Me encetaría que lo hiciéramos

Capítulo 23: Seguimos en la vida

1 año después 


 

Después de estos sucesos no volví a saber nada de Rafael desde entonces. Nos vimos en el momento que hicimos nuestro examen de profesionales, pero no fue el momento más cómodo que podíamos tener que hablar. Esta mala decisión me ha traído cosas buenas y malas : he podido ver a mis compañeros más seguidos, he recibido consejos de madres primerizas de como ser a toda madre con mi bebé, mis amigos han estado apoyándome dándome regalos para mi y mi bebé. 

 

Mi familia también cambió mucho su mentalidad e ideologías sobre lo que me pasó, mi madre siempre está feliz de jugar con su nieto, mi padre considera a mi hijo como suyo y claro mis amigas son como mis hermanas así que tiene tías postizas que en algún momento les traigan regalos. De Sebas no puedo decir mucho ya que él solo se limita a verlo y darme lo que me corresponde para mantenerlos. Mientras tanto, yo trabajo en una empresa resolviendo dudas de los clientes como asistente. 

 

Durante este año tuve que aprender a seguir en la vida y más que todo por mi familia. Mi hijo ahora es mi prioridad al igual que yo misma. Pero siempre he tenido esa preocupación con Rafael; ¿Qué ha pasado?, ¿Qué hubiera pasado si lo hubiéramos intentado?, ¿Se encontrará bien? muchas veces esas preguntas me invaden la mente y yo no puedo hacer nada al respecto. Mis amigas no han hablado con él desde hace mucho tiempo, pero sigue activo en las redes sociales compartiendo sus viajes y aventuras. No sé si cuenta con trabajo. 

 

Ese fue el resumen que tuve durante un año después de esa llamada, la última vez que tuve contacto con él o al menos con su voz. Mi día a día se limita simplemente en trabajar y ver a mi hijo crecer en un ambiente más sano, su padre no es precisamente el mejor del año pero al menos puedo decir que es un irresponsable a medias. Algunas veces me pregunto qué hubiera pasado si hubiese decidido lo correcto. 

 

Al día siguiente me levanto, me desvisto para ir al baño y tomarme una ducha con agua caliente, ponerme el uniforme, maquillarme y luego alistarse para tomar el bus e irme a trabajar. En el camino no procuro dormirme porque es sin duda un riesgo, cuando bajó de la parada; tomo mi gafete y lo paso por el lector para marcar lo que es mi hora de entrada, saludo a mis compañeras de trabajo que me han recibido y apoyado en lo que puedo; algo que no se ve en muchas empresas.

 

Me pongo frente a la computadora para iniciar la monotonía de mi trabajo: revisión de correos, responder, cuadrar ventas, resolver problemas con los proveedores, reportar a mi jefe. 

 

Aunque no lo crean esto me ha dado una pausa y una oportunidad en el amor. Mi jefe me ha querido pedir una cita pasado el tiempo, pero lo he rechazado porque quiero ser una profesional por mi propia cuenta. No lo voy a negar es guapo, alto y un hombre respetable aunque siempre siento que el problema de las mujeres es que debemos encontrar defectos en los hombres, no nos conformamos con el hecho de que sea el hombre perfecto y siempre buscamos un defecto.

 

— Hola — dice mi jefe.

— Hola— digo.

— Acompáñame a mi oficina— dice.

En ese momento camino.

— ¿Cómo te va?— dice.

— Bien, ya sabe haciendo lo de siempre y preocupándome de lo importante— digo.

— Me alegra saber que estás haciendo todo por seguir tu vida y ante todo luchando por lo mismo— dice.

— Gracias— digo amablemente.

— Pero, aún no sé si quieres salir conmigo— dice.

 

Eso es lo que tiene que ser muy directo y determinado con lo que quiere. Considero que una cita no estaría mal aunque ya sabemos el resultado porque miren lo que pasó con Sebas.

 

— Claro, porque no salen ambos— digo.

 

En ese momento mi jefe se puso feliz y decidimos el lugar y la hora. Cuando salgo de su oficina recibo una llamada inesperada de uno de mis amigos. 

— Hola— digo.

— ¿Cómo estás Henry?— digo.

— Bien, espero no tomarte algo ocupada— dice.

— Necesito contarte algo— dice.

— ¿Por qué se te escucha completamente preocupado?— digo.

— Es sobre Rafael— dice.

En ese momento mis pupilas se agrandan.

— ¿Qué pasó con él?— digo.

— Sufrió un accidente— dice.

Ahora podía sentir que casi me desmayo y mis compañeras de trabajo me dan una silla mientras trato de recuperar el aliento.

— ¿Qué pasó con él?— digo ansiosa. 

— Se dirigía al trabajo y simplemente se accidentó con otro vehículo, sus padres me acaban de informar — dice.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.