¡ Me urge un heredero! [#3 de la saga Heredero]

Alán Montero.

Alán.

Dos semanas después.

Abrí lentamente mis ojos mis ojos, e inmediatamente sonreí al ver la hermosa escena que protagonizó todos los días desde dos semanas hacia atrás.

No había nada más hermoso que ver a la mujer que amas dormir plácidamente mientras descansa sobre tu pecho. Y a esto se le suma, tener a tus pequeños durmiendo al otro costado.

—Pedí fervientemente estar contigo de esta forma, Ayleen. Pedí recuperarte con tantas fuerzas que ahora que estamos así, no puedo dejar de darle gracias a Dios, por estar darme el privilegio de volver a tocar tu piel, sin que estés a la defensiva. -me atreví acariciar la piel de su hombro. —Estar así contigo me da un poco de esperanza para reconquistarte.

Muy tarde entendí que mi motor en la vida es Ayleen Salvatierra, y nuestros hijos. Ella es quién le da el verdadero sentido a mi vida, y sin ella estoy concentrado a vivir en un mundo gris y solitario.

—Te necesito mi amor, necesito tenerte entre mis brazos, necesito volverte a besar, te necesito tanto mi amor…

Tras estas palabras me atreví a dejar un beso en la cabeza de Ayleen, para posteriormente atraerla hacia mi pecho.

Cerré mis ojos, tratando que grabar en mi mente esta hermosa escena.

—Nunca pense escuchar esas palabras salir de tu boca.

Abrí mis ojos abruptamente luego de escuchar la voz de Ayleen.

—Ayleen.

—Lo que no negaré es que te escuchas bastante sexi Montero. Con esa voz ronca logras que cualquiera moje las bragas.

—¿Incluso a tí?

Ayleen se apresuró en negar, y yo no dude en sonreír.

—No se hagas señora Montero, porque se muy bien que a pesar de todas las idioteces que hice, me quieres igual o más de lo que yo te quiero.

—Por lo que ya veo, ya estas del todo bien como para regresar a tu casa Montero.

—Todavía faltan dos semanas más.

—El doctor dijo dos semanas de reposo, no un mes.

—Ayleen…

—Te daré cinco minutos para que recojas tus trapos de mi casa, dos en el baño y tres…

—Para hacerte el amor.

Ayleen entrecerró los ojos.

—Te daré tres minutos para que… volví a interrumpirla.

—Me darás tres minutos contigo en el cielo. O prefiere que utilice esos tres minutos para chuparte la…

—¡Montero…! -exclamo ella totalmente sonrojada, y a mi no me quedo de otra que soltar una gran carcajada.

—Es una broma mi reina, así que quédese tranquila, porque no haré nada de lo mencionado anteriormente… bueno aunque si tú me lo pides yo puedo hacer una excepción por tratarte de mi reina.

La mujer de mi vida, hizo una mueca.

—Soñar no cuesta absolutamente nada Montero, así que sigue soñando.

—Claro que seguiré soñando… pero contigo mi reina.

—Tienes que ir a urgencias urgentemente porque ese no es el Alán Montero que yo conozco.

—La versión estúpida de Alán Montero, la maté. Y no volverás a ver nunca más.

—Ahh, vea que bien. -Ayleen se sentó en la cama. —Y ahora has traído al mundo a la versión coqueta de Alán Montero, ¿verdad?

Asienti, a lo que Ayleen negó con la cabeza.

—¡Este es mi fin…!

—Este no es el final mi amor. Este es el inicio de grandes placeres sexuales, porque te prometo que seré un amante apasionado. Te daré todo lo que me pidas dentro y fuera de la cama y para mi siempre seras la única mujer, la única que tendrá toda mi atención y administración. Soy suyo señora Montero, todo suyo.

La madre de mis hijos enarcó una de sus cejas, y poco después soltó una pequeña carcajada.

—¿Placeres sexuales? ¿Amante apasionado? ¿Que clase de libro te has ido, para salir con todos esos disparates?

—Pensé que una buena propuesta de sexo duro y caliente les gusta a las mujeres.

—Me gusta el sexo duro y caliente, pero lastimosamente tu no estas en condiciones para hacer propuestas indecorosas y calientes Montero. ¿O es que se te olvida lo que hiciste?

Luego de escuchar su última pregunta agaché mi cabeza.

—Pensé que…

—Todavía falta mucho, Montero para que te perdone.

—Aun así, mientras decides que hacer conmigo podemos ser compañeros sexuales, ¿que dices?

Se guía insistiendo, porque quizás por ahí podría ir arreglando mi terrible situación con Ayleen.

—NI LO SUEÑES…

—Esas palabras ya no cuentan porque ya he soñado demasiadas veces con volverte a tener entre mis brazos, pero luego de tener un arduo apareamiento.

—Me ire a bañar porque si me quedo a discutir contigo, no saldremos de la cama en un buen rato.

—Me ofrezco para enjabonarte la espalda. Y otra cosa, si quieres…

—Deja tus intentos de provocación porque conmigo no van esas cosas.

—Solo decía.

Observé Ayleen amarrarse el pelo con un gacheta, y en ese momento ella me pareció la mujer más hermosa sobre la faz de esta terrícola tierra.

Ayleen giró sobre sus pies.

—¿Me estás viendo el trasero Montero?

—No, te estoy imaginando totalmente desnuda, mi amor.

Ayleen volvió a sonrojarse.

—Creo que estas ovulando, porque no encuentro explicación para que de pronto estes tan caliente.

—¿Estás tú ovulando?

—Para que quieres saber esos.

—Porque yo te tengo unas ganas loca de ponerte en…

—Ya entendí Montero, no tienes que seguir.

Solté una pequeña carcajada al verla marcharse con prisa hacia el cuarto de baño.

—No aguantas una Ayleen… -susurre para mi.

Y tan solo un segundo después escuché la voz de mi hermosa princesa.

—¡Papá…! -Maia se lanzó a mis brazos. Y yo la abrace sin dudarlo.

—¿Cómo dormiste princesa?

—Bien, porque papá estuvo velando mi sueño. -deje un beso en la mejilla de Maia, a lo que ella sonrió. —¿Papá?

—¿Si, cariño?

—¿Te quedaras con nosotros para siempre?

Coloque mis iris en los ojos de Maia, y por más que quise decirle que me quedaría con ellos. No puede porque todavía es incierto el hecho de que Ayleen me perdone.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.