Eva hojeaba las últimas cartas con cuidado, cuando una sobresalió del resto. No tenía sello ni destinatario, y el sobre estaba amarillento, con una grieta en la esquina. Lo abrió con delicadeza, y al leer, el silencio del salón se volvió espeso.
"A veces el tiempo es un velo, otras, un muro. Pero contigo… contigo es un tormento. Me robaste algo más que el futuro: robaste la ilusión de que alguna vez me verías como algo más que un error en la línea de tu vida.
He leído, he estudiado, he entendido cómo romper la distancia entre los hilos del destino. Y lo haré. Porque si el tiempo no me concede justicia, yo mismo lo forzaré. Si no fuiste para mí, tampoco lo serás para él.
Volveremos a vernos. Y cuando lo hagamos, sabrás que no era amor lo que buscaba… sino equilibrio.
—A.*
Eva sintió un escalofrío. La letra era precisa, casi elegante. Pero cada palabra estaba cargada de resentimiento, como si el papel aún guardara el eco de una obsesión.
—Nunca envió esto —murmuró—. Pero pensó en hacerlo. Lo planeó todo. Desde hace años.
Theo la miró, tenso.
—¿Equilibrio? ¿Qué querrá decir con eso?
—Tal vez… que no piensa dejarnos cambiar la historia sin consecuencias —dijo Eva, cerrando el sobre con firmeza—. Lo que hizo con mi padre fue solo el principio.
Catherine, desde un rincón, parecía más frágil que nunca.
—Fue un hombre consumido por su deseo de control. Y ahora está jugando con generaciones que ni siquiera pertenecen a su tiempo.
Eva levantó la mirada, firme.
—Entonces jugaremos mejor.
**
El día siguiente amaneció suave, con una brisa que olía a tierra húmeda y lavanda. Theo encontró a Evangeline en el invernadero, sentada en una banca de hierro forjado, acariciando las hojas de un tulipán florecido.
Él las había plantado días atrás al saber que a ella le gustaban.
Se sentó a su lado sin decir nada. Ella lo notó, pero no se volteó.
—¿Querés saber más sobre mí? —preguntó, rompiendo el silencio—. Te lo dije una vez, pero nunca cómo se sintió realmente.
Theo asintió con suavidad, sin presionarla.
—Mi madre… falleció hace unos años. Era dulce, algo torpe cocinando, pero cantaba como nadie. A veces la extraño tanto que me cuesta respirar. —Hizo una pausa—. Y mi papá… bueno, ya sabes que era Nathaniel. Crecí con sus historias, con sus silencios, y con ese brillo en los ojos cada vez que alguien decía la palabra ‘Ravensdale’.
Theo sonrió, suave.
—¿Y ahora?
—Ahora estoy aquí. Y aunque no entiendo cómo, no me siento sola. Vos y Catherine… hacen que todo esto no sea tan irreal.
Theo bajó la mirada, pensativo.
—Sé que no sos de esta época. Lo sé desde que te vi mirar el cielo como si no supieras si era el mismo que el tuyo. Pero… Eva, no me importa. Me importa lo que hacés sentir acá —dijo, tocándose el pecho.
Ella lo miró, con un leve brillo en los ojos.
—¿Y qué hago sentir?
—Que quiero conocerte más. Aunque el tiempo esté en contra.
Se quedaron en silencio, rodeados de plantas que no entendían de siglos, solo de estaciones. Y en ese instante, no eran una joven del futuro y un muchacho del pasado. Eran solo dos almas, conectadas por algo que ningún reloj podía medir.