¡ Me urge un heredero! [#3 de la saga Heredero]

Alán Montero.

Alán.

Varías horas antes.

Observé fijamente a Sinclair introducir la clave en el panel de seguridad que abrirá su habitación.

—Deberias darte prisa…

—Tú tranquilo y yo nervioso Montero.

—Deja esas palabrerías, y date prisa.

Tras Sinclair rodar los ojos, la puerta se abrió.

E inmediatamente ambos entramos a la habitación.

Detalle de forma rápida la habitación y me fue imposible no sorprenderme al ver la cantidad de objetos valiosos que habían.

—¿Eras millonario?

Sinclair decidió no contestarme esa pregunta.

—Esta bien, ya entendí que no quieres hablar…

Me acerqué a la comoda de la habitación y mis ojos recorrieron los objetos, pero uno en especial me llamo la atención.

Tomé el collar entre mis manos y un pequeño suspiro salió de mis labios.

—Era de mi madre. -después de escuchar esas palabras coloque mis ojos en Sinclair. —Ese collar era su favorito. Tenía un valor significativo para ella porque fue el primer regalo que mi padre le dió, a pesar del poco dinero que ganaba en ese entonces. Para todos puede parecer una baratija, pero lo que significaba para ella no se puede describir con palabras.

Deje el collar donde la había encontrado y Sinclair se apresuró a tomarlo entre sus manos.

—¡Vengare tu muerte mamá, vengare a nuestra familia! -luego de esta declaración Sinclair apreto entre sus manos el collar.

—Sinclair centrate encontrar lo que has venido a buscar.

Estas palabras quedaron en segundo plano porque el ruido de la puerta llamo por completo nuestra atención.

Abrí mis ojos como platos luego de pensar que la loca de Casidi nos descubriría.

—¡Esa demente nos encontrará aquí, Sinclair! -grite casi al borde de la histeria.

—Deja el miedo Montero.

A pensar de no tener miedo según él, Sinclair se movió con rapidez por la habitación tocando varios objetos a la vez.

Observé la escena y no dude en suspirar.

Tanto Casidi como él estan de atar, porque más locos y se daña el mundo.

—Vamos.

—¿A dónde? -pregunte extrañado.

—Si quiere quedarte allá tú.

Caminé con rapidez hacia Sinclair, y mi sorpresa fue inmensa al ver una especie de puerta secreta a un costado de la comoda.

—¿Qué más tengo que saber de ti, Sinclair?

—Nada más. Así que entra y callate de una vez por toda la boca.

Obedecí a las inquisiciónes de Sinclair y un segundo después él entro al pasillo secreto.

—¿Para que tienes este lugar?

—Debi dejarte fuera de todo esto porque me estas colmando la poca paciencia que poseo.

—Eres tú quién me esta comando la paciencia.

Sinclair rodó los ojos.

—Lo bueno es que esta noche sera la gran noche.

—Eso quieres decir que…

—Si, Montero. Esta noche Casidi ira al mundo de los desvividos, o mejor dicho al mismísimo infierno.

—Pobre de ella.

—Ella se lo ha buscado, así que no tengas lástima por ella.

Sinclair me aparto del camino y empezó a caminar delante de mi.

—¡Oyé…!

—¿Qué?

—No quiero participar en tu ritual sangriento.

—Pues entonces te perderás lo mejor de lo mejor, Montero.

Si, como no.

Sigui los pasos de Sinclair sin omitir más palabras.

Observé mi alrededor y todo se veía como si no hubieran pasados los años por este pasadizo secreto. Se veía pulcro, como si alguien hubiera dedicado tiempo en mantener todo limpio.

Detuve abruptamente mis pasos cuando llegue al final del pasadizo.

Un hermoso piano de color blanco se encontraba en el centro de lo que parecía una habitación

—¿Por qué tienes un piano aquí?

—Para invocar demonios Montero. -contesto Sinclair y se que lo hizo de forma sarcástica.

—Pues invoca tus demonios y salgamos de la loca de una vez por todas.

—Atormentare a la loca con el llamado de los demonios. Haré que pierda la cabeza.

Tras esta declaración Sinclair se posicionó en el banco del piano.

Y tras el hacerlo en una esquina apareció un televisor pantalla plana y en este se mostraba varias cámaras de seguridad.

—Veremos en vivo y en directo como la loca termina de perder la poca cordura que le queda. -luego de estás palabras Sinclair coloco en grande la camara que mostraba a Casidi. —La volveré más loca de lo que ya es…

Mire la imagen de Casidi y sentí pena por ella.

¿De que le sirvió hacer tanta maldad para terminar como ella lo haría?

—No le sirvió de nada. -me atreví a contestar la pregunta, mientras la veo con pena.

Lo observe a Sinclair suspirar antes de empezar a deslizar sus dedos por las teclas del piano.

Un segundo después la habitación se lleno de la bonita melodías que emitía el piano.

—¿Quién te enseño a tocar el piano?

Sinclair levantó su cabeza, y con una gran sonrisa en sus labios contesto mi pregunta.

—Me enseño el mismísimo diablo.

Negué con la cabeza y centre toda mi atención en Casidi, quién se encontraba en el suelo con la mano en sus oído.

—NO. YO LO MATE, ¡YO LO MATE.…! -Casidi gritó con todas sus fuerzas. —Él NO PUEDE ESTAR VIVO. ¡ÉL ESTA MUERTO…!

Sinclair tras ver la imagen que ella proyectaba sonrió, y empezó a tocar una canción fúnebre.

Sentí todos los vellos de mi cuerpo erizarse, tras ver la desestabilidad de Casidi en este caso.

—No la observes con pena porque ella tiene parte de la culpa de que hoy no estes junto a tu familia. ¿O es que acaso olvidaste que ella falsifico las pruebas de ADN? ¿O que planeo que tu mujer te viera con ella en la cama? ¿Y peor aún, que fue ella quién reclutó a quién ha sido tu mejor amigo desde hace dos años, para traicionarte?

Por más que luché por volver a mirarla con pena, no pude. No después de recordar todo lo que Casidi había provocado.

Tomé asiento cerca del piano, y no aparte mis ojos de la pantalla.

Y algo muy dentro de mi sintió regocijo, porque al fin de cuentas ella esta pagando todo el mal que ha hecho.




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