¡ Me urge un heredero! [#3 de la saga Heredero]

Alán Montero.

Alán

—¿Es necesario realizar ese viaje, Ayleen?

Embozé una sonrisa, luego de escuchar esas palabras.

Si te imaginarás lo que tengo preparado para tí, no estarías tan contenta, querida mía. Dije en mi mente, mientras miraba de reojo Ayleen.

—Te he repetido hasta el maldito cansancio que hare ese viaje, Martín. Y ni tú ni nadie me lo va impedir.

Yo te lo voy a imprimir, pequeña fiera.

—¿¡Montero…!?

—¿Si…?

—¿Por qué no te has marchado?

Obvie las palabras de Ayleen, y empecé a remover el yogur con moras que Ayleen había colocado al frente de mi.

Pero al parecer ignorarla había logrado colocar Ayleen furiosa.

—¡Hey…! Te estoy hablando.

—¿Qué desea, mi lady?

—Deja tus chistesitos. Porque no estoy de humor.

Ayleen se colocó a la par de mi y yo cuando coloque mis ojos en ella la recorrí con la mirada.

—Estas hermosa, cariño…

—Deja decir burradas, montero. Y centrate en lo que verdaderamente es importante.

—Eres lo más importante, mis que tengo mis ojos clavados en ti, cariño.

—Yo creo que mejor me voy, porque de repente se siente una tensión sexual increíble. -Martín se levantó de la silla, con claras intensión de marcharse, pero bastó solo una mirada que Aylen le lanzará para que volviera a tomar asiento.

Mi mujer si que es de armas tomar.

—Si bien recuerdo Montero, te di varios minutos para que te marcharas de mi casa. Pero por lo visto mis palabras te entran por un oído y te salen por el otro.

Me atreví a colocarme sobre mis pies, y esto logró que Ayleen entecerrará sus ojos.

—Que te quede bien claro algo querida… -di un paso hacia ella, y Ayleen retrocedió. —No me marcharé de esta casa nunca. Porque no los dejare solos, no volveré a cometer el error de marcharme de tu lado.

Luego de estas palabras di varios pasos hacia ella, y Ayleen volvió a retroceder. Pero para su mala suerte su espalda golpeo con la encimera, así que antes de que pudiera escapar de mi, me coloque al frente de ella y rodeé su cintura con mi brazo.

—Tienes que irte… -susurró para después colocar su manos en mi pecho, tratando de alejarme.

—No. -conteste con decisión.

—Chicos, nada de protagonizar una escena porno en mi presencia.

—Callate, Martín. -inquirí sin apartar mis ojos de Ayleen.

—Solo digo…

Obvie las palabras de Martín porque me dedique a mirar los hermosos ojos de Ayleen.

Viéndola después de tres años desde cerca despues de dos años puedo decir que Ayleen es la mujer más hermosa que mis ojos han visito.

—Te quiero, Ayleen. Te amo.

Solté estas palabras sin más, y la hermosa madre de mis hijos desvío sus ojos.

—Se que fui un tonto, se que te perdí por creer en las palabras de una serpiente venenosa, pero estoy hoy aquí para redimirme ante tí. Mi amor.

—Montero… la interrumpí.

—Me gustaría que me dieras una nueva oportunidad Ayleen, para poder resarcir todo el daño que les hecho. Si me aceptas, te prometo que nunca volveré a lastimarte.

—Bravo, Montero. ¡Bravo…! Eres el mejor.

Desvíe mis ojos hacia Martín y no dude en regalarle una mirada fulminante.

—Deja de mirarme mal, si no quieres que ayude Ayleen a colocarte de patitas en la calle.

—Martín. -articulé entre dientes.

Y el mencionado se encogió de hombros.

—Alán.

Coloque mis ojos en Ayleen, y justo cuando no lo esperaba un fuerte rodillazo en los huevos me hizo doblar a la mitad.

—Te quiero fuera de mi casa, en cinco minutos.

Ayleen me empujó y empezó a caminar hacia la salida de la cocina.

—Eso debió doler Montero.

—Callate… -susurre mientras me encontraba en pleno apogeo del dolor.

—¡Martín…!

—Voy querida, ya voy.

Martín se colocó sobre sus pues y con rapidez caminó hacia la puerta.

Pero justamente antes de salir verbalizo varias palabras.

—Creo que se te sera muy difícil calmar a la fiera que tienes por mujer. Te deseo suerte, porque la vas a necesitar…

Que Dios reparta suerte, porque Ayleen es capaz de arrancarme las bolas y freírlas.

—Montero, ¿que te pasa?

Alce mi cabeza, y observé Alexander Salvatierra.

—Tu hermana me dió un fuerte y doloroso golpe en las bolas.

—¿Que le hiciste?

—¿Por qué piensas que le hecho algo?

—Porque mi dulce hermana, no va por la vida golpeando así por así.

Enarque una ceja y me coloque sobre mis pies.

—Deja de poner a tu hermana en el pedestal de niña buena porque Ayleen esta lejos de ser una indefensa damisela en apuros.

—Ayleen, es…

—La mujer que quiere freír mis huevos, para vengarse de todo lo que le hice.

—No solo son tus huevos los que Ayleen quiere freír Montero. Cuidate de ella porque he escuchado todas las cosas muy perturbadoras que ella quiere hacerte.

—Aceptate todo lo que tenga que venir, con tal de volver a tenerla entre mis brazos.

Alexandra desvío sus ojos.

—No te preocupes Alex, porque ella regresará a tu lado. Veras que pronto vera a tu dama.

—Tengo dos semanas, dos horas, veinte minutos, y cinco segundos de que Alexandra se marchó de mi lado. -lo vi soltar un gran suspiró. —Y no te puedes llegar a imaginar todo lo que he sufrido en estos días.

—Me lo puedo imaginar porque para yo poder volver a ver Ayleen tuvieron que pasar setecientos treinta días.

—Espero no tener que llega a esa cantidad de días sin ver a mi mujer.

—Yo también lo espero. porque vivir esa cantidad de días sin la mujer que amas en un verdadero suplicio.

Alexander asintío.

—¿Vienes a ver a Ayleen?

Él nego.

—Vine a llevarme a los niños conmigo.

—No sera necesario, porque mi madre se encargará de cuidarlos en lo que Ayleen y yo regresamos de nuestra escapada de amor.

—Cuando Ayleen coloque sus manos sobre tí, no vivirás para contarlo.

—Tengo cierta esperanza de que este rapto me ayude arreglar las cosas con Ayleen.




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