Alán
Todo esto está sucediendo por mi culpa, por mi maldita culpa.
Me llevé las manos a la cabeza, mientras deambulaba de un lado hacia el otro en el puerto.
—¿Por qué ese maldito barco no ha llegado…? ¿¡ES QUE VIENE DE CHINA…!?
Grité exasperado, sin dejar de caminar de un lado hacia el otro.
—Alán…
Gire sobre mis pies, para encarar a Erick.
—¿Qué deseas?
—Hay algo que tengo que decirte.
—No creo que lo que tengas que decirme sea más importante que ir por mi mujer y mi hija, así que ahórrate tus palabras.
—Lo que tengo para decirte es de vida o muerte…
—Me importa un maldito comino, lo que tengas para decirme Erick.
Erick me miró fijamente para luego asentir levemente.
—Si es tu decisión, la respeto.
—¡Llegó el barco…!
Gire mi cabeza, para colocar mis ojos en el gran barco que se ha colocado en el muelle.
—¡Vamos por ella…! -escuche la disposición de Alexander, y poco después el grupo de hombres empezó ascender al barco.
Di varios pasos hacia el navío, y justo antes de subir a este, escuché la voz de Erick.
—Nada es lo que parece Alán. -entrecerré mis ojos sin dejar de observar el barco. —Algo me dice que esa mujer tiene una carta bajo la manga.
No omití palabras, y sin pensarlo retomé el andar hacia el navío.
—Espero que este maldito tormento se acabe de una vez por todas. -acote mientras observaba el inmenso mar azúl.
Martín colocó una de sus manos en mi hombro, logrando con esto llamar mi atención.
—Tengo un mal presentimiento, Alán.
—Las salvare aunque tenga que arriesgar mi vida. Salvaré a mi hija, porque se lo debo. Y con esto recompensaré los dos años que hemos estado separados.
— Espero que puedan ser felices.
—¿De qué hablas?
—Ayleen y tú merecen una segunda oportunidad.
—¿Pero, y dónde quedas tú?
Martín sonrió, y golpeó dos veces mi hombro.
—Yo también seguiré sus pasos y seré feliz con mi mujer.
Entrecerré mis ojos, mientras ataba cabos en mi cabeza.
—Eso quiere decir que inventaron lo del compromiso para darme celos.
—Si, y bien que funcionó…
Aún en medio de todo este caos me atreví a sonreír.
—Crees que tenga oportunidad para conquistar Ayleen.
—Ya lograste volver a conquistarla, Montero.
Entrecerré mis ojos, y Martín se encargó de asentir.
—Se todo.
—¿Cómo te enteraste?
—No puedo revelar mis fuentes.
Antes de que pudiera responderle a Martín, la voz de Alexander llamo por completo nuestra atención.
—¡Fuego…!
Tanto Martín como yo recorrimos el mar con los ojos, hasta que dimos con un barco quemándose.
—Ayleen… -susurre con voz apenas audible.
—¡MÁS RÁPIDO, TENEMOS QUE IR MÁS RÁPIDO…!
Estas palabras inquiridas por Alex, quedaron en segundo plano porque se escucho una gran explosión proveniente del barco.
Una gran humareda se extendió por todo el barco en llamas. Y en ese momento temí lo peor.
Ayleen.
Maia.
Caí de rodillas en la cubierta del navío y fue casi imposible que las lágrimas salieran de mis ojos.
—Por mi culpa. Por mi culpa…
—Montero.
—Por mi culpa. Todo es mi culpa.
—Ellas pueden estar vivas, Alán. Todavía estamos a tiempo de salvarlas.
—¡MÁS RÁPIDO…!
—Si Ayleen y mi hija no están bien, cargaré toda la vida con la culpa, Martín.
—¡MÁS RÁPIDO…!
Martín me ayudó a colocarme sobre mis pies.
—Ellas están bien, Montero.
—¡MÁS RÁPIDO…!
Las exigencias de Alexander fueron cumplidas, así que al cabo de unos pocos minutos estuvimos cerca del barco.
La fuerte humareda hizo que todos los tripulantes del navío de recate empezaran a toser como locos, pero aún con eso no desistí de ver si podía ver a través del humo.
Corri a la borda del navío de recate y desde allí busqué sin cesar, sin tener éxito alguno.
—Mon…tero.
Justamente cuando me iba disponer a saltar hacia el navío en llamas. Escuché la voz de Martín detrás de mi.
—Ire… ire. -respondí con voz apenas audible. —Retro…cedan.
—Pe…ro.
—Haz… lo que…te digo.
Martín asintió no muy convencido y de marchó con prisa.
Y por mi parte me atreví a saltar hacia el barco en llamas y evite respirar a toda costa.
Estoy decidido hacer cualquier cosa para salvar Ayleen, y a mi hija.
Caminé por lo poco queda del navío en llamas, esperando encontrar a Maia y Ayleen.
Aunque le negara a mi cuerpo respirar, este me esta pidiendo a gritos aire.
No puedo perder el conocimiento, no sin salvar a mis mujeres.
Obligue a mi cuerpo seguir hacia adelante, y a unos pocos pasos distinguí el cuerpo de Ayleen tendido en la cubierta.
—Ay…leen. -susurré con voz entrecortada, mientras corría hacia ella.
Mientras corría hacia Ayleen todos los escenarios existentes pasaron por mi cabeza. Y yo sacudí mi cabeza para desechar esos pensamientos.
—Ella… está bien, amb…as están bien. -exprese entre cortado.
Cuando llegue a donde Ayleen se encuentra tendida, la abracé y trate de hacerla reaccionar.
—Ay…leen. -toque suavemente el rostro de ella, y por más que lo intente ella no reacciono y no fue hasta que hice mención de nuestra hija, que su cuerpo empezó a realizar movimientos involuntario. —¿Dónde está… Maia? Ay…leen. ¡Des…pierta…!
La sacudí nuevamente, ella por fin abrió los ojos, e inevitablemente empezó a toser como posesa.
—¿Dónde está Maia?
La mujer que amo dejó de toser para mirarme a los ojos fijamente.
—Esa maldita le colocó explosivos a nuestra hija, Casidi mato a nuestra hija.
Sentí como si me cayera un balde de agua congelada en el cuerpo, luego de escuchar esa confesión.
—Maia, murió. Alán.
Todo es tu culpa.
Todo es tu culpa.
Todo es tu culpa.
Repetí con demasía en mente y como era de esperar las lágrimas empezaron a salir de mis ojos.
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Editado: 20.08.2024