El crujido del metal resonaba en el aire como la persistente picazón de un insecto.
Antes de que las puertas del laberinto estuvieran completamente abiertas, Isaac ya había ingresado.
—¡Demonios, Isaac! ¡Espera al resto!
Hizo caso omiso a las órdenes de Gregor y se apresuró a buscar a Marie.
—¡Marieeee! ¡Responde por favor! ¡Marieee!
Antes de empezar la búsqueda, Gregor le advirtió que es imposible sobrevivir una noche solo en el laberinto, por lo que era mejor no aferrarse a ilusiones. Sin embargo, Isaac estaba seguro de que Marie lo lograría y se prometió a sí mismo que él estaría ahí para ella cuando las puertas se abran.
De repente, entre los muros de piedra la encontró.
—¡Ma...!
Pese a que sus ojos brillaban de emoción al verlo, cortó sus palabras debido a que la joven hizo una señal de silencio con el dedo en los labios.
Marie estaba sentada en el suelo, con la espalda pegada a uno de los muros, sosteniendo fuertemente un cuchillo. Cerca de ella, yacía Charles muy pálido y respirando agitadamente. Aunque habían logrado vencer, sus heridas narraban el brutal encuentro con los penitentes.
Isaac se acercó lentamente hasta que sus cuerpos pudieron estar juntos.
—¿Qué pasó? —susurró suavemente.
—Picaron a Charles... Necesita ayuda.
Tras esto, la fortaleza que había mantenido hasta ese momento se quebró. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras intentaba hablar, pero las palabras se ahogaban en su garganta.
—Lo intenté, Isaac, lo intenté... —sollozó—. Pero no pude salvarlo. Fue picado por el penitente y... no sé qué hacer.
Isaac la abrazó con fuerza, permitiendo que Marie llorara en su hombro. La impotencia y el dolor eran palpables en cada lágrima que derramaba.
—Hiciste todo lo que pudiste, Marie. Eres muy valiente. Charles sigue vivo gracias a ti —Le besó la frente suavemente—. Pero, dime. ¿Dónde está el penitente ahora?
Marie tomó un profundo aliento, intentando calmarse lo suficiente para responderle. Entonces señaló una esquina cubierta de musgo, que estaba a menos de veinte metros.
Isaac se puso de pie y sigilosamente se acercó.
Lo que observó fue un escenario grotesco.
La bestia llena de quemaduras y heridas, tenía medio cuerpo destrozado y le faltaban dos de sus extremidades. Su cuerpo desprendía un viscoso líquido grisáceo que desprendía un repugnante olor. Pese a eso, el engendro continuaba con vida y arrastraba su cuerpo gruñendo de dolor.
La presencia de Isaac le brindaba tranquilidad, tanta que su cuerpo decidió ceder al cansancio y se quedó profundamente dormida.
Horas después, Marie despertó en una rústica habitación llena de sábanas blancas. La luz del día filtrándose a través de las ventanas, y el ambiente silencioso le hizo caer en cuenta de que estaba en la sala médica. Frente a ella se encontraba Isaac sentado, con un rostro marcado por la preocupación.
—Isaac... —murmuró Marie, intentando incorporarse.
—Hey, tranquila —respondió él, acercándose a ella y tomando su mano—. ¿Cómo te sientes?
—Un poco mejor, creo. ¿Cómo está Charles?
Isaac respiró hondo antes de responder, sus ojos se llenaron de una tristeza contenida.
—Los médicos hicieron lo mejor que pudieron, Marie. Al parecer le aplicaron un antídoto, pero sus heridas son graves. Hay una alta probabilidad de que no sobreviva al tratamiento debido al estado en el que estaba cuando lo trajimos.
Marie sintió un nudo en el estómago y las lágrimas volvieron a sus ojos. La impotencia la embargó nuevamente, pero se esforzó por mantenerse fuerte.
—Pero hay una posibilidad, ¿verdad? —insistió, aferrándose a la esperanza.
Isaac asintió, apretando suavemente su mano.
—Sí, hay una posibilidad. Sin embargo, es la segunda vez que se aplica dicho antídoto. No sabemos con certeza si funcionará sin efectos secundarios. Talves Charles no vuelva a ser el mismo.
—Tengo que ir a verlo.
Marie intentó levantarse inmediatamente de la cama, pero Isaac la detuvo.
—Espera. Charles es fuerte, y ha superado muchas cosas. Estoy seguro que también superará esto, pero tú por ahora te vas a enfocar en ti y en tu recuperación.
—Son solo unos rasguños. No vas a impedir que vaya por esto.
—Te dije que no.
Marie intentó argumentar un par de veces más que lo mejor para su salud era ir a ver a Charles, pero Isaac se negó todas las veces.
De repente, Gregor irrumpió muy agitado en la habitación.
—¿Qué sucede Gregor? —preguntó Isaac.
El muchacho dio un gran suspiro y muy animado respondió.
—Es Charles. Despertó.