¡ Me urge un heredero! [#3 de la saga Heredero]

Capítulo 20: Como Dios me trajo al mundo.

Ayleen.

—Ayleen. -gire sobre mis pies para colocar mis ojos en Martín.

—Martin. No se que hacer.

Él se acercó hasta donde me encuentro y me atrajo hacia el para abrazarme.

—¿Ahora que sucede?

Solte un pequeño suspiro, antes de empezar a narrarle la tragedia que me acaba de pasar.

—El padre de Alán me quiere obligar a estar cerca de Alán a como de lugar.

—Eso no es tan malo, Ayleen.

—¿De que lado estas?

—Del mío.

Me removí para que el abrazo se deshiciera.

—Ire a buscar consuelo en Alexander, porque tú no me has ayudado en nada Martín.

—Ve y de paso dile que cuide sus bolas porque la dama anda buscándolo. -tras estas palabras coloque mis ojos en blanco. —Ah, antes de que te marches tengo algo que te pertenece.

—¿Ahora que?

Martín sonrió y posteriormente llevo su mano derecha al bolsillo de su chaqueta. Y de allí saco el collar con el dije de ola que Alán me dió hace varios años atrás.

Martín tomó una de mis mano y depósito allí el collar.

—Deberias reconsiderar la idea de quedarte con el collar Ayleen. Porque este collar pide a gritos regresar a su dueña.

—Este collar técnicamente no me pertenece.

—Sea a quien sea que Alán le haya dado este collar te pertenece, es tuyo Ayleen. Tuyo y de nadie más, al igual que el corazón de Montero.

Observe el collar por unos segundos y fue imposible que los flashback de Alán y yo felices llegaran a mi mente.

—¿Te gustaría volver a ser feliz al lado de él? ¿Te gustaría volver a observarle jugar en la alfombra de la casa, tal y como el lo hacia con Maia?

—Ya es tarde para desear que mis anhelos se cumplan Martín.

—No es tarde Ayleen…

—No quiero hablar de nada que se relacione con Alán Montero.

—Pues te jodes, porque aquí estoy yo para sacar a relucir el tema que más te gusta en esta vida. -Martín Inquirió estas palabras con entusiasmo, y a mi no me quedo más que rodar los ojos.

Antes de poder inquirir alguna palabra escuche la voz, del padre de mis hijos.

Genial. Lo que me faltaba.

—Ayleen.

—¿Qué desea su majestad?

—Deja tu sarcasmo.

Martín alterno sus ojos entre Alán y yo. Y no dudo en sonreír.

Entrecerré mis ojos.

—Si continúas con la alegría extraña que tienes Martín, hare que esta noche duermas en la casa del perro.

La sonrisa que Martín tenía en sus labios se borró considerablemente. Dándole paso a una mueca.

—No te atreverías hacer algo así.

—Pruebame para que veas de lo que soy capaz.

—Eres…

—Se que soy la mujer más hermosa que tus ojos han podido ver. Así que no tienes que decirlo.

Martín rodo los ojos y poco después coloco sus iris en Alán.

—Pobre de tí, Montero. Porque Ayleen esta más que loca.

—Me ha quedado bastante claro que ella esta desquiciada.

—Tambien te ha quedado claro que tengo los cuernos que me pesan por ser de alcé.

—Vengo a jugar con mis hijos Ayleen, así que deja tus comentarios mal intencionados.

—Lo dices porque no eres tu quien carga los cuernos sobre tu cabeza. -le di una mala mirada a Alán.

Y él respondió cerrando los ojos.

—Los niños estan en la habitación de juegos. Montero. -Martín le guiño uno de sus ojos Alán. —Ve a cuidarlo Montero, en lo que Ayleen y yo arreglamos un par de inconvenientes.

—Que yo sepa no tengo ningún inconveniente que resolver contigo.

—No te hagas cariño, porque bien sabes que tenemos una conversación pendiente.

Enarque una ceja. Y justamente cuando le iba a preguntar a Martín sobre nuestro tema pendiente, me llego un flashback a la cabeza.

—Esa demente va por tus hijos Ayleen.

Tras escuchar esas palabras senti como el pánico iba tomando posesión de mi cuerpo.

—Ella quiere deshacerse de tus hijos, para verte sufrir. Quiere derrumbar tu imperio y acabar con lo que más amas en esta vida.

—No.

—Tienes que cuidarlos, especialmente a los gemelos.

Mis ojos se cristalizaron. E inmediatamente gire mi cabeza hacia Alán.

—Todo esta sucediendo por tú culpa. Tú, Alán Montero tienes la culpa por enredarte con esa maldita mujer.

Alán agacho su cabeza.

—Si a mis hijos le sucede algo, acabare contigo con mis propias manos. -solloce mientras hablaba. —Me arrepiento de volver a verte. Maldigo el día en que te volví a ver. ¡Maldito sea…!

Se que me excedí al decirle esas palabras a Montero. Porque maldecirlo es como maldecir a mis propios hijos. Y dicho sea de paso también al inmenso amor que le tengo.

Pero que más podía decir yo… luego de escuchar la confección de Erick a cerca de que esa demente va por mis hijos.

Me excedí, y ese desborde le causo un gran dolor a Alán.
Lo note en sus ojos desde que empece hablar, pero aún así no me detuve.

No pense en mis palabras.
No pense en el daño que le causaría Alán. Solo me centré en liberar todo el dolor que he estado reteniendo desde hace dos años atrás.

Si con esas palabras sentí que me excedí, laa que vinieron después fueron más fuertes.

—Eres el maldito responsable. Porque ella esta obsesionada contigo. ¡Maldición Alán…! ¿Porque tienes que arruinar todo?

—Ayleen, perdón.

—¡Eres el peor padre que mis hijos pudieron tener…! Maldigo el día en que coloque mis ojos en tí, maldito sea el amor. Maldito seas, Alán Montero.

Los ojos de Alán se cristalizaron. Pero aún así no me detuve.

—Me arrepiento de casarme contigo, me arrepiento de amarte.

Golpee su pecho con fuerza y Alán ni se inmutó.

—Eres el peor padre que ellos pueden tener Alán Montero.

—Lo se. Se que ellos debieron tener un padre mejor que yo.

Con estas palabras me excedí el doble de lo que ya lo había hecho.




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