Memorias de un Amor

Memorias de un amor

“Todo el mundo lo sabe: cuando te rompen el corazón en mil pedazos y te agachas para recogerlos, sólo hay novecientos noventa y nueve trozos”.

–Chris Pueyo.

 

3 de Mayo de 2018

 

¿Recuerdas nuestras primeras llamadas, amor mío? Eran en la madrugada porque solo a esa hora podíamos. Me empezaba a acostumbrar, siempre esperaba despierta porque ya sabía que después de las once de la noche, tu voz escucharía. Éramos solo amigos en ese entonces, aunque ya empezabas a importarme más de la cuenta. Era feliz con solo escuchar el compartir de tu día, así fuera lo mismo cada noche, me hacía inmensamente feliz.

¿Recuerdas aquella tarde en que rozaste primorosamente mis labios con la yema de tus dedos?
Ese día te había comprado un postre. Te mandé un texto para saber a qué hora podía dártelo. No quisiste esperar, pediste que te lo diera ya, en el instante, pues ibas de salida y no sabías a qué hora llegarías. Salí coquetamente, rodeé la camioneta que ya estaba encendida esperando por ti, me recargué en ella y le hice compañía. Saliste con esa camisa de mezclilla que tiempo después se volvió mi favorita, pues me hiciste saber en una de nuestras tantas charlas por teléfono, que especulabas en quimeras con que la vistiera. Me saludaste. Te entregué el postre. Por unos segundos o quizá minutos te quedaste viendo fijamente mis labios, los cuales teñí horas antes de un morado metálico. No pudiste sucumbir ante tus deseos, con la yema de dedos los rozaste lentamente hasta llegar a la barbilla. Ni tú ni yo imaginábamos lo que se vendría.     

¿Recuerdas los pastelillos que me regalaste por mi cumpleaños, amor mío? Sí, me los diste un día después de mi cumpleaños, pero no porque se te haya olvidado (al menos eso quiero pensar), sino que llegaste muy tarde ese día de invierno y solo me llamaste. Recuerdo que me dijiste: “¿pensaste que se me había olvidado?” y yo te conteste que sí. Pero no, ahí estabas en tiempo y forma dándome tus buenos deseos, aquellos que, sinceramente, esperaba con ansias por encima de todos los demás. Al siguiente día, por la tarde, me hablaste para que saliera, nos sentamos debajo de un árbol y me entregaste los pastelillos. Bromeaste diciéndome que tenían toloache. Aún sigo pensando que quizá era cierto. 

¿Recuerdas nuestra primera cita, amor mío? Estabas afuera de mi casa, me llamaste y pediste que saliera para platicar, entonces las llamadas cobraron vida; mis ojos tenían un brillo diferente y una sonrisa eterna enmarcaba mi rostro. No se me olvida que salía a escondidas de casa; de puntillas bajaba las escaleras y trataba de hacer el menor ruido al abrir la puerta. Temía que me descubrieran, pero nada podía con este sentimiento tan profundo de querer verte. Nuestro sitio era debajo de ese árbol desnudo por el invierno, fue él nuestro testigo de caricias compartidas, de besos en los que se nos iba la vida, del amor que comenzaba a nacer.

Amor mío, ¿recuerdas aquella noche lluviosa en la que estuvimos sentados en la barda del porche?   No sé si lo que expresaste fue consciente o inconsciente, pero me platicaste los planes a futuro que tenías para los dos, nos visualizabas a ambos compartiendo una casa, un automóvil, viajando, haciendo el súper y más cosas de la vida cotidiana. Solo podía sonreír al escucharte y mi corazón rebosaba de alegría al saber que me hacías parte de tu mundo.

¿Amor mío, recuerdas cuando te fuiste a trabajar sin avisarme y me enfadé? Llamé por la mañana porque mi auto se había descompuesto, quería que me socorrieras, pero vaya sorpresa la que me llevé, estabas a ocho horas de distancia. Me molesté porque no me lo comentaste, me molesté más al pensar que podía perderte, pues las relaciones a distancia nunca me habían gustado, pensaba en eso que dicen: “amor de lejos, amor de pen…”. Temía te olvidarás de mí y conocieras a alguien más, pero mi confianza aumentó con ese te amo que traspasó la línea telefónica y más aún cuando me aseguraste que tu corazón era mío y que pronto volverías. Para calmar las ansias locas que tenia de verte y sentirte, grabé un mensaje para ti con ayuda de la nieve que cubría los coches; sé que recuerdas muy bien la frase que cifré. Aunque suena poco, fue difícil estar casi un mes y medio sin tenerte, pero mi esperanza no moría, te encargabas de ello, casi diez llamadas al día recibía; platicábamos de todo y nada. Desvelarme contigo era de mis cosas favoritas.

¿Amor mío, recuerdas aquella madrugada en la que llamaste y me hiciste llorar? Creo que no, porque nunca te lo dije y dudo que hayas escuchado los sollozos. Después de contarme tu día, me recordaste el por qué me elegiste; resaltaste mis cualidades, me hiciste saber que estabas a gusto conmigo porque te apoyaba y entendía, porque estaba ahí para ti cuando me necesitabas. Me sentí tan amada y por primera vez sentí que podía permitirme ser frágil, pues tú estarías ahí para sostenerme.

Ay, amor mío. ¿Recuerdas cuando nos volvimos a ver después de todo ese tiempo separados? Era un lunes como a eso de las once de la mañana, iba llegando de trabajar cuando te pedí que vinieras porque no podía esperar ni un día más sin verte. Después de dejar el bolso en la habitación, volví a la puerta y entonces mis ojos se inundaron de agua. Te abrace tan fuerte que no quería desprenderme, no quería que te volvieras a ir. Correspondiste mi abrazo, me besaste y entonces emprendimos nuestro camino escaleras arriba. No hizo falta intimar, estábamos exhortos platicando, volviéndonos a conocer, besándonos y acariciándonos de una forma delicada.

¿Recuerdas aquella madrugada en la que me mostraste tu lista de reproducción favorita, amor mío? Llegaste y me llamaste para que saliera, no pude decir que no, nunca podía decirte no. Salí y me monté en tu camioneta para hacerte compañía, me recibió ese olor a tabaco entremezclado con alcohol que tanto me gusta, pusiste música, cantabas y me narrabas anécdotas de cuando eras pequeño. Jamás te había visto así de feliz al recordar, nunca querías hablar de tu pasado y desconozco el por qué, igual yo te amaría con tus defectos y virtudes, pues aunque perjurabas que eras el hombre más imperfecto, ante mis ojos eras la perfección total.



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En el texto hay: relatos, violencia de genero, mujeres

Editado: 22.05.2020

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