¡ Me urge un heredero! [#3 de la saga Heredero]

Casidi.

Casidi.

Maldije por enésima vez luego de escuchar el potente llanto de la mocosa.

—Si no fuera porque la necesito, la dejaba en el mismo basurero donde la encontré.

Tras estas palabras me levanté de la cama.

Y antes de que pudiera abrir la puerta, esta se abrió dejandome ver a mi empleada bastante exaltada.

—¿Ahora que pasa?

—Señora la niña esta ardiendo en fiebre.

—¿Y a mi que…? ¿Es que acaso me vez la cara de doctora?

—Tenemos que llevarla al doctor señora.

Hice una mueca.

—Ponle compresas de agua fria y déjame en paz.

Mi empleada negó con la cabeza.

—Te juro que si sales con la mocosa de esta casa le enviare a tu familia tu cuerpo hecho pedazos, maldita estupida.

—Le recuerdo señora que no puede contrapirar contra mi porque si me llega a suceder algo todos sus secretos saldrán a la luz, en especial lo que hizo para separar a esa mujer de su esposo.

Luego de escuchar a la maldita decir esas palabras una voz dentro de mi me grito con gran escario »mátala, tuercele el cuello y has de su cuerpo comida para los lobos. Pero lastimosamente no puedo deshacerme de ella, porque por alguna razón ella me tiene entre sus asquerosas manos.

—Maldita sea la hora en la que te deje entrar a mi casa.

—Más bien, maldita sea la hora en que su hermana le abrió la puerta de su hogar.

Escuchar a esa mujer mencionar a la estúpida de mi hermana me hizo sonreír. Porque ella tiene toda la razón.

—Primera vez que concuerdo contigo, maldita estupida. Porque si esa idiota hubiera tenido un poco de maldad en su corazón no me aceptaba en su casa después de lo que le hice, por dárselas de santa es que esta ardiendo en el mismísimo infierno.

—Deberias llamarte Lucía Fernanda y en diminutivo lucifer, porque eres tan mala como el mismísimo diablo. Pobre de tí cuando Dios te pase factura.

Me atreví a soltar una gran carcajada, a lo que la mujer hizo la señal de la santa cruz.

—Usted es el mismo diablo…

—Quizas… aunque pensándolo bien yo soy más bien la mujer del diablo, la reina del infierno. Así que más te vale que mantengas tu boca cerrada porque si no lo haces tendré que enviarte a vivir en el infierno. Y no me importaran tus malditas amenazas…

—Espero que algún día todos las personas que has matado la arrastren al mismísimo infierno.

—Y yo espero que mi esposo el diablo te arrastre a lo más profundo del infierno, maldita.

Luego de decir estás palabras gire sobre mis pies, porque si seguía viéndole el rostro a esa maldita terminaría por matarla con mis propias manos.

—Has que esa mocosa deje de llorar, porque si no, me ganara la tentación de callarla para siempre.

—Más temprano de lo que piensas pagaras por tus crímenes, y yo estaré allí para ver como te pudres en la cárcel.

—Vete maldita…

Susurré cuándo las voces en mi cabeza se hicieron más fuertes.

Mátala. Mátala. Mátala.

Silenciala para siempre.

Rómpele la cabeza.

Clavale un cuchillo en el pecho.

—Vete, vete…

—Espero que tus demonios terminen por volverte loca, Casidi.

Después de escuchar estas palabras escuché la puerta cerrarse.

—Cuando menos lo esperes te voy a matar, y no sabes cuánto disfrutare ver tu maldito rostro bañado de sangre y tu asqueroso corazón en mis manos. Tienes los días contados, maldita perra.

Tras estás palabras solté una gran carcajada y empecé a bailar en la habitación.

Mi teléfono interrumpió mi demostración de alegría y no me quedo de otra que ir por el.

Camine hacia mi mesa de noche, tomé el teléfono entre mis manos y al ver el nombre que se mostraba en la pantalla sonreí.

—¿Qué noticias me tienes?

—Tú hombre regresa mañana.

—No te preocupes por nada porque yo tengo el mejor recibimiento que podrían darle. -sonreí. —Te prometo que muy pronto lo tendré entre mis manos.

—Eso espero porque no lo soporto más… Necesito mi parte de lo acordado para largarme de una vez por todas.

—Tú cumple con darme información acerca de ellos y yo te prometo que te dare todo el dinero que quieras.

—Espero que cumplas con tu palabra, Casidi.

—Te aseguro que cumpliré.

Colgué el teléfono sin esperar la respuesta de él. Y sin dudarlo me lance a la cama.

—Voy por tí Alán Montero, voy por lo que es mío.

»Mejor dicho vas por los millones de él.

Hay esta ella otra vez, mi hermana muerta.

—¿Qué quieres?

»Joderte la existencia, endemoniada perra. Tal y como tú destruiste mi vida.

—Yo no destruí nada…

El fantasma de mi hermana se enfureció y una gran ráfaga de viento me hizo tiritar de frío.

»Te parece poco aparecer en mi casa con tu cara de mosca muerta, seducir a tu propio sobrino, darle droga a probar y no detenerte hasta que estuviera completamente perdido en el mundo de las drogas. ¿Te parece poco?

Asentí y ella en esta ocasión causo que los objetos de la habitación cayeran al piso.

»Destruiste a mi hijo, destruiste matrimonio, me destruiste.

—Y tú no te imaginas lo bien que me sentí de cogerme tanto a tu hijo como a tu marido, disfruté mucho la verga de esos dos de una forma que recordarlo me causa placer. Me revolque en tu cama como una perra, hasta que me dió la maldita gana.

»Siento repulsión por tí.

—Te gane. Me quedé con todo lo que alguna vez fue tuyo, logré lo que nunca pensaron que iba lograr.

»No cantes victoria porque él esta esperando el momento perfecto para enviarte a donde perteneces.

—Una muerta como tú no me intimida.

»Él vendrá por lo que es suyo. Él te descuartizará y colocara tu cabeza donde todos puedan verte. Cuidate Casidi, porque ni el diablo podra salvarte…




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