¡ Me urge un heredero! [#3 de la saga Heredero]

Casidi.

Casidi.

Él no esta vivo.
Él no esta vivo.…

Repetí constantemente para tratar de convencerme de que estoy viendo alucinaciones.

—Él murió, Casidi. Tú lo mataste.

Tras esta confesión le di un sorbo a la botella de licor y seguí caminando hacia la habitación prohibida como la llamaba.

Cuando divise la gran puerta de color negro no dude en sonreír.

—Yo lo mate. Yo lo destruí.

Inquiri estas palabras mientras me acercaba a la entrada del infierno.

—Y no sabes cuanto disfruté ver como morían, esa bendita noche. -solte una fuerte carcajada tras estas palabras, y me lleve la botella de alcohol a los labios. —Los mate y me quedé con su imperio, soy la reina. Yo vencí, yo… ¡gané!…

Con pasos torpes me acerqué a la puerta e intruduje la clave de acceso en el panel de seguridad que yo había enviado a colocar.

Digité los números en el panel e inmediatamente la puerta se abrió. Dejando que yo observará todos los objetos que mantengo recluidos en dicha habitación.

Volví a levar la botella a mi boca en cuanto coloque los ojos en la gran cama king size.

—Por más que me resistí en matarte no tuve otra opción que acabar contigo. -susurre mientras me acercaba a la cama. —Por más que le dije a mi mente que no, no pude hacer nada para evitarte la muerte.

Le di otro trago a la botella.

—Por más que trate de controlarme, tú me descontrolarte. Me hiciste desearte, me hiciste perder la cabeza por tí. Luché contra todo pronóstico para meterme en tu cama y que metieras tu verga dentro de mi. Tú fuiste quién despertó mi lado insano, la puta que llevo dentro. Tú Alán, solo tú… y tus manos habilidosas. Me tocaste donde quería, me besaste embriagándome de tí y me volviste adicta a tí, a tu cuerpo, a tus besos.

Tras esta confesión empece a retirar el vestido junto con la bragas y procedí a dejar la botella de alcohol sobre la mesa de noche.

—Me volviste adicta a tí, una ninfómana que deseaba sexo las veinticuatro horas. Te deseaba con locura. -luego de verbalizar estas palabras extendí mi mano hacia la pequeña gaveta de la mesa de noche y en cuanto esta estuvo abierta divise mi más preciado vibrador. —Cuando te fuiste me dejaste tan marcada que me compré un amigo tan grande como tu verga.

La gran excitación que siento en este momento me hizo sonreír como posesa. Así que no me quedo de otra que acostarme en la cama, abrir mis piernas y empezar a imaginar que es Alán quien me devoraba el coño.

Lleve mis manos a mi centro, empece a estimularlos y como por arte de magia los gemidos empezaron a salir de mis labios.

—Te necesito, necesito tu verga, te necesito Alán. -confesé mientras me tocaba y poco a poco fui subiendo cada vez más la intensidad. —Te anhelo, anheló que me partas el coño, anhelo sentir tu semilla correr por mis piernas. Anhelo ser una perra en a la cama. Te extraño…

Guie dos de mis dedos a mi entrada y son perder el tiempo empecé a darme placer.

Cerre los ojos mientras lo hacía y fue inevitable no recordar la última vez que compartí cama con mi habilidoso aprendiz del sexo.

Fue una noche hermosa, fue una noche donde lo hicimos sin parar, donde me llevo al mismísimo cielo. Él con su poca experiencia logro darme lo que ningún hombre había logrado hacerme.

Alán me dió el mejor sexo que pude tener en mi sucia vida.

Esta cama fue testigo del desborde de pasión que había entre los dos.

Solté un gran gemido cuando me sentí llegar.

—¡Alán.…! -exclame con fuerza su nombre cuando el arrollador orgasmo tomó posesión de mi cuerpo. Sentí expasmos recorrer todo mi cuerpo y no dude sucumbir ante ellos.

Cerré los ojos con fuerza mientras sucedía y mi mente como buena sucias me trajo imágenes de él follandome con vehemencia mientras yo observaba todo desde el gran espejo de la habitación.

Me atreví a soltar un prominente gemido. Cuando logré llegar a la cúspide del mismísimo placer.

—Un buen sexo es lo que necesito. -susurre cuando logré recuperar mi respiración normal.

Extendí mis manos hacia el vibrador que he dejado en la cama, y cuando lo tuve entre mis manos sonríe.

—Llego la hora de recordar el gran miembro de Alán Sinclair.

Tras verbalizar estas palabras encendí el aparato y sin duda alguna lo lleve a la entrada de mi vagina.

—Alán.... -susurre mientras entraba en mi interior el aparato.

Y un segundo después toda la habitación se lleno de mis gritos de perra, unos gritos que aclamaban con fuerza Alán Sinclair, el mejor aprendiz que había pervertido. El hombre que amo.

(***)

Después de la dulce sección de sexo, me duche y cambié mi ropa. Para estar decente para el que sera el reemplazo de mi Alán.

Alize la falda de mi vestido y sonreí.

Y como era de esperar el fantasma de mi hermana apareció en el espejo.

Él te borrara la sonrisa de tus malditos labios. Te volvera más loca de lo que ya lo estas. Él llego por tí y no se marchará hasta tener tu cabeza entre sus manos. Llego tu hora Casidi, llego la hora de que pagues por todo el daño que nos hiciste.

Te lo he repetido incansablemente muerta… Nadie derrumbará mi reinado porque tengo al más poderos de mi lado. -sonreí. —El mismísimo diablo esta a mi cuidado y se que no permitirá que a su sexi diablita le suceda algo.

Ese quién llamas el más poderoso le huye a Dios, así que andate por las ramas porque dejaras entrar a quien sera tu peor enemigo. Él dió en bandejas de oro tu cabeza, Casidi.

Hice una mueca para luego ignorar las palabras que la muerta me había dicho.

Seguí sonriéndole al espejo y luego de haber trascurrido dos minutos escuché alguien tocar mi puerta.

—¡Pase…! -inquiri y un segundo después observé la figura de la sirvienta asomarse a la puerta.

—Señora, llegó el señor Montero. -la mujer me observó fijamente, para después sonreir.




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