La casa estaba en revolución total, Paulina gritaba de un lugar a otro.
Ordenando a sus mucamas limpiar toda la casa, brillar los lujos y los muebles y sacudir cualquier polvo del rincón, quería que los Colunga se llevaran la mejor impresión de su hogar, con sus muebles, los cuadros y los lujos en mármol que ella tenía.
Esa mujer le gustaba presumir lo que tiene, tanto en ropa, joyas, la lujosa casa, y en su cuerpo, claro, ella está operada en las pompis, las tetas, su rostro, su nariz, por eso fue que Lucy la vio exagerada el día que la conoció.
En fin, Lucy estaba de lo más de quietecita, ayudando en lo que le gusta hacer: la cocina, el lugar donde ni su padre, ni Paulina entraban, ya que todo se lo llevaban a la mesa del comedor, el despacho o en la habitación.
Se sentía feliz, en las próximas horas estaría viajando a Roma nuevamente, Dominic se la iba a llevar a su rancho y viviría su vida con siempre la ha querido.
No le contó su secreto a Agatha para no preocuparla, prefirió hacer todo sola y a escondidas.
Le faltaban sus documentos personales, dedujo que podían estar en el despacho.
En la noche acompañada de una linterna, se levantó de su cama. Buscando en los diferentes cajones del escritorio, ella encontró su identificación y su pasaporte, gracias a Dios, no estaban dentro de la maleta el día que Paulina le quemó todo.
La mujer que la trajo a ella tenía esa documentación, se la entregó a Paulina y ella la metió en uno de los cajones del escritorio.
—Agatha ¿qué le vas a preparar a los invitados? — pregunta ella curiosa.
—Bueno hay dos clases de cena, una comida italiana y la otra es Tailandesa, se les ofrecerá a los invitados los dos platos ya será decisión de ellos cuál escogen.
—Qué tal si le agregas bastante picante al plato del supuesto prometido— una sonrisa pícara le salió, jejej se imaginaba al chico abriendo su boca y tomando bastante agua.
—no señorita, ¡será para que me echen si llego hacer eso! ¡Tienes mucha imaginación Lucy! Anda ve a cambiarte ya casi es hora.
—¡Quiero a todos los empleados en el segundo piso ahora mismo! — el grito de Paulina se escucho en toda la casa.
—¿Que habrá pasado?, la señora Paulina está muy enojada— le dice una empleada a la otra.
—¡Suban todos, la señora no encuentra su pendiente de diamantes! — gritaba otra que subía las escaleras.
—Llamen al jardinero, Agatha ¡también debes venir!, ¡hoy van a volar cabezas!— se expresaba la empleada que es la mano derecha de Paulina, sonreía con una mirada cínica y sus cejas arqueadas.
Lucy se quedó en la cocina, solo escuchaba los gritos de Paulina y la algarabía en el segundo piso.
Aprovechando que todos estaban arriba buscando las prendas de Paulina, salió de la cocina, se fue al despacho y desconectó la seguridad de la casa.
Luego, se fue al vestuario de servicio, se vistió un uniforme de jardinero, se colocó un pantalón y una camisa manga larga, se recogió su cabello, haciendose un moño, se puso un gorro, sacó su morral que ya tenía listo, y sale por el ante jardín para trepar el muro.
Lo primero que hizo fue tirar su morral hacia la calle, luego comenzó a subir ella.
Paulina insultaba a sus empleados y los amenazó con echarlos a todos si no aparecía su prendedor y otras joyas que también le faltaban.
—Todos ustedes, ¡van a pagar muy caro si mis joyas no aparecen! Ineptos bueno para nada, ¡sigan buscando!.
Lorenzo daba vueltas desesperado, en media hora llegaban los Colunga y su mujer tenía un revuelo por unas joyas en su casa.
Bajó al primer piso para ver si ya Lucy estaba lista, entra a su cuarto observa que el vestido está en la cama, pero ella no la ve en ningún lado. Sus nervios se alteraron más de lo que estaba. ¿Dónde podría estar Lucy y porque no estaba cambiada? Salió con los nervios de punta y se fue a su despacho. Pero ni siquiera se le dio por mirar la pantalla y la seguridad la casa, su mente estaba bloqueada y solo se imaginaba que en contados minutos los Colunga entrarían por su puerta.
Familia Colunga
Benjamín había llegado de un viaje, no se perdería esa cena, se trata del futuro de su hijo con una mujer, debía conocerla y cerciorarse que esa mujer si estaba a la altura de su hijo.
Tuvo algo de incomodidad cuando Helena le dijo que iría a esa cena, ella también quería conocer a la joven que desposaria su hijo, Marcos es un muchacho afectuoso, de buen corazón, amable y muy respetuoso la mujer que se case con él, se lleva un tesoro, un apuesto y sensato hombre, para Helena siempre va a ser su niño, su primer amor de madre.
Por otro lado, Benjamin todavia siente algo por ella, aunque estuvieran divorciados. Para él, Helena siempre va a ser su mujer, la madre de sus hijos, la luz de sus ojos, la que le aguantó muchas faltas, y lo perdonó, sin embargo, decidió seguir su vida sola. Ahora están en buenos términos por el bien de sus hijos.
Los tres se dirigían a la cena en la casa de la prometida, si todo salía bien, en ese mismo instante establecerian la fecha de la boda.
Salieron antes de la hora prevista, llegando justo media hora antes. Al llegar a la casa de los Hidalgo, Marcos que miraba por la ventana vio caer un morral, justo cuando están parqueado frente a la casa, segundos después, mira una figura bajando desde la parte alta del muro.
Benjamín había detenido el auto, quedando diagonal a la pared.
—¿Esta es la casa de los Hidalgo? — inquiere Marcos pensativo, por la visión que había presenciado.
—si, esta fue la direccion que me guió el gps ¡hemos llegado!—responde Benjamín que iba al volante.
—¡Es un ladronzuelo!— grita Marcos, bajando del auto rápidamente y deteniendo al fugitivo por el brazo, este fugitivo es Lucy que bajaba la pared, con mucha destreza, acostumbrada a escalar muros y paredillas.