¡ Me urge un heredero! [#3 de la saga Heredero]

Capítulo 17: Veinte rosas y un te quiero.

Ayleen.

—Ayleen…

Antes el llamado de Martín levante mu rostro e hice contacto visual con él.

—Dime.

—¿Qué haras para que el cucaracho te de el divorcio? Porque el teatro que le hemos montado no ha logrado la reacción que esperábamos.

—Deja todo en mis manos porque tengo todo los pasos que daré planeados.

Martín entrecerró los ojos.

A lo que yo sonreí.

—Alexander me llamo y dijo que tendría la casa de tus padres lista.

—Te juro que en cuanto coloque los pies en el país, lo tercero que haré es ir arrancarle la lengua a ese hablador.

—¿Ahora que te hizo tu hermano preferido?

—No tengo preferidos entre mis hermanos que te quede claro. Porque a los tres los amo con la misma intensidad. -sonreí luego de acotar estás palabras. —Duncan, Dustin y Alexander son los mejores hermanos que la vida pudo darme.

—¿Y donde quedo yo?

Ignore esta pregunta y me levanté de la cama.

Y justo cuando me disponía a salir de la habitación, visual a mi pequeña niña, y ella llevaba una gran caja entre sus manos.

—Mamí.

Maia entro en la habitación y yo inmediatamente le di una pequeña sonrisa.

—¿Dime cariño?

Mi pequeña niña se colocó al frente de mi y tras sonreir extendió la cadena que hace unos minutos le di Alán.

—Creo que perdiste tu collar favorito mami.

Dude en tomar el collar, pero aún así lo hice.

—¿Dónde la encontraste?

—Cerca de donde estaba jugando.

Asentí y Maia rápidamente giró sobre sus pies para marcharse.

—Si no me equivoco ese collar te lo dio tu esposo.

Deje de mi mirar el colocar para fulminar a Martín.

—¿Esposo?

—Si Ayleen, porque aunque tu no lo quieras Alán Montero sigue siendo tu esposo, ante la ley.

Tras escuchar estas palabras lance el collar lo más lejos de mi que pude.

Y las palabras venenosas de Martín ni dudaron en salir a relucir.

—Puedes lanzar, quemar, triturar y fragmentar el collar, pero aún con todo eso Alán es y seguirá siendo el hombre que amas.

Las palabras se estancaron en mi garganta, porque aunque me muera por dentro, las palabras que Alán dijo son cien por ciento ciertas.

Maldito amor. Maldito sentimiento.

—¿De que lado estas?

—Estoy del lado tuyo, pero en ocasiones tengo que decirte la verdad sin pelos en la lengua.

Rode los ojos.

—No parece que estas de mi lado.

Martín sonrió.

—Ayleen.

—¿Ahora que?

—Tus terremotos te reclaman.

Gire mi cabeza hacía mis dos amores y fue imposible no sonreír.

Extendí mis brazos hacia mis pequeños niños, ellos sonrieron y empezaron a dar cortos pasos hacia mi.

—Ma… ma…

—¿Dime cariño?

Alen fue el primero en llegar a mis brazos, e inmediatamente dejo un beso en mi mejilla.

Y como era de esperar el celoso de su hermano empezó hacer su tan esperado drama.

—Ma… ma.

—Ven mi amor. -le regale una pequeña sonrisa y extendí mi brazo hacia él.

El pequeño clon de su padre en cuanto llegó a mis brazos me abrazó, y al igual que su hermano dejo un beso en mi mejilla.

Sonreí y abrace a mis dos pequeños. Pero un segundo después la sonrisa que mantenía en mi rostro de borro luego de escuchar la voz del padre de mis hijos.

—Lamento interrumpir.

Ignore la presencia de Alán, pero mis hijos colocaron sus ojos en su padre.

Y lo que temía paso…

Mis dos hijos sonrieron y deshicieron el abrazo que mantenían en mi.

—Pa… pa.

—Joder, Ayleen… tienes por hijos a dos vende patria.

Fulmine a Martín y él me guiñó uno de sus ojos.

El pequeño Alán dio cortos pasos hasta estar al frente de su padre.

—Pa…

—Ayleen, quiero pasar tiempo con mis hijos.

—Muy bonito Montero… mereces el premio al más idiota. Ese galardón solo debes tenerlo tú.

—No estoy hablando con la rana, para que saltes.

Alán se coloco de cuchillas para abrazar a su clon.

Y como era de esperar el pequeño Alán dejo un beso en las mejillas de su padre.

—¿Pa? -Alen inquirió esta palabras mientras me miraba.

—Si cariño, él es tu papá.

El pequeño giro su cabeza para mirar Alán.

—Ve con papá, mi amor.

Alen asintío y dió varios pasos hacia Alán.

—Te voy advertir una sola cosa Alán Montero… -el mencionado coloco sus ojos en mi. —Si abandonas a tus hijos, colgare tu cabeza y bolas en la punta más lata de la ciudad.

—No me ire porque yo regresé por ustedes.

—Volviste por tus hijos. Porque yo no quiero nada contigo.

Tras estas palabras Martín me atrajo hacia sus brazos y dejo un beso en mi cabeza.

—Es mejor que olvides a mi futura esposa porque el corazón de ella me pertenece.

—El único dueño y señor del corazón de Ayleen soy yo. Nadie más que yo.

Rodé mis ojos luego de escuchar estas palabras.

Ese maldito, lo quiero matar con mis propias manos. Diablita hizo acto de presencia, y entre sus manos tiene un latigo.

La violencia no es buena, Ayleen. Angelito también hizo acto de presencia.

Callate si no quieres que te corte las malditas alas, te azote y te de beber vinagre.

—Ayleen. -deje de lado la pelea de diabla y angelito para colocar mis ojos en Martín.

—¿Si?

—Vamos a disfrutar del mar, cariño.

—Tengo que cuidar de ellos.

—Su padre puede cuidarlos. -Tras verbalizar estas palabras Martín de colocó sobre sus pies y extendió una de sus manos hacia mi. —Vamos mi amor…

Entrecerré mis ojos mientras miraba fijamente Alán.

—Cuidalos y pobre de tí si les sucede algo.

Acepte la mano que Martín extendió.

Y cuando estuve de pie Martín coloco sus manos en mi cintura.

Cosa que no le gusto para nada Alán.

Sonreí porque tengo trazado en mi mente todo lo que hare.

Primero, rechazare todas las artimañas de Alán para acercarse a mi.

Segundo, lo hare sentir el hombre más miserable de la faz de la tierra. Claramente haré esto con la ayuda de Maia.




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