Más allá del tiempo

Capítulo 7

Catherine entró a la habitación en busca de un libro que había dejado la noche anterior, pero algo sobre el escritorio de Evangeline llamó su atención: un cuaderno de tapas oscuras, apenas abierto, con una hoja escrita de puño y letra.

No fue su intención invadir, pero sus ojos se deslizaron, casi sin permiso, por las primeras líneas.

Leyó en silencio.

Las palabras de Evangeline fluían como un río tranquilo, pero con una profundidad que la conmovió. Hablaban de Nathaniel, de cómo lo veía, de cómo había sentido el peso de sus silencios y la nostalgia en su mirada… hablaban de ella. De cómo su historia había empezado a vivir en otra alma sin buscarlo.

Catherine apretó los labios, conteniendo una emoción que le temblaba en el pecho.

—Somos más parecidas de lo que creí… —susurró, apenas audible.

Cerró el diario con suavidad, como si temiera despertar algo. No dijo nada a Evangeline. No aún. Pero desde ese día, cuando la miraba, lo hacía con una ternura distinta. Como quien ve crecer una flor que creía extinta.

A la noche, Catherine se había sentido culpable por haber estado husmeando en la intimidad de Evangeline, por lo que, algo intranquila se dirigió a su propia habitación y se sentó frente a su escritorio, tomando de encima de ésta, una hoja, una pluma y tinta, comenzando a desahogar sus pensamientos sobre la hoja.

Carta para Evangeline

Sin fecha. De puño y letra de Catherine Ravensdale.

Mi querida Evangeline,

No pretendo disculparme por haber leído tu diario, aunque sé que debería hacerlo. Las palabras, cuando nacen del alma, tienen un poder que atraviesa el tiempo… y las tuyas me hablaron más de lo que jamás imaginé.

Leerte fue como escuchar a Nathaniel por segunda vez. No con su voz, sino con la esencia que dejó en ti.

Tu padre fue un hombre que llegó a mi vida sin aviso, como una tormenta en pleno verano. Era torpe con las costumbres, ajeno a los modales, y sin embargo… tenía una mirada que sabía ver más allá de todo eso. Me hizo sentir viva. Me hizo sentir yo, por primera vez.

Y ahora estás aquí. No como un recuerdo, sino como una presencia real, una extensión de todo lo que fuimos. Caminar contigo por los mismos jardines, ver en tus gestos los ecos de su alma… es como si el destino hubiera querido sanar una herida que no supe cerrar.

Gracias por no juzgar mi historia con él. Gracias por buscarlo en mis memorias, por querer entenderlo no solo como padre, sino como hombre.

Y gracias, sobre todo, por existir.

Dondequiera que este tiempo nos lleve, siempre tendrás un lugar en mi historia.

Con ternura eterna,

Catherine




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