Maximiliano llegó a su casa notablemente contento, cuando se topó con su madre.
-Estoy preparando todo para la fiesta de graduación de Francisco.
-Que bien, ¿cómo será la celebración?
-Vamos a rentar un hotel en la playa, para él y todos sus amigos, haremos un baile, todos los gastos pagados – Eliza pensó que Maximiliano le reprocharía todos esos gastos, pero, al contrario, la idea no pudo haberle agradado más, Ania estaría invitada y que mejor que pasar unos días en la playa con ella, sería tan bueno como la última vez.
-Me parece muy buena idea madre.
-Qué bueno que estás de acuerdo – Maximiliano se alejó - ¿a dónde vas? ¿no quieres escuchar todo?
-Estoy seguro de que lo tienes todo bajo control.
Al día siguiente le mandó comprar un ramo de flores, como a él le gustaban, hermoso, grande y caro.
Ania que estaba en el museo recibió el gran arreglo floral, por supuesto que había pensado en él, de todo lo que había pasado el día anterior, un hombre hermoso, 17 años más viejo que ella le había declarado su amor, pero había procurado no pensar en él cuando estaba trabajando guiando a los turistas por el museo, tampoco lo había hecho en la noche, quería dormir porque estaba muy cansada y esa noche solo quería dormir, pero en sus ratos libres sí que lo había pensado, el hombre era demasiado atractivo para no dedicarle tiempo y reflexionar sobre él, viendo las hermosas rosas de color rosa, y demás florecitas moradas, lilas y blancas, tomó su móvil y le mandó un mensaje.
Maximiliano estaba en una junta muy importante, pero no pudo resistir la tentación y dejando a todos sin ya ponerles atención cogió su móvil, el mensaje era de Ania sin más lo leyó, “gracias por las flores, son hermosas, no te molestes en enviarme más, si gustas a la siguiente mándame una maceta, así la puedo plantar y no se morirá, créeme que te recordaré cada vez las vea, últimamente he tenido ganas de comprar una higuera si me quieres hacer feliz regálame una” Maximiliano no solo le compro una higuera, si no diez.
Ania al recibir las higueras pensó en qué iba hacer con tantas, ella solo quería una, fue a su patio y plantó dos, tomó su móvil y le mandó un mensaje “gracias por las higueras, lamentablemente no tengo un patio tan grande como el tuyo, con una o dos eran suficientes”
El pobre Maximiliano regresó a casa, pensando en parte en sus negocios y en parte que Ania tenía razón, que iba hacer ella con tanta higuera. Parado enfrente de la puerta ventana de su habitación en el fondo del basto jardín vio a su jardinero y a Ania plantando las higueras, sonrió, se puso una playera rápido para ir con ellos.
-Esteban, Ania, buenas tardes – se acercó a ella y le plantó un beso en el frente justo en el naciente del cabello, asombrado porque ella, aunque se puso rígida aceptó el beso.
-La jovencita insistió en ayudarme en plantar las higueras, yo le dije que no era necesario.
-Me sentía mal al verlas en mi casa secándose, y como son más tuyas que mías decidí venir a plantarlas en tu jardín – le decía mientras le echaba tierra a una de las plantas, Maximiliano sin más se puso a ayudarles. Cuando terminaron Esteban se llevó sus herramientas, dejando a Maximiliano y Ania viendo las plantas.
-En verano tendrás unos deliciosos higos.
-Me gustan los higos – le dijo él mientras le tomaba las manos, las traía llenas de lodo y tierra – ven hermosa, vamos a que te laves las manos – la llevó a su recamara, entraron por el jardín, quería estar a solas con ella, - ya sabes dónde está el baño – ella asintió con la cabeza, salió del baño y estaba por irse de la habitación – espera ¿A dónde vas? – Ania se notaba tensa.
-Tengo que regresar a mi casa.
-Eres mi novia, yo quiero pasar tiempo contigo – le dijo acercándose a ella – o no soportas ni mi presencia.
-No, yo, - titubeo un poco – si me gusta estar contigo – hizo por retirarse cuando la mona de él fue a su mejilla.
- ¡NO! – dijo él con firmeza, los ojos de Ania se pusieron cuadrados, al escuchar su propia frase, se quedó bloqueada cuando puso sus manos en su rostro, cuando sus dedos acariciaron su mejilla, tragó saliva cuando vio los hermosos ojos verdes fijos en una área de su cara, era su lunar lo que él acariciaba, Maximiliano notó cuando sus mejillas se encendieron y se volvió loco, se atrevió a ir más lejos le acaricio la comisura de sus hermosos labios, sintió el movimiento de ella para rechazarlo… - ¡NO! – le volvió a decir y ella se quedó tiesa cuando él le abarcó toda la cintura con un brazo y con el otro toda su espalda para sostener su cuello, vio cuando Ania se le ponían sus ojos enormes y abría la boca de sorpresa, su menuda espalda, su cabello entre sus dedos, le dio un beso en su cabeza para aspirar su perfume – me gustas demasiado, y si no salimos ahora mismo de mi habitación, no me podré controlar, vamos te llevo a tu casa hermosa.
El auto se estacionó enfrente de la casa, ella hizo por bajarse de inmediato.
-Espera Ania, ¿ni te despides? – ella se le quedó viendo.
- ¿Quieres ver una película conmigo? – el rostro de Maximiliano se le iluminó.
-Claro.
Un tazón de palomitas y un vaso de soda, Ania escogía la película.