Matrimonio por obligación Libro 3

Cap 2 La fuga

Lucy le ha tocado aprender y seguir las reglas impuestas en el convento, a las seis de la mañana se levanta, arregla su cama, se ducha para luego ponerse su hábito que consiste en una túnica, un cuello, una capa, un velo y un crucifijo que usa alrededor de su cuello. 

Ella, al igual que otras niñas de allí, les tocó aprender a defenderse solas, muchas fueron abandonadas por sus familias, otras vienen de hogares muy pobres, como la familia de Ana Maria, sin embargo ella mantiene comunicación con ellos y de vez en cuando la visitan. 

A Lucy nadie la visita, por lo tanto, está en la categoría de las abandonadas por sus familias.

Todas las niñas y jóvenes se reúnen junto a las novicias en la capilla para orar a primera hora, luego pasan a desayunar y después a repartirse las actividades del día, todo lo hacen en silencio y en orden.

Lucy solo suspiraba y entrecruzaba palabras con Ana María a escondidas, hablaban en secreto sobre su fuga al concierto, ya tenian un plan en mente. Ella sabe que las oraciones de las religiosas son sagradas, y esa hora no la cambian por nada. Ese es su momento oportuno para salir.

Después de cada actividad, clases de canto, la escuela de educación y un rato de esparcimiento en el jardín, en las tardes, durante la cena, se turnan cada día para leer una reflexión, mientras las demás callan y escuchan, está es su rutina todos los días, los últimos rezos los hacen a las ocho de la noche.

Lucy le pidió a Dios que la ayudara a salir del convento sin ser descubierta, y divertirse un rato en ese concierto. 

Sus días en el convento era lo mismo cada día, a eso le añadía pasar un rato en la biblioteca, le gustaba leer desde pequeña, y ya se sabía casi todos los libros que estaban allí, eso le ayudó a reflexionar sobre el mundo exterior y a tener curiosidad de explorarlo en persona.

En el convento no pasaba trabajo, ni maltratos, lo que sí sentía era un vacío, no se sentía satisfecha, no era feliz, le faltaba algo y tenía que encontrarlo; aunque haya sido criada desde muy niña, ella siente que ese no es su lugar, simplemente no nació para vivir en un monasterio.

En cualquier momento se marcharía, ya que su padre, no se quiso responsabilizarse de ella y la abandonó a su suerte, ella buscaría la manera de obtener su felicidad y unas estrictas reglas de convento, no la iban a detener.

Iba de camino a su habitación cuando escuchó a Sor Teresa, decirle a la madre superiora, que Sor mariana y ella, se irían a visitar una familia necesitada de bajos recursos. Momento que aprovechó y se metió en los aposentos de las hermanas para robar las credenciales de identificación.

—Solo las voy a tomar prestadas por un día, — se dijo para sí, saliendo por el pasillo. Sor Stefany la detiene.

—Alto ahí señorita ¿que estabas haciendo en esas habitaciones? — inquiere desconfiada.

—Vine a buscar a Sor Mariana, para la clase de canto, ¡pensé que estaba aquí! — responde ella metiendo sus manos en los bolsillos, Sor Stefany repara el lugar, ve todo en orden y cierra la puerta.

—Ella no está, salió del convento por una novedad, cuando regrese yo le doy tu recado.

—Gracias, Sor Stefany, ¡mientras voy practicando yo sola! — se mueve rápidamente del lugar, desapareciendo en el pasillo, para irse al escondite donde ella se reúne con Ana Maria. 

 

Llegado el día del concierto, estaban reunidas en la cena cuando Lucy simula un fuerte dolor de estómago, la llevan a enfermería y Ana María la acompaña. Ella pedía que su amiga no se separara de ella, por lo que la dejaron juntas en el consultorio, después de ser tratada Lucy dice que no está en condiciones de hacer presencia en la oración de las 8:00 pm y le pide a su amiga que la acompañe a la habitación para dormir, las novicias las vieron  adentrarse a su habitación y se fueron a reunir con  el resto para comenzar la oración.

Tiempo que Lucy y Ana María aprovecharon para sacar sus trajes escondidos debajo de sus camas, unos pantalones de jean y unas blusas, luego rellenaron su cama con cobijas abultadas simulando que duermen y salieron caminando despacio, hacia el jardín, se cambiaron su ropaje y treparon la pared, como dos hábiles gacelas que ya están acostumbradas a fugarse.

Bajan por la calle que las lleva a la plaza, Lucy corría agarrada de la mano de su amiga, ambas tenían puesto pantalón y blusas, esos fueron los menudos trajes que robaron en una de las casas.

—Nos queda justo a la medida— se observa su vestimenta puesta

—Está mejor que las túnicas y las capas que nos hacen vestir—. Reclama con ironía Ana María.

—Hey chicos!— grita ella. Se saludan levantando sus manos, caminando hasta donde ellos están.—¡Esperaron mucho!

Nicolás ve la hora— no perdamos el tiempo que ya que estamos retrasados.

—Tomaremos el tren, que es más rápido—.replica Dominic

Los cuatro se aproximan a la estación del tren, Lucy y Ana Maria estaban felices, nerviosas y expectantes, sus corazones bombeaban a millón, una experiencia nueva estaban viviendo, pero sus pensamientos no dejaban de inquietarlas, por salir del convento sin autorización.

 




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