Más allá del tiempo

Capítulo 15

La luz del amanecer entraba tímida por la ventana del salón, iluminando las motas de polvo que flotaban en el aire como pequeños recuerdos suspendidos. Catherine había colocado sobre la mesa una caja antigua, de madera gastada y cerraduras oxidadas, como si el tiempo mismo la hubiese sellado.

—Aquí es donde guardo lo que quedó de Nathaniel —dijo en voz baja—. Y también… lo poco que alguna vez supe de Ambrose Sinclair.

Evangeline se acercó con cautela, con el corazón latiéndole fuerte. Theo estaba a su lado, atento, casi protector.

—Ambrose… —repitió Catherine— era un hombre persuasivo. Con modales impecables y palabras suaves. Pero algo en él nunca me cerró del todo. Se obsesionó con mi familia. Conmigo. Y con Nathaniel.

Eva tragó saliva. Ya no era solo una corazonada: había algo más oscuro detrás del nombre de aquel hombre.

Catherine abrió la caja. Dentro había varias cartas atadas con cintas, páginas sueltas, un relicario… y un reloj de bolsillo.

Eva lo reconoció al instante.

—Este reloj… es idéntico al que encontré antes de venir aquí.

Theo frunció el ceño.

—¿Y si no fue casualidad?

Catherine asintió.

—Nathaniel decía que este reloj no era como los demás. Que Ambrose lo había modificado… que algo en su interior podía alterar el tiempo, aunque nunca entendimos cómo.

Eva lo tomó con cuidado. Estaba frío. Pero al abrirlo, un leve zumbido vibró en su palma, como si aún respirara.

—Este símbolo… —murmuró Theo, señalando una diminuta inscripción en la tapa interior—. No es decorativo. Es una fórmula. ¿Un código, quizás?

Eva revisó las cartas. Varias estaban firmadas por un remitente misterioso: "A. Sinclair". En una de ellas, fechada años atrás, Ambrose hablaba de “una teoría para romper los hilos del destino” y de “corregir los errores del tiempo”.

—Él sabía lo que hacía —murmuró Eva—. Esto no fue accidente. Nada lo fue.

Catherine asintió, sus ojos brillando con una mezcla de dolor y certeza.

—Yo siempre sospeché que Nathaniel volvió a su época por su culpa.

Theo miró a Eva, serio.

—Entonces hay que descubrir cómo lo hizo. Si ese reloj tiene respuestas, las vamos a encontrar.

Eva lo miró, decidida.

—No voy a dejar que Ambrose controle mi historia. Ni la tuya. Ni la de ellos.

Y mientras el reloj marcaba una hora imposible, los tres se sumergieron entre páginas antiguas, secretos sellados y palabras olvidadas, sin saber que estaban mucho más cerca del corazón del misterio… y del peligro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.