Después de casi 5 días, Nathy al fin había podido convencer a su sobreprotector hermano para salir de casa. Ya llevaba unas cuantas horas recorriendo la avenida principal de la bahía cuando, al llegar al lugar dónde vio a los primos por primera vez, no pudo evitar sumergirse en sus recuerdos.
Sonrió divertida al recordar cómo le había echado en cara a Lance lo que dijo de las cucarachas. Rio aún más y se avergonzó a partes iguales cuando se acordó el día que lo confundió creyéndolo homosexual, tuvo que taparse la boca para no soltar unas cuantas carcajadas, la gente a su alrededor iba a pensar que estaba loca si continuaba riendo sola.
Su mirada se volvió más brillante sin darse cuenta y los latidos de su corazón se aceleraron al rememorar la forma en la que siempre se quedaba sin palabras frente a los hoyuelos que se formaban en sus mejillas al sonreír… él era un hombre de muy pocas, pero encantadoras sonrisas.
También se acordó de aquellos atrayentes ojos grises, sus labios, sus cálidos abrazos. Negó sacudiendo un poco su cabeza al percibir la trayectoria de sus pensamientos, tenía que dejar de soñar y continuar trabajando, vender más dulces antes de ir al restaurante en el que trabajaba como mesera, puesto que ya casi era la hora en la que había más afluencia de clientes. Aunque, siguiendo en la onda de los recuerdos, decidió pasar antes por el consultorio médico de su amiga Susana para pedirle prestada la revista en la que había visto los modelos de trajes de baño GayVeccio de la colección pasada, rogaba que aún la tuviera.
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Decir que estaba feliz era poco, Nathy estaba eufórica al encontrar la revista y que su amiga se la regalara, más que por los trajes de baño, estaba saltando en un pie al descubrir que había una foto de Lance junto a su padre Bernard en ella, el reportaje en que éste lo mencionaba como su sucesor. Al ser unos completos desconocidos la había obviado antes, pero ahora todo le resultaba demasiado diferente.
Abrazó la revista y casi por impulso le dio un beso a la foto, aunque cuando cayó en cuenta de su acto se sintió tonta, volvió a negar y recordó que estaba sobre la hora para llegar al restaurant. Enrolló con sumo cuidado la revista para poder guardarla en su pequeño morral y acomodó mejor los dulces en su cesta para que ninguno se le cayera cuando comenzara a correr para llegar a tiempo… pero, al levantar la mirada, todo ocurrió demasiado rápido.
La sombra de alguien frente a ella la cubrió por completo, sosteniéndola con fuerza por su torso y con ayuda de alguien más, la metieron dentro de un vehículo el cual, sin perder tiempo, se puso en movimiento. Nathy odió haberse entretenido tanto con la revista que descuidó lo que sucedía a su alrededor.
Dentro había dos hombres, el que conducía y el que iba con ella en los asientos traseros sosteniéndola y tapándole la boca para que no gritara pidiendo ayuda. Se quedó tranquila sabiendo que, mientras estuvieran en movimiento, de nada le servía patalear y perder energías puesto que no iba a poder alejarse… A menos que quisiera lanzarse del vehículo y claro estaba de que ella no era ninguna suicida.
Tampoco quería tentar a su suerte haciendo que la amarraran, debía aprovechar el hecho de que, en tierra firme, le era más fácil escapar del hombre que la estaba sosteniendo. Más cuando él sólo usaba aquellos brazos a los que de seguro le tocaría partirle algún hueso.
Estaba demasiado tensa, odiaba haber perdido su cesta con dulces, intentaba relajarse para pensar con claridad, pero que ese infeliz estuviera presionándola con fuerza, tan cerca de ella que podía sentir su desagradable olor a cigarrillos y la risa burlona que le escuchaba cada cierto tiempo, la mantenía con ganas de estrangularlo.
«Cálmate, Nathy… Sólo, cálmate».
Tan pronto como el vehículo frenó para adentrarse en un garaje ella comenzó a prepararse, conocía el lugar dónde se encontraba, no se impresionó ya sospechaba que esto era obra de ese bastardo.
El conductor bajó y se apresuró en abrir la puerta trasera, intentando tomarla por los pies para sacarla de la misma forma tosca en la cual la subieron, pero ésta vez Nathy lo estaba esperando. Tan pronto como el hombre asomó el rostro para halarla y que el que la sostenía redujera la fuerza de su agarre, ella se impulsó sosteniéndose de los asientos para darle una patada en el abdomen y mandarlo lejos.
Sin perder tiempo se bajó del vehículo para impedir que el otro imbécil la golpeara, la halara por el cabello o por el pequeño morral que mantenía bien fijo en su espalda, intentó salir de ese garaje antes de que se cerrara la compuerta, pero la voz de alguien frente a ella, le hizo retroceder.
Douglas Valverde, el padre de Peter, presionaba el interruptor del mecanismo con el cual la salida se terminó de sellar por completo. Su respiración se aceleró un poco más…
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Esa mañana salieron juntos e incluso Andrew había acompañado a su hermana en parte de su recorrido, pero él también tenía que cumplir con sus compromisos para poder llevar dinero a casa. Además de clases de defensa personal también dictaba clases de surf, ambos lo hacían, pero Nathy sólo atendía niños por solicitud expresa de su madre.
Ya casi para finalizar con la clase del día, siendo que todos en el pueblo sabían que el corazón de Matilde no resistiría una aflicción más, Susana llegó corriendo hasta él para informarle de lo sucedido con su hermana, dos hombres se la habían llevado.
Editado: 07.10.2021