaba para alejar a las personas. Y.… era tan dulce, tan femenina y delicada, tan hermosa toda ella, que no supe en qué momento paso de ser un gusto a algo más fuerte, algo que me hacía desear estar con ella de día y de noche. Un día, estaba con mi mejor amiga y ella lo notó, no sé qué vio en mí, pero me dijo; “Te enamoraste”, después de pensarlo por un rato no pude contradecirlo, porque en el fondo sabía que sí, Marlady había logrado llegar donde ninguna mujer había podido, había entrado en mi corazón, había hecho un nido y se había alojado sin fecha de caducidad, en ese momento lo entendí y también fui consciente de que esto que me estaba pasando me encantaba.