El viaje a la playa en un hotel exclusivo, todo pagado para Francisco y sus amigos estaba por llegar, Ania había declinado la invitación, sus amigas trataban de convencerla, ya que sería un viaje inolvidable de graduación de la preparatoria.
-No es justo que te pierdas el viaje solo por ese puñetas de Maximiliano – le dijo Luisa, Ania no había querido contarles a las chicas de su fracasado noviazgo de dos tres días, pero de todas maneras se iban a enterar, de manera que les contó tratando de omitir que vio a Claudia en un hermoso negligee de encaje, pero de todas maneras las jovencitas juzgaron a Maximiliano un reverendo idiota.
-Vamos Ania, me dijo Francisco que Maximiliano, no va a ir – comentó Paula.
- ¿Estás segura? – preguntó incrédula.
-Si, Francisco me lo aseguró.
-Entonces creo que si quiero ir – las jóvenes se alegraron.
-Le diré a Francisco que si vas – Paula tomó su móvil y le mandó un mensaje.
En casa de los Lombardo, Francisco vio en su hermano la figura más triste que él jamás había visto.
-No quisiera decírtelo, pero te lo advertí – Maximiliano lo que menos quería era escuchar un sermón de su hermano pequeño, le hizo un mohín de desagrado – no puedes hacer nada, simplemente ella es así, ¿por qué no vienes este fin a mi fiesta en la playa? Te distraes un poco, además ella declinó la invitación.
-Trataré de acomodar todo para estar libre – le dijo en tono serio.
-Ok, como quieras.
Francisco lo dejó solo, a los pocos minutos le llegó el mensaje de su novia donde le decía que Ania si quería ir al viaje, él le constó que estaba bien, en fin, que su hermano no había confirmado.
Maximiliano no quiso ir al viaje, esa niña le había calado en el corazón como ninguna otra mujer en su vida, y mira que habían pasado varias, ni siquiera quiso ir cuando Francisco le dijo que Ania no iría, pero estando ese fin de semana solo en casa sintió ganas de ir a distraerse, que mejor que a la playa, en fin, que ella no estaría.
Los jóvenes llegaron como un huracán a la playa, la alberca, playa, comedor fueron invadidos, pero todo el hotel había sido reservado para todos los amigos de Francisco, amigas y amigos de Eliza, juntos con sus hijas e hijos, algo de la crema y nata de la sociedad, unos de los invitados eran Barbara Sodery y Arturo Galván, este último Maximiliano ni se lo esperaba, dado que la última vez que se vieron se dieron de puñetazos.
Esa noche era el baile en el gran salón en forma de palapa de hotel, los jovencitos llegaron ataviados de etiqueta y vestidos largos, la música sonaba canciones que a ellos les gustaba, Maximiliano llegó un poco tarde, fue a saludar a su madre y sus invitados, era tan guapo que a todos agradaba, una de las que estuvo encantada de verlo de nuevo fue Barbara, quien se propuso no dejarlo en toda noche, en fin que ahí solo estaban jovencitos, los de su edad debían de estar juntos, sentado junto a ella no reparaba en la bola de jóvenes que estaban bailando suelto haciendo un alboroto, hasta que una jovencita con un vestido largo de brillos azul marino, entallado dibujando su hermosa figura y un gran escote en la espalda, con su cabello recogido en una elaborada cola de caballo y un labial rojo, no pudo dejar de verla, para él era simplemente perfecta, una diosa griega convertida en mujer, Barbara tuvo que hacerle la misma pregunta dos veces para regresarlo.
-Disculpa ¿Qué decías?
-Que si quieres ir a bailar.
-Eh, si vamos – ella lucia tan contenta bailando con sus compañeros, por qué no podía también estar contento igual que ella. Ania no se había percatado de su presencia hasta que se pusieron casi junto a ella, fue una gran sorpresa, no lo esperaba, y menos verlo tan guapo en su traje negro perfecto, bailando con una hermosa mujer, que se notaba a kilómetros que era refinada, no pudo evitar ponerse triste, pero en fin ¿acaso esa no era la razón por la que lo había terminado? Sabía que algún día se iba a encontrar una mujer igual que él, de su misma edad, fina, bonita, estudiada, pero ahora sentía un dolor ahí justo donde estaba el corazón. Sus amigas se dieron cuenta y llegaron junto a ella para animarla a bailar más alocado, ella trató de hacerles caso, pero era demasiado para ella. El problema fue cuando llegó hasta ella y sin previo aviso una figura masculina, Arturo, tenía que admitirlo era un hombre bastante guapo, pero no como Maximiliano, bailaba bien como los demás jóvenes, él rondaba los 30 años, su mirada estaba fija en Ania, le sonreía coqueto, ella lo reconoció cuando la abordó en la empresa de Maximiliano, y también recordó la cierta fricción que tuvieron por su causa, de manera que de la forma más educada ella trató de ignorarlo. Los celos estaban invadiendo a Maximiliano, quien no podía evitar verlos con una mirada furiosa, pero no podía hacer nada, ella no estaba en sus manos, y tenía el derecho de conocer a quien quisiera.
- ¿Te pasa algo? – preguntó Barbara, quien notaba que no la miraba para nada, y que sus ojos se fijaban en su amigo Arturo.
-No nada – le contestó, enseñando los dientes de coraje por que vio que Arturo se le acercaba al oído a Ania.
-Hola ¿Cómo estás?
-Bien gracias – le constó por cortesía.
- ¿Te acuerdas de mí?
-Si, te vi en la empresa Lombardo.