Dicen que el tiempo lo cura todo.
Pero también es capaz de arrancarlo todo.
De llevarse nombres, rostros, promesas que jamás llegaron a pronunciarse.
Evangeline creció entre relatos inconclusos y miradas que se perdían en un pasado que no le pertenecía. Jamás entendió del todo por qué su madre solía mirar por la ventana como si esperara a alguien que ya no existía, o por qué lloraba en silencio cada vez que escuchaba el sonido de un reloj de bolsillo.
Hasta que un día, ella lo encontró.
Viejo, desgastado y lleno de secretos, aquel reloj no solo marcaba las horas… marcaba el instante exacto en que el destino comenzaría a repetirse.
Porque hay historias que no mueren.
Hay amores que se heredan.
Y hay promesas que atraviesan el tiempo para cumplirse… más allá de él.