Una tormenta arrasaba gran parte de los ríos desbordándose en la hacienda Hidalgo, era pasada la medianoche, la lluvia caía azotando los establos y golpeando el exterior de la hacienda.
Lorenzo Hidalgo, se había pasado una temporada en la hacienda con su esposa Veruzca, que estaba embarazada y todavía le faltaba un mes para parir, pero el parto se le adelantó.
—Señor Lorenzo, a la señora Veruzca debemos llevarla inmediatamente al hospital, ella lleva horas en trabajo de parto, y no hemos logrado, que dilate lo suficiente— le responde una médico que habían buscado en el pueblo más cercano a la hacienda.
Lorenzo salió afuera y sin importarle el torrencial de lluvia, de los rayos y los relámpagos, él se adelanta a la camioneta, para moverla, logra encenderla y al instante se apaga, lo intenta nuevamente, y no puede.
El agua se le estaba metiendo al motor y se estaba colando por la puertas laterales.
—Maldición! ¿Porqué ahora? ¿Porqué ahora?— gritaba fuerte de la impotencia.
Salió de la camioneta y regresó a la hacienda.
Escuchó los gritos de su esposa, como un sonido ensordecedor que lo estremeció, caminaba de un lugar a otro, preocupado por su amada esposa, ella es su vida y su compañía, la mujer que siempre ha estado con él. Se pasaba las manos por su frente limpiando su sudor. En el interior de la habitación un llanto de bebé, llegó hasta sus órganos auditivos y se alegró.
—Nació mi hijo— dijo, tranquilizando su angustia, pero después escucha que la médico le grita a Veruzca, llamándola por su nombre varias veces, él desesperado entra corriendo a la habitación, lo que se observa es a la doctora reanimando a Veruzca, se había desmayado y no daba signos de vida. Una de las empleadas cargaba a la bebé, Lorenzo se fue directo a su esposa y cayó arrodillado delante de ella.
—Veruzca, mi amor no me dejes, por favor, nuestro hijo te necesita, ¡Veruzca! —. Su grito se escuchó en todos los rincones de esa hacienda.
—Lo siento señor, Veruzca acaba de fallecer— le dice la médico, pero él se aferra a su esposa abrazándola fuerte y lloraba en sus brazos.
—Acabo de revisar a su hija y está en perfectas condiciones—, Lorenzo, que tiene la mirada fija en un punto del recinto, pestañea su ojos al escuchar a la médico.
—¿Hija? ¿Qué hija doctora? es un varón, la ecografía mostraba que es un niño—.se encoge sus hombros, estaba completamente seguro, porque ese día acompañó a Veruzca a realizarse la ecografía, y el ecógrafo, le dijo que era un niño que venía en camino.
—Las ecografías pueden equivocarse señor, quizás lo confundieron con el cordón umbilical, la señora acaba de dar a luz una niña, revísela usted mismo si no me cree.
La cara de Lorenzo se desencajó, miró a su esposa muerta, y un dolor se introdujo en su pecho, esperaba a su hijo varón para seguir su legado, que decepcionado y acongojado estaba, perdió a su esposa en medio de ese parto complicado y aparte debía lidiar con una hija que no esperaba, el estaba encariñado con su hijo varón, y soñaba en todo lo que iban hacer juntos, su hijo mantendría el apellido Hidalgo por una generacion más.
Aparte, todo lo que compraron era alusivo a un hijo varón, la ropa de bebé, la cuna, la habitación.
—Búscale una nodriza para que la cuide—, dice acercándose a la empleada que la cargaba y observó por unos minutos su carita tierna, dormidita, envuelta entre una cobija. Lorenzo frunció el ceño y salió de la habitación, vuelto un demonio y desesperado, debía ocuparse del sepelio de su esposa, después pensaría que iba hacer con esa niña. El dolor de su esposa muerta lo pagaría esa niña que no tenia la culpa por el hecho de haber nacido hembra y justo el mismo día que su madre fallece.
El sepelio se dio en la ciudad, mucha gente llegó, familiares, amigos cercanos, la niña estaba en brazos de su nodriza, Lorenzo no le demostró ningún afecto y en su casa ella pasaba con las criadas en la cocina. Cuando lloraba, él se sentía enloquecer y mandaba que la sacaran lejos, no soportaba sus llantos, ni su presencia, prefería pasar viajando y estar fuera de casa que soportar la presencia de la pequeña.
—Lucy, chiquita es tu cumpleaños numero uno, tu papá no está, nosotros te vamos hacer una deliciosa torta— le dijo una de las empleadas.
—Pobre niña, que culpa tiene ella de la muerte de su madre, ella necesita el cariño y el afecto de su padre y el señor Lorenzo, ni la voltea a ver, hoy es su cumpleaños y hoy también cumple un año de fallecida la madre de Lucy—.responde la nodriza
—Está creciendo sin padres, ojalá que el señor Lorenzo se case nuevamente con una mujer buena que se haga cargo de Lucy.
Lorenzo se volvió a casar, encontró nuevamente una mujer a la que podía amar y olvidar a su esposa muerta, pero está mujer, era codiciosa, egoísta e insensible, cuando se entera que él tiene una hija, buscaba las maneras de deshacerse de ella, no iba a cuidar a una bastarda como su hija, lo primero que hizo después de casarse fue convencer a su esposo de internar a la pequeña en un convento para que se ha educada conforme a los principios de la sociedad, cuya decisión le pareció bien a Lorenzo, después de todo él no le había demostrado afecto durante esos dos años, ella estaba siendo criada por su nodriza.
Al cabo de una semana, Lorenzo lleva a Lucy a un convento de novicias en Roma, al dejarla no sintió ni una pizca de remordimiento, al contrario, sintió que se quitaba un peso de encima, ni siquiera se conmovió con la sonrisa que ella le hacia mostrando sus cuatro dientecitos que se asomaban en sus encías, y haciendo agujeritos en sus mejillas, la niña le hacía palmitas mientras una de las novicias la cargaba. De repente su corazón se tensó, al ver los ojos de Lucy es como si viera los mismos ojos de su esposa, trayéndole recuerdos amargos, gruñó y desvió su mirada.
Todos los meses Lorenzo paga una gran suma de dinero para su alimentación, educación y estadía en ese lugar.