¡ Me urge un heredero! [#3 de la saga Heredero]

Capítulo 7: El pecador y la bestia.

Ayleen.

Después del excelente, reconfortante, y muy húmedo baño, Alán y yo, nos colocamos ropa casual y bajamos al comedor.

-Mi padre pondrá el grito en el cielo cuando te vea en esas fachas.

Alán se encogió de hombros y apretó suavemente mi mano.

Este Alán Montero me encanta.

-Si tu padre no quiere que le ajuste las ideas que no me provoque, porque no toleraré que me mande como si fuera su peón.

-Joder Alán. Te escuchaste super sexi hablando de esa forma. Debieras hacerlo más a menudo.

-Te tomare la palabra Diabla.

Él inquirió estas palabras justo cuando nos encontramos en el primer piso.

Y como ya lo habia previsto mi padre escaneo a mi esposo de pies a cabeza y tras terminar hizo una mueca.

-Creo que mi padre desea que le ajustes las ideas, esposito.

-Bienvenido sea entonces...

Suspiré en cuanto vi a papá caminar hacia nosotros.

-¿Se puede saber porque lleven esa ropa? ¿Es que piensan ir de esa forma a al empresa?

-No iremos a la empresa, señor.

-¿Entonces que piensan hacer todo el día?

-Nos encerraremos en la habitación a follar todo el día.

Papá coloco sus ojos en mi y me taladró con la mirada.

-¡DEJA DE DECIR ESTUPIDECES Y VETE A CAMBIAR EN ESTE MISMO INSTANTE, AYLEEN......!

Me estremecí tras escuchar los gritos de mi, porque todos los recuerdos malos llegaron a mi mente.

Sentí como poco a poco me iba quedando sin aire y las lagrimas empezaron a salir sin que yo pudiera controlarlas.

Alán me obligó a mirarlo a los ojos, pero aún así no podía tranquilizarme.

No quiero escucharlo gritar, no quiero que se vuelva a repetir ese día...

-Ayleen cariño, mirame. Mirame mi amor.

Alán acunó mi rostro entre sus manos y me hizo mirarlo a los ojos.

-Estoy aquí y no permitiré que nadie te lastime.

Alán me abrazó con fuerza y yo deje que calor del cuerpo de mi esposo me envolviera.

Cerré mis ojos tratando de olvidar que los malditos gritos de mi padre logran desestabilizarme desde los ocho años.

-¡Lo prometiste, prometiste que no la dañarias otra vez...!

Levanté mi cabeza y mis ojos se colocaron en mi madre, quien le apuntaba a mi padre con un arma.

Tal como hace ocho años.

-Hace ocho años te dije que si volvías a desestabilizar a mi hija te iba matar con mis propias manos.

-Tú hija no me dejo otra opción que gritarle.

En este momento pareciera que estuviera viviendo un deja vu, porque mi padre había dicho las mismas palabras que dijo hace ocho años.

Mamá sin miedo alguno activo el arma contra mi padre, quién la observó fijamente por un segundo para después para después mirar hacia la herida que mi madre le había hecho.

-Ya estoy harta de tu maltrato, harta de tus reclamos y más que cansada de aparentar ser la maldita familia perfecta... Hasta aquí llego esta mierda. ¡Quiero el divorcio...!

Papá se encogió de hombros, y esto pareció no gustarles a mi madre.

-Quiero que te largues de mi casa en este preciso momento.

Papá sin decir nada, giró sobre sus pies con al clara intención de marcharse pero la voz de Alán lo hizo detener.

-Que sea la última vez que le grita a mi esposa, porque si me llego a enterar tendrá que verselas conmigo. Y le aseguro señor que no sera un bala, serán cientos. Así que piénselo mejor antes de dañarla.

-Puedo hacer y decir lo que me de la gana porque es mi hija y a mi hija le digo lo que me da la regalada gana.

Alán dejo de abrazar para caminar hacia donde se encontraba mi padre.

-No me haga tomar medidas drásticas, señor.

-No te hagas el heroe porque tu muy bien sabes que te casaste con mi hija por la asociación, no porque la quisieras.

Agache mi cabeza luego de escuchar estas palabras.

-Deja tu acto de heroísmo para otro día porque ella no te importa, si te importará no me hubieras pediste anular el matrimonio, así que, quién le esta haciendo daño a mi hija eres tú, nada más que tú.

"Ella no te importa."

Estas palabras se repitieron constantemente en mi cabeza.

Y fue inevitable que las lagrimas salieran de mis ojos.

A pesar de sentir dolor, las palabras de mi padre son cien por ciento verdaderas.

Por mucho cambio que Alán haga, nunca podre borrar que él no se caso conmigo por amor.

-Puede ser que no me haya casado con ella por amor.

Escuchar estás palabras de parte de Alán me destrozaron todavía más.

No se porque me siento de esa manera cuando yo estoy consiente de que él no me quería, que solo se casó conmigo porque no tenía otra escapatoria.

Es absurdo sentirse mal.

Aún con las lagrimas saliendo de mis ojos, empecé a caminar hacia la salida de la que consideraba mi hogar, el refugio de la princesa.

-Ayleen.

-Necesito estar sola. Dejame sola.

Tomé el pomo de la puerta y tras girarlo salí de la casa.

Las lagrimas nublaron mis ojos y me detuve un segundo.

-¿Quién hizo a mi princesa derramar sus preciadas lagrimas?

Levanté mi cabeza para mirar al hombre y con lo poco que pude distinguir la figura de Mail Salvatierra, el pecador.

-¿Tienes una bola mágica que te dice cuando estoy triste para que aparezcas? -dije entre sollozos y Mail me abrazó.

-Tu madre me invitó a desayunar y al llegar me encuentro con la desagradable sorpresa de verte llorando.

Mail dejo un beso en mi frente y yo lo abrace con fuerza.

-Ahora dime, ¿quién te hizo llorar?

Antes de que pudiera hablar escuché la voz de Alán.

Y esto logro que el dolor se renovará nuevamente.

Necesito desahogarme, necesito alejarme de todos por unas horas. Necesito encontrarme conmigo misma.

-Sacame de aquí, Mail.

-Como ordené la reina.

El pescador y perverso de mi primo me abrazó por la cintura y juntos empezamos a caminar hacia el auto de él.




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