—Ana María, ¡ya es hora! aprovechemos que la madre superiora está hablando con el reverendo y que la hermana Sor Stefany y Sor Mariana están entregando las donaciones. ¡Ven sígueme por aquí!— le susurra Lucy, mientras van saliendo por la parte trasera de la Iglesia.
Todos los domingos el grupo de novicias visitan la iglesia de la catedra, para llevar donaciones y entregar ayudas a los más necesitados, este es el único día que Lucy tiene oportunidad para explorar el mundo exterior.
Lleva haciéndolo desde los diez años, cuando por casualidad se fue persiguiendo una pequeña mariposa que se posó en su banca, la mariposa voló hacia la terraza trasera y ella la siguió entretenida.
En esa escapada, conoció a otros niños y compartió con ellos un rato agradable, a partir de entonces buscaba la forma de salirse del grupo sin que nadie la viera.
En esta ocasión ya no lo estaba haciendo sola, tiene una amiguita que comparte con ella sus secretos y sus travesuras.
—Hola chicos—, saludan a sus amigos, Dominic y Nicolas son dos jóvenes aventureros de la plaza, dominic es hijo de un importante ganadero de la región y tiene un rancho en las afueras del pueblo.
Nicolás es hijo de un médico, los dos jóvenes ya cumplieron la mayoría de edad.
En el tiempo que ellos comparten, ella se ha divertido aprendiendo a nadar en el rio, a caminar por toda la plaza y a meterse en las terrazas de las casas a robar vestidos, que se adapten a ellas, ya que solo visten de novicias y para sus escapadas de noche necesitan vestir diferentes.
—He conseguido boletos para el concierto de Bryan Adams!— dice Dominic —es dentro de una semana.
—¡Que bien! es mi cantante favorito, gracias Dominic—, Lucy le da un beso en la mejilla. El joven se sonroja. Ella le sonríe, en realidad Lucy todavía no sabe lo que es el amor, ve a Dominic solo como un amigo, lo unico que la emociona son las cosas nuevas que quiere experimentar.
Una niña que ha sido criada en un convento, donde ve rostros nuevos todos los días, no ha encontrado a nadie que le haya mostrado ese afecto y cariño que siempre le ha hecho falta, pero ella trata de no darle importancia, y solo busca hacer, lo que su corazón le dicta y en perseguir sus sueños.
Observa su reloj, es exactamente el tiempo en que las novicias están recogiendo todo para regresarse.
—Lucy, debemos volver— dice Ana María, inquieta.
—Chicos nos vemos el día del concierto en el mismo lugar—. Se despiden y se adentran al camino más corto que las lleva a la iglesia.
—¿Lucy ya tienes la ropa? ¿Quieres que la consiga para ti?— le pregunta Dominic a una distancia.
—Tranquilo Dominic, me pondré la que robamos la última vez— le responde, levantando su mano, en señal de despedida.
Las jóvenes apresuran el paso, ingresando por el mismo lugar donde salieron, se unieron al grupo de compañeras que recogían las sillas, doblaban los manteles y empacaban el resto de los utensilios en cajas.
—Vamos niñas metan todo en el autobús y se van ubicando en sus asientos.
—¡Lucy y Ana María!—… escuchan que las llaman, ellas se detienen
—¿dónde estaban ustedes? Casi nos la vi durante el evento—. Les pregunta Sor Mariana, arqueando una ceja y frunciendo el ceño, la madre superiora le había dicho que no le quitara el ojo de encima a Lucy, sin embargo, se ocupó en las donaciones, y la jovencita se le perdió de su vista, no se percató ni en que momento apareció, hasta que la vio recogiendo una silla.
—Sor Mariana, nosotras fuimos al baño y acabamos de regresar— le responde ella naturalmente, acostumbrada a mentir.
Señor te pido perdón por mis mentiras piadosas. se toca su crucifijo que lleva en el cuello. Sor Mariana no le creyó el cuento pero no quiso indagar más, para que la madre superiora no le llamará la atención a ella, ya que le habia encargado estar pendiente de Lucy.
En el autobús, de regreso al convento Lucy pensaba en el concierto, estaba ideando el plan perfecto para salir sin que nadie se diera cuenta.
En sus escapadas de noche, solo dura una hora afuera del convento, pero esta vez, es posible que regrese en altas horas de la madrugada, ¿cómo hará para que la madre superiora no la descubra?
—Tengo una semana para preparar mi salida— dijo ella mirando la ventana y observando el bonito paisaje soleado que dejaba a su paso, veía los pájaros en el aire, volando sin rumbo y siendo libres, como deseaba esa libertad, casi toda una vida encerrada en cuatro paredes.
De su padre casi no se acuerda, solo la visito una vez cuando ella tenia nueve años, y llegó al convento porque la madre superiora lo llamó.
Fue el día en que ella dejo una vela encendida cerca de unos libros, causando un incendio que acabo con gran parte de la construcción del convento, afortunadamente no hubo heridos, a su padre le tocó pagar por todos los daños ocasionados.
El dia que se encontró con su padre, él se comportó indiferente, ella esperaba un abrazo y un beso de él. A Lucy le dolió su actitud, después de mucho tiempo sin verlo, por lo menos esperaba de él una muestra de cariño, que nunca llegó. Ella también era orgullosa, si su padre no le demostró ni un poco de cariño, no se lo iba a rogar, y así se fue acostumbrando a vivir su vida sin su padre, le quedaba claro que para él, su vida era su otra familia, su esposa y su hijo.
Su cumpleaños, lo celebra con las novicias del convento, siempre espera una llamada de su padre, pero nunca llega, muy pronto cumplirá diecisiete años, ya le da igual si cumple o no. Los presentes que él le ha enviado ella los regala entre sus compañeras, ropa interior, argollas, aretes, pulseras.
—una ropa interior que ya no me entra, cumplo diecisiete y él piensa que todavía tengo diez.— bufó. Hablaba con Ana Maria sobre lo triste que ha sido su vida. Le contaba sus pesares de cuando era pequeña.