¡ Me urge un heredero! [#3 de la saga Heredero]

Capítulo 9: Tu infierno en la tierra.

Ayleen.

Cinco años más tarde.

Mire la sonrisa de mi hija en cuanto termine de hacerle su peinado favorito.

—¿Ma, porque papá es tan gruñón con mis amigos cuando va al colegio a buscarme?

Deje el peine a un lado de la mesa y me coloque al frente de mi pequeña.

—Maia, tu padre se comporta de esa manera porque te ama mucho y teme que te aparten de su lado.

Mi pequeña ladeo su cabeza y entrecerró los ojos.

—Papi no tiene que tener miedo porque nadie me apartará de su lado.

Maia tras decir estas palabras se colocó sobre sus pies y se dirigió a buscar su mochila.

—¿Mami, puedo invitar a Lance a casa?

—Claro cariño.

Le di una sonrisa la cuál se borró luego de ver el rostro de pocos amigos de Alán.

—¿Ese tal Lance tienen todas sus vacunas? ¿Ha tenido piojos? ¿Se ha enfermado recientemente? ¿Te gusta?

¡Por Dios…! ¿Como Alán se le ocurre preguntarle a una niña de cinco años si le gusta un crío del jardín de infantes? ¿Es que ha perdido la cabeza?

—Papi…

—Eres un verdadero caso Alán Montero.

—Respondeme, Maia Alison Montero Salvatierra.

Nuestra pequeña suspiro antes de acercarse a su padre.

Alán se coloco a la altura de Maia y la cargó.

—Papi tú eres el único que me gusta, no hay nadie más.

Mi pequeña embaucadora dejo un beso en la mejilla de Alán, quién acarició la cara de Maia.

—No se cuál de los dos es peor.

Dije con toda honestidad, y como era de esperar ambos de ofendieron.

—Eres…

Interrumpí las palabras de Alán.

—Soy la mujer más hermosa que existe en este lugar. Soy la dueña de sus corazones y la pieza que pone en marcha sus vidas, par de corazones mios.

Maia sonrió y extendió una de sus manitas hacia mi.

Acudí al llamado de mi pequeña y sin verlo venir Alán abrazo mi cintura.

—Eres todo lo que dijes y mucho más, hermosa Ayleen. -tras escuchar esas palabras me atreví a dejar un corto beso en los labios de Alán.

—¡Wakala…!

Sonreí luego de escuchar esa palabra inquirida por Maia.

—Puedo apostar que dentro de algunos años no pensarás que besar es asqueroso, hija.

—Ella no va a besar a nadie, ¡nunca…!

—Maia besara a quien le de la gana y tú no haras nada para impedirlo.

Alán negó.

—Yo sere el único amor de mi hija.

—Deja de ser egoísta Alán Montero.

Maia alterno sus ojos entre nosotros y sonrió al ver como su padre poco a poco iba colocándose de una tonalidad rojiza.

Es que cuando nacieron los celos, inmediatamente la madre de Alán alumbro porque él se lleve el premio del celoso del año.

—Maia es y seguirá siendo mi princesa aunque cumpla treinta. Así que fin de la discusión.

Rode los ojos porque con Alán Montero es imposible entablar una conversación.

—Ma, papi.

—¿Dime cariño? -acote mientras acomodaba el cabello de Maia.

—¿Que desea la princesa?

—Quiero un hermano.

Alán y yo compartimos por unos segundos la mirada. Y fue él quien se encargó de responderle.

—Maia cariño, en estos momentos no podemos darte un hermano.

—¿Por qué?

Antes de que Alán pudiera hablar los interrumpí.

—Llegaras tarde al jardín, Maia.

Mi pequeña asintió.

—¿Papi, me puedes llevar al jardín?

—Claro que si, princesa mía.

Después de estas palabras ambos dejaron un beso en mi mejilla para luego marcharse.

Y en cuanto ellos salieron de la habitación la sonrisa falsa que tenía en mis labios desapareció.

—¿Como le dire de la existencia de ustedes? ¿Como le explicaré que esa noche de descontrol en aquel crucero dio dos frutos? ¿Como?

Me lleve ambas manos a mi vientre y lo acaricié levemente.

Derrame varias lágrima. Pero poco después hice el intento de sonreir al imaginarme a dos niños parecidos a mi esposo.

—Si son niños, espero que sean el vivo retrato de su padre.

Justamente un segundo después la puerta de la habitación se abrió, y Alán entro por ella.

—¿Qué tienes? -pregunto mientras se acercaba a mi.

—Nada.

—Se que algo te sucede Ayleen. Dime que es.

—¿Por qué no quieres tener más hijos?

Observe como Alán desvío sus ojos.

Y ese fue un claro indicio de lo que ya me temía.

Él no quiere tener más hijos conmigo.”

—¿No quieres que sea la madre de tus hijos?

—Ayleen…

—¡DIME MALDICIÓN…!

—No quiero más hijos porque para mi Maia es suficiente.

Maia es suficiente.”
Maia es suficiente.”
Maia es suficiente.”

Esas palabras se repitieron constantemente en mi cabeza y las lagrimas empezaron a salir de mis ojos. 

—No quieres más hijos, no porque Maia sea suficiente para ti, es porque yo soy el problema. ¡DILO MONTERO, CONFIÉSALO!

—No es lo que estas pensando.

—¡¿ENTONCES QUE ES LO QUE ESTOY PENSANDO…?!

Antes de que Alán pudiera responder nuestra hija entro en la habitación.

—Papi, llegaremos tarde.

—Ya voy hija. Esperanos en la sala. 

Nuestra hija asintió y como buena niña obediente acato el mandato de su padre.

—Necesito que me acompañes a la empresa.

—Claro, no hay problema.

Dije e inmediatamente tomé mi bolso de la cama.

—Ayleen…

—¿Qué desea señor Montero?

—No quiero que estemos peleados.

Y yo no quiero que me trates como si no me quisieras.

Porque él desde hace tres años dejo atras la promesa de amarme.

Desde hace tres años la relación perfecta que tenía con Alán se convirtió en un verdadero fiasco.

Y la promesa que hizo, al parecer se la llevó el viento.




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