Lorenzo era el hombre con más edad en la oficina, había sido amigo y socio del padre de Maximiliano. Lo había notado un poco extraño, cavilando en sus propios pensamientos, cuando entró en su oficina ni siquiera se dio cuenta, con su mirada perdida frente a la ventana, se percató que tenía los audífonos puestos, al hablarle y no hacerle caso le desconectó los auriculares que tenía conectados a las bocinas y una estruendosa música de caifanes rezumbó por todo el lugar.
-Pero ¿qué estas escuchado? – Maximiliano le sonrió
-Música de mis tiempos.
-Si ya veo.
-Tú tienes un hijo adolescente, ¿qué musuca escucha?
-Créeme que no sé, nada bueno, ¿has escuchado la música de ahora?
-Mi hermano ha de saber.
- ¿A qué viene todo eso?
-A que estoy muy desactualizado de la música.
-Beyoncé o Taylor Swift, tal vez – sugirió Lorenzo.
-A si, tal vez eso le guste. – Lorenzo no supo de que se trató la conversación, pero tenían mucho trabajo y lo regresó de su alucine musical.
Maximiliano tenía la intención de ya no pensar en Ania, al tener a Claudia enfrente de él, comiendo plácidamente con todos los protocolos de cómo usar los cubiertos, ella le sonrió al sorprenderlo viéndola.
- ¿Te gustó? – Él hizo una mueca de sonrisa.
-Está delicioso
-Si riquísimo, yo no sé cómo conseguiste la reservación.
-Tuve que mover mis influencias.
-Vamos a tu departamento después. – A Maximiliano no le agradó la propuesta, estaba algo cansado y no sabía por qué, pero lo único que quería era regresar a su casa.
-No, mejor te invito a mi casa. – La cara de decepción de Claudia fue mucha, pero no podía hacer nada.
-Claro.
Cuando llegaron y siendo habitual Francisco estaba con todos sus amigos, distinguió a Ania entre la multitud de jóvenes y no supo por que se le dibujo una sonrisa.
-Ven vamos al comedor te preparare una bebida.
-Ah que sorpresa, no conocía eso de ti. – Le dijo tornando los ojos coqueteando con él.
Le sirvió la bebida cuando vio pasar a Ania con su bolsa cruzada al hombro, como siempre ya si iba.
-Espera un momento. – Sin más dejó a la dama sin que ella pudiera hacer nada.
- ¡Ania! – le dijo, ella se detuvo al escuchar su nombre, al volverse se le hizo extraño al ver al hermano de Francisco corriendo hacia ella, ni siquiera se imaginaba que pudiera saberse su nombre – ¿ya te vas?
-Si – contestó sin más. Maximiliano no sabía cómo cruzar palabras, ¿qué decirle a una jovencita? Pero fue ella la que abrió el camino.
- ¿Me prestarías un libro si lo encuentro en tu biblioteca? – Una sonrisa se le pintó
-Por supuesto.
-No te preocupes no serán tus primeras ediciones – le dijo entrando al salón, él la siguió con una sonrisa que no sabía por qué no podía quitarla de sus labios, mientras que él veía que ella no demostraba ningún signo de emoción, y no sabía si eso le agradaba o le disgustaba.
- ¿Sabes cómo me llamo? – le dijo mientras ella echaba un vistazo por los lomos.
-No – fue su contestación.
-Maximiliano – ella se le quedó viendo
-Tu hermano se llama Francisco José y tu Maximiliano, deduzco que, o a tu padre le gustaba la historia de los Habsburgo o tu mamá es fan de Sissi la emperatriz. – Él le sonrió.
-Mi madre, le gusta la historia de Sissi.
-Puedes hacerla muy feliz cuando tengas un hijo y una hija a ella le puedes poner Elizabeth y a él Rodolfo, bueno no, tuvo una trágica muerte, mejor Ferdinando, no tampoco, también murió trágico, bueno ya encontraras algún Habsburgo que haya tenido una vida feliz- le decía mientras se paseaba viendo los libros - ¿por qué Maximiliano? – movió la cabeza en forma negativa haciendo alusión a la muerte del archiduque de México, él solo la veía, como le gustaba aquella chiquilla – pero ¿no deberías tu llamarte Francisco José y tu hermano menor Maximiliano?
-A mi madre le gusta más el nombre de Maximiliano.
-Ah… - dijo comprendiendo el tema, mientras volvía su mirada de nuevo a los estantes.
- ¿Qué libro buscas?
-El naufragio del Titan – Él se dirigió a donde sabía que lo había visto, lo tomó y se lo dio en sus manos.
- ¿Sabes de qué trata?
-Del hundimiento de un trasatlántico de lujo llamado Titan, se hundió al chocar con un iceberg, solo que el libro se publicó catorce años antes del hundimiento del Titanic – Maximiliano no sabía ese detalle de la historia, la joven no dejaba de sorprenderlo.
-Llévatelo, espero que cuando lo termines me digas las similitudes que encuentres con el hundimiento real.
-Claro – le dijo ella echándolo a su bolsa, sin tomar en cuenta que él solo quería pasar tiempo con ella.
- ¿Vas a ir el fin de semana a la playa? – la pregunta solo salió de sus labios, quería saber si estaría en su casa de la playa, pero ella hizo un mohín de no saber muy bien la respuesta.