Más allá del tiempo

Capítulo 17

La lluvia repiqueteaba suave contra la ventana de la habitación de huéspedes. Eva encendió una vela y extendió frente a ella un papel amarillento, con los bordes ligeramente quemados. Catherine había escrito cartas por años, por si Nathaniel no podía quedarse. Eva sintió la necesidad de hacer lo mismo.

Tomó la pluma y comenzó a escribir.

A quien encuentre esto…

Mi nombre es Evangeline. Y aunque nací en el siglo XXI, hoy vivo en una casa donde los relojes no saben qué tiempo marcan. Si estás leyendo esto, es porque tal vez yo no pude regresar. Y si ese es el caso… no quiero que mi historia se pierda.

Esta casa guarda más que secretos. Guarda amor, dolor, encuentros que desafían la lógica. Guarda a un chico que sonríe como si el futuro no le diera miedo. Y a una mujer que ama con el alma rota y aún así no se rinde.

Mi padre me habló de Catherine Ravensdale. Lo hacía con una tristeza suave, como si aún la viera en sus sueños. Yo nunca entendí por qué, hasta que llegué aquí. Hasta que conocí su historia… y lo que quedó sin resolverse.

Yo… también conocí a alguien. Alguien que me ve como si no le importara de qué siglo soy. Si alguna vez lees esto, Theodore… gracias. Por no dejarme sola. Por escuchar. Por estar.

Y si no logro volver, que esta carta sea mi prueba: existí. Amé. Y traté de cambiar el destino.

—E.B.

La firmó con su inicial, como si dejar el rastro más mínimo de sí misma pudiera mantener su verdad a salvo en el tiempo.

Cuando Catherine entró más tarde a la habitación y la vio dejando la carta bajo la tabla suelta del piso, no dijo nada. Solo la abrazó en silencio, con los ojos llenos de comprensión.

—A veces, lo más valiente es escribirle al tiempo… y esperar que conteste —susurró.

Eva solo asintió, sintiendo que cada palabra era un hilo más que tejía su destino, enredado con el de los que vinieron antes… y los que vendrían después.

**

El laboratorio estaba oculto bajo la vieja biblioteca, sellado con una cerradura oxidada y una advertencia grabada en latín. Con la ayuda de Theo y Catherine, Evangeline logró abrirlo una mañana nublada, cuando la casa entera parecía contener la respiración.

—¿Segura de que aquí empezó todo? —preguntó Theo, con la linterna temblando levemente entre sus dedos.

—No lo sé con certeza… pero es donde mi padre trabajaba cuando todo cambió. El experimento que abrió la brecha fue suyo… o al menos eso dicen las notas que encontré entre sus cosas.

Los tres descendieron por una escalera estrecha, envueltos en polvo y recuerdos olvidados. Abajo, el aire olía a metal viejo y electricidad dormida.

Eva caminó hacia un escritorio cubierto de papeles desordenados. Entre ellos, una bitácora desgastada llamó su atención.

—"Proyecto Hourglass" —leyó en voz alta.

Catherine frunció el ceño.

—Nathaniel mencionó ese nombre una vez… dijo que era algo que nunca debió existir.

—Y sin embargo —susurró Theo—, aquí estamos, atrapados en sus consecuencias.

En la última página del cuaderno, una frase escrita con furia sobresalía del resto:

> “No era para que él lo usara. Yo abrí la brecha primero. Y la cerraré… aunque no pueda dejarla aqui.”

Eva sintió que el frío del lugar se le metía en los huesos.

—Ambrose sabía. Lo sabía todo. Y aún así lo usó… para él.

Theo se acercó, con el ceño fruncido.

—¿Y si no fue solo por Catherine…? ¿Y si buscaba a alguien más esta vez?

Eva cerró el cuaderno con un golpe seco.

—Entonces vamos a impedirlo. Como sea.




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