Al día siguiente de mi cumpleaños llegó el fin de semana y todo parecía normal, pase tiempo con mi familia y mis seres queridos, momentos alegres antes de la noticia que jamás o más bien sabía que era obvio que pasaría.
Llegó el lunes y yo aun seguía enferma así que fuimos a nuestro médico de confianza y también ver los resultados de mis pruebas anteriores.
— Hola, me da gusto verte — dice el médico con una sonrisa.
— ¿Por qué tan sonriente doctor?— dice mi madre.
— Primero que nada, me da gusto saber que te estas cuidando en tu salud — dice.
— Trato de mantenerme de la mejor forma— digo.
— Me alegra bastante, porque tu criatura lo necesitará— dice.
En ese momento mi mente estaba procesando la palabra “criatura”.
— Disculpe— dice mi padre.
— Su hija tiene varias semanas de embarazo y me da gusto saber que yo sea el elegido para llevar el proceso y cuidado— dice el doctor.
En ese momento podía escuchar la voz de mi mamá con una molestia y furia combinada, mi padre no emite ninguna palabra de su boca. Al momento de salir solo escuchaba los maltratos de mis padres y yo solo sentía mis lágrimas como desprendían de mis ojos y caen en la alfombra del carro.
Tenía que estar fuerte mentalmente porque nadie de mi clase se puede enterar de esta situación. Mis amigas deben ser las únicas que se enteren, aunque no quiero que Rafael lo sepa porque sé que sería parte de un escándalo y además lo lastimaría.
Cuando entro a la clase trato de actuar como si nada me afectara, hablo con mis compañeros porque tenemos que entregar un trabajo final para acabar nuestra carrera. Mientras ellos discuten yo me tomo la molestia de mandarle un mensaje a Sebas con el famoso “Tenemos que hablar”.
Nunca me imaginé estar en el papel de mujer embarazada. Cuando Rafel y sus amigos se van me atrevo a decir la verdad. Mis amigas y yo nos vamos a un lugar solitario de la cafetería para contarles.
— Amigas— digo mientras contengo mis lágrimas.
— Dinos— dicen.
— Estoy embarazada— digo entre mi llanto.