Más allá del tiempo

Capítulo 13

Evangeline no pudo dormir esa noche. Ambrose Sinclair había sido el culpable, pero ¿por qué él seguía jugando con las piezas del tiempo? Y lo más importante, ¿por qué había tenido que involucrarla a ella?

Pasaron los días, y Eva comenzó a hacer preguntas en silencio. En el fondo de su mente, la necesidad de respuestas se iba intensificando, como un fuego que no podía apagar.

Se dedicó a revisar antiguos documentos, relatos y leyendas, buscando cualquier mención a Ambrose o su familia. Nada parecía conectar todos los puntos, pero en las cartas antiguas encontró algo. Un libro olvidado, que parecía casi un diario de alguien que había estado al tanto de los movimientos de Ambrose. En él, se mencionaba cómo Ambrose había sido testigo de la caída de los grandes imperios de su tiempo, y cómo su obsesión con manipular el destino lo había llevado a cometer actos impensables.

Eva sentía cómo la ansiedad se apoderaba de ella mientras pasaba de un texto a otro, leyendo palabras que ya no parecían de este mundo. El reloj de bolsillo, el nombre de Ambrose, los relatos sobre el tiempo roto… Todo se conectaba como un rompecabezas que seguía incompleto. Pero sabía que no podía descansar hasta obtener todas las piezas.

**

El atardecer del día siguiente se filtraba a través de las cortinas de la pequeña sala de estar donde Evangeline y Theodore se encontraban. La tarde había sido tranquila, sin nada que la interrumpiera, pero el peso de las palabras que Evangeline llevaba dentro la estaba ahogando. Sabía que había llegado el momento de ser honesta con él, de abrir su alma.

Theodore estaba sentado frente a ella, leyendo un libro, pero al notar su silencio, levantó la mirada, sus ojos profundamente curiosos.

—Eva —dijo, su voz suave—, ¿qué pasa? No te has visto igual en los últimos días.

Eva se mordió el labio, buscando las palabras adecuadas. Sabía que no podía seguir ocultando lo que sentía. No con él.

—Theodore… —empezó, la voz temblorosa—. Tengo que contarte algo que he estado guardando. Algo que… que probablemente cambiará la forma en que me ves.

Theodore bajó el libro, su expresión se volvió más seria y atenta. Eva sabía que no había vuelta atrás. Ya estaba a punto de confesarlo todo.

Él la observó en silencio, su mirada suave pero penetrante. Eva podía ver la preocupación en sus ojos, pero sabía que él no la juzgaría.

—Eva, no tienes que decir nada si no estás lista… —dijo él, aunque su voz revelaba que ya había intuido algo.

Pero Eva levantó la cabeza, sus ojos brillando con una mezcla de dolor y determinación.

—No es eso. —Respiró hondo, buscando el valor—. Theodore, yo… no soy de esta época. No soy de este tiempo. No lo soy. Vine de… otro lugar. De otro momento.

Las palabras quedaron flotando en el aire como un eco lejano. Theodore no reaccionó de inmediato, como si estuviera procesando lo que acababa de escuchar. Eva lo miraba, esperando su juicio, pero su rostro permaneció tranquilo.

Finalmente, él se acercó, colocándose frente a ella, como si tratara de comprender el peso de lo que acababa de decir.

—No entiendo todo lo que significa… —dijo, pero su voz no sonaba desconcertada, sino curiosa—. ¿De dónde eres, Eva? ¿De qué época hablas?

Eva lo miró fijamente, el dolor aún en sus ojos, pero también una chispa de esperanza, como si finalmente alguien la viera por lo que realmente era.

—No lo sé todo. Sólo sé que algo está roto en el tiempo. Algo que está más allá de lo que puedo entender. Y, Theodore… siento que cada paso que doy en este lugar me aleja más de mi hogar. Pero, al mismo tiempo, siento que estoy buscando algo, algo que pueda arreglar todo esto. Algo que me permita regresar.

Él permaneció en silencio, y por un momento, Evangeline pensó que no sabía qué responder. Pero cuando sus ojos se encontraron de nuevo, algo cambió. Ella vio en él una comprensión profunda, algo que la hizo sentir que, aunque no podía explicarlo todo, no estaba sola en ese camino.

—No sé cómo ayudarte, Eva —dijo suavemente—, pero estaré aquí, sin importar lo que suceda. Lo prometo.

Ella sonrió levemente, una sonrisa débil pero genuina. Por primera vez desde que había llegado a ese tiempo, sentía que algo en su corazón estaba más en paz.

Ambos se quedaron allí, en silencio, en un entendimiento tácito. Aunque las respuestas aún no llegaban, algo les decía que lo encontrarían juntos.




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